IV Domingo de Pascua, Ciclo B
San Juan 10,11-18: Lo politicamente correcto

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Habréis observado, mis queridos jóvenes lectores, que en entrevistas a gente famosa socialmente, difícilmente el personaje, se refiere a su fe religiosa. Políticos y otras hierbas, quieren reducir las convicciones fundamentales de la persona, al terreno oculto de la vida privada, ni comentable ni que se deba descubrir. Hoy no está de moda, ni el ambiente lo propicia, declararse cristiano. Se pertenece a una ONG, se es fiel en el reciclaje de la basura, se siente uno preocupado por el cambio climático o por las crisis económicas y basta. Lo otro, no interesa darlo a conocer, o tal vez pase, que no se quiere que los demás sepan, que lo más profundo de su interior está totalmente vacio o desordenado y hambriento. Ahora bien, por mucho que se oculte una tal situación, la verdad es que corroe la duda, desaniman los fracasos, no se ve el futuro con optimismo, la enfermedad propia, o la de un ser querido, le cuestiona y le hiere, sin encontrar ni explicación, ni consuelo. Más que la angustia, moda de otros tiempos, hoy se sufre el hastío. Y no sé que será peor.
La valentía es propia, únicamente según parece, de los que escogen deportes de riesgo. De nadie más. Triste equivocación.

Pedro y compañía, habían curado a un pobre hombre que yacía paralítico junto a una puerta de la ciudad. Les pedía limosna y ellos, que carecían de dinero, le habían restituido la salud. La gente estaba asombrada y el apóstol aprovechó la ocasión para hablarles de su Fe. El tumulto que se ocasionó llegó a oídos de la autoridad y los retienen e interrogan. Él, Pedro, no contesta: hemos hecho el bien, y punto, para que así les dejen tranquilos y en paz. Se la juegan. Se atreve a recordarles su mal proceder y echarles en cara la corrupción que desde antiguo tienta al que goza de poder. Añade que para que al pueblo le vaya bien, deben aceptar a Jesucristo, el de Nazaret. Es un discurso que parece, por su estilo oratorio, propio del líder del partido de la oposición, de cualquier parlamento. Pero el Apóstol no tiene tras de sí un grupo político, ni una constitución que le ampare. Se la juega. Eso si que es valentía. Pone en práctica lo que en otro lugar dirá: estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo aquel que os pida razón de vuestra esperanza (3,15). Proclama que solo en Jesús encuentra el hombre la salvación.

En la segunda lectura, se enfoca una cuestión que preocupa a muchos y, con seguridad, a bastantes de vosotros, mis queridos jóvenes lectores. Primero decís que el profesor, o el tutor, no os entiende. Mas tarde son vuestros padres los que no os conocen. Algún día pensáis que nadie os comprende, para finalmente, sentir en vuestro interior, que ni vosotros mismos os entendéis. Y no vais errados. No nos entendemos, porque no sabemos lo que somos, como somos, quienes somos. El gran y postrer descubrimiento, ya en la Gloria, será que somos semejantes a Dios. Esto será gozando ya de su compañía. Mientras tanto hay que tener paciencia y aceptar que, para los demás y para nosotros mismos, somos un enigma, un misterio. Y vivir la existencia como una novela de aventuras. 

Si el mundo vive ignorando a Dios, de espaldas a Él, prescindiendo de sus enseñanzas, de su Amor, evidentemente que no será capaz de aceptarnos, entendernos y tratarnos con entrañable cariño. Aun los cristianos, por mucho que se esfuercen, serán incapaces de saber exactamente como somos. Pues, por nuestra existencia y por la suya, circula la divinidad, que es inconmensurable e ininteligible.
Para conocer un producto se puede acudir a análisis químicos y bacteriológicos. Sistemas fundados en espectroscopia, cromatografía y carbono 14, iluminarán algo más. Electro encefalogramas y códigos genéticos, llegarán a limites insospechados. Pero siempre invadirá el misterio. Afortunadamente, ya que somos una chispita de Dios, nadie, ni nosotros mismo, podrán expresar en una fórmula lo que somos. Un día sí. El día del gran encuentro. No debemos desesperarnos, aceptarlo es una manera de vivir la Esperanza.

Me he alargado en las dos primeras lecturas y no me extenderé en la que es fundamental, en el evangelio. Pero como aparece en otros momentos, Jesús definiéndose como pastor bueno, lo dejo para otro día.