Solemnidad: La Ascensión del Señor, Ciclo B.
San Marcos 16,15-20:
La Ascensión

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Los evangelios, obviamente, no nos cuentan nada al respecto. San Lucas, un poco de paso, en el  principio de su segundo libro, sí que lo explica. Se trata del último episodio de la vida histórica de Jesús, para dar paso a la segunda parte: la llegada del Espíritu y su acción en la Iglesia. La descripción de la Ascensión es algo así como aquella palabra que aparece al final de las películas: the end. Cuando la vemos, sabemos que nos toca marchar y empezar a recordar y sacar consecuencias. 
La Ascensión no es más que la última aparición, el último encuentro de Jesucristo histórico con sus amigos. En realidad no es del todo histórico, ya que su humanidad goza ya de eternidad. Quiso que tuviera cierta solemnidad, de aquí que se los llevase a un lugar precioso. Se trata de la cresta de unas montañas que flanquean Jerusalén por el norte. Por sus laderas crecían olivos y desde ellas se divisaba la Ciudad Santa con toda su belleza.
¿De qué misterio se trata? ¿Cuál es su importancia? El Señor había predicado, había aceptado cruel pasión, había muerto y resucitado, de todo ello tenían buena prueba. Peligraba que se quedaran satisfechos de sus experiencias, encerrados en su vida en grupo, saboreando sus conocimientos. Era preciso que se fueran de Jerusalén, para que con el tiempo, la buena noticia se extendiera por todo el mundo y nos llegara también a nosotros. Os he dicho, mis queridos jóvenes lectores, que se trataba únicamente de la última aparición, pero el ropaje que aporta el texto de San Lucas, ha permitido a los artistas que representen el acto con gran espectacularidad.
Me imagino a la incipiente comunidad volviendo a casa, comentando los amigos la despedida de Jesús con Santa María, la Madre del Señor. Consolaría ella su aflicción, hablándoles de sus experiencias. Contándoles ella que al Señor lo tuvo en su seno, como vivió con ella y con su esposo muchos años, como estaban muy unidos, como luego se fue de Nazaret, para vivir por la baja Galilea. Que al principio a ella le había costado aceptarlo, pero que lo había hecho para no coartar su libertad, sabiendo que desprendiéndose de su compañía, cumplía los designios de Dios. Al inicio había sido duro, pero poco a poco había ido aceptándolo, sin olvidarse de Él. Sabiendo ella que lo importante era seguir sus enseñanzas, los planes de Dios. Le había costado más de lo que les costaría a ellos, ya que había sido más entrañable su unión. Su Maestro había aprendido muchas cosas de ella y en sus predicaciones, las mezclaba con lo que sabía por ser Hijo de Dios. Las bodas, la siembra, las viñas, los pastores, le levadura, los vestidos tejidos en el telar familiar… ¡tantas cosas las había visto a su lado! Las comentaba con ella, le preguntaba detalles, añadía sus opiniones…  Les recordaba a ellos la nostalgia que de Él sentía. A ellos también les costaría vivir alejados de Él. Pero en realidad no se había separado. En la Fracción del Pan, lo encontrarían… Sí poco a poco, como le había pasado a ella, lo irían entendiendo.
Les recordaría que Jesús les había hablado del Espíritu Santo. Algo sabía ella al respecto. No debían desanimarse. Ella había recibido la visita de Gabriel, el ángel que venía en su nombre y, puesta su confianza en Dios, no se había negado a seguir sus designios. ¡Llena del Espíritu había sido capaz de hacer y resistir tantas cosas! No debían preocuparse demasiado. Debían volver prestos a casa y esperar. La promesa que les había hecho era un enigma, pero su Hijo nunca engañaba…
Y no se haría esperar demasiado, llegó cuando en Israel se celebraba una gran fiesta…
Me gusta recordar la Ascensión así, mis queridos jóvenes lectores, imaginando los comentarios que hacían de vuelta. Tuvieron tiempo de explicarse muchas cosas. Del monte de los olivos a la casa donde vivían, el camino podía durar aproximadamente una hora, tal vez algo más. Al principio todo era bajada, en llegando al torrente Cedrón, subida lenta, hasta el promontorio que hoy llamamos de Sión.  Allí, encerrados, miedosos, cobardes, pero humildes y en plan familiar, esperaron al Paráclito.
ANOTACIONES MARGINALES. Hoy en día se ha edificado todo el entorno de la Ascensión y una malla de caminos, calles y carreteras desdibujan su encanto. De época primitiva, se conservan paredes que delimitan un espacio. En el centro hay una piedra que cuentan fue la última que pisó nuestro Señor y hasta enseñan la huella. Estos muros sin techo son cosa hecha adrede, para que miremos al firmamento y pensemos en el Cielo. Como el recinto es propiedad musulmana y además exigen pagar entrada, las últimas veces que he ido por allí, no he querido adentrarme en el recinto de planta octogonal. El misterio lo puedo meditar desde fuera y nadie puede asegurarme que fue exactamente encima de aquella losa, donde pisó por última vez nuestro planeta.