Domingo de Ramos, Ciclo B

San Marcos 14,1-15,47: Cuando llegue la hora rezad con atención el Padre Nuestro

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja



Los símbolos nunca deben imponerse a una persona libre. Primero es preciso entenderlos, conocer el significado de su lenguaje, asimilarlos y, si uno quiere honradamente expresar lo que significan, entonces sí, utilizarlos. Os digo estas cosas, mis queridos jóvenes lectores, porque os podéis encontrar incómodos en algún momento de la liturgia de este domingo. ¡Es tan diferente el agitar de centenares de palmas verdes, sueltas, tal como se han desgajado del árbol, en manos jóvenes alegres, acompañados de una fanfarria, a observar a niños con palmas desteñidas, primorosamente preparados para la correspondiente fotografía!.
Jesús entraba en Jerusalén. La gente estaba aquel día celebrando un fiesta popular, cualquier excusa les servía para dar rienda suelta a sus gozosos sentimientos. Nadie les imponía las aclamaciones y los vítores. Se expresaron con palabras comunes y con los objetos que tenían a mano. Más que aleluya, hoy deberíamos gritar: ¡viva! ¡Hurra! ¡Bravo!. O tal vez aplaudir simplemente. Mas que agitar ramos de palmera, balancear bufandas estampadas. Pero nada de esto podréis seguramente hacer. No os enojéis. Tened en las manos ramos de olivo o de laurel. Recordad que con ellos se coronaban a los atletas triunfadores en Grecia o Roma. (Acordaos que en reciente olimpíada se ciñó así a los que subían al podio). Concienciaos de todo lo que sintieron aquellas gentes que se encontraban por la falda del monte Olivete y, en vuestro interior, aclamad a Jesús como os salga de dentro.
Este domingo recoge dos tradiciones diversas, la primera procede de Jerusalén, la segunda de Roma. La celebración litúrgica expresa dos sentimientos contrastados. Gozo y gloria antes de la misa, sobriedad, respeto y reverencia, cuando se proclama la Pasión de Cristo.
Tratad de ser fieles a las dos enseñanzas.
Preguntaos sinceramente si estáis dispuestos a hablar bien de Jesús, a defenderlo, a elogiarlo, a propagar su doctrina y pensad en qué ocasiones de vuestra vida os proponéis hacerlo.
Mientras escucháis la lectura de la Pasión, recordad que la aceptó el Señor, ofreciéndola al Padre, por lealtad al encargo recibido y para atraer hacia la tierra la benevolencia de Dios. Es cuestión de admirar asombrados su dolor y hasta donde llegó su sentido de la fidelidad al programa diseñado por el Padre. Y proponeos que esta semana, que no debe de ninguna manera vivirse como las vacaciones de primavera, lo meditaréis con más atención y dispuestos a que cale en vuestra vida y os transforme.
Cuando llegue la hora, rezad con atención el Padrenuestro. Comulgad, si lo hacéis, tratando de sentir los dos estados de ánimo.

PRECISIONES MARGINALES

Jesús inició el recorrido en Betania. Era una villa donde el Señor se sentía muy a gusto. Vivían allí los tres hermanos amigos. (Hoy en día es una población de un desorden urbanístico tremendo). El camino subía suavemente hasta llegar a un lugar llamado Bet-Fagé. Allí, según tradición, fue donde le prestaron el borriquillo que montó. No se tarda más de 12 minutos. Después la senda continúa subiendo un poco hasta la cima del Olivete, algo así como ocho minutos. Desde allí se desciende hasta llegar al torrente Cedrón. Modernamente, el agua circula subterránea por una tubería de gran diámetro. Prácticamente se ha convertido en cloaca infecta, que más tarde, ya al descubierto, desemboca en el Mar Muerto. De Betania a las puertas de Jerusalén, habrá unos 45 minutos. Mas de una vez he hecho este recorrido tan evocador. Actualmente seguir este itinerario a pie no es posible, el muro de la vergüenza lo impide y de ir en coche, hay que dar una gran vuelta, de tal vez de más de 16 km, cuando la distancia en línea recta no llegará a ser de 4km. Estoy hablando del viajero, ya que el lugareño, probablemente, y según la edad que tenga, las autoridades militares no le dejarán entrar en la Ciudad Santa.