VI Domingo de Pascua, Ciclo B
San Juan 15, 9- 17: Amor Gracia y otras hierbas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

El encuentro feliz de Pedro en aquel entonces fue con unos extranjeros, tan marginados socialmente como puedan estar hoy en día nuestros emigrantes o los funcionarios públicos venidos de fuera. El episodio ocurre en la Cesarea de la orilla del Mediterráneo, residencia del gobernador de la ciudad de Roma y puerto de mar. El Apóstol había acudido a la cita desde Jope, que actualmente es un barrio de Tel-Aviv. Estaba allí respondiendo a una visión sobrenatural que había tenido él mismo y a requerimiento de un militar, que también había gozado de una aparición.

Quienes esperaban la  visita eran gentiles, es decir, gente no circuncidada, pero Pedro, a pesar de ello, se siente a gusto en aquel encuentro. Les hablaría en arameo, metiendo alguna que otra palabreja  griega. Ellos, por el contrario, en griego, chapurreando algo de arameo, aprendido gracias a la convivencia. El Espíritu está por encima de las lenguas o, más bien, respetándolas, se salta las barreras idiomáticas y muchos otros muros más. La Fe no es monopolio de una nación, ni exclusiva de ninguna cultura o raza. Puestos a saltar, fijaos, mis queridos jóvenes lectores, que, dicho en cierto lenguaje actual, aquellos buenos hombres, recibieron antes la confirmación que el bautismo. Y, para más recochineo, lo recibieron sin seguir ningún curso de preparación. Digo recochineo, para fastidio de organizaciones organizadas de organismos, que se preocupan más de programar que de entusiasmar y contagiar la Fe. Pero si bien Pedro observa que el espíritu corre veloz, no por ello deja de ser fiel al encargo del Maestro. Les había dicho Jesús que fuesen a predicar, y lo estaba haciendo, observa las maravillas que allí se obran, sin que lo tuviera previsto y las acepta sin rechistar. Fiel al mandato del Señor, Cornelio, que así se llamaba el centurión, recibe el bautismo junto con su familia íntima y los amigos invitados, sin que se nos diga que fueron excluidos de ello los hijos pequeños. Es un aviso para la navegación de cabotaje, aquellos que dicen que no pueden ser bautizados los niños..

En la segunda lectura se habla de amor. En nuestros ambientes de hoy, también y mucho, demasiado a mi parecer. El texto de San Juan se escribió en griego y hay que tener en cuenta que  esta lengua precisa unos matices para este sentimiento, cosa que no ocurre en la nuestra, y los expresa con palabras diferentes. El amor del que habla la carta es el “agapé”, el amor de caridad, no el que resulta de un simple atractivo o de la novedad de un encuentro, que para eso tiene vocablos diferentes. Os sugiero que alguna de vuestras reuniones la dediquéis a la comparación entre el “eros” o enamoramiento, “filos” o amistad o, en cierta manera afición o apasionamiento por algo. Los tres aspectos son humanos y buenos, pero, el que recibe el elogio hoy, es el amor sobrenatural y es este el que nos permite conocer a Dios.

Añade además que la generosidad divina es tan sublime, que no recibimos su amor como consecuencia de nuestro aprecio, sino que somos amados por adelantado. El cariño de Dios se expresa en el sacrificio de su Hijo, que lo ofrece por nosotros aun antes de que empecemos a existir. A veces creemos que es suficiente con ser agradecidos, cosa que por otra parte no está mal, pero hemos de entender que el proceder amoroso de Dios, es muy superior al puro agradecimiento y  es su tarjeta de presentación.
El contenido del evangelio es del mismo tenor, aunque añade algunas precisiones, que me limitaré a apuntar. En muchos grandes depósitos se ponen aparatos que controlan y señalan la temperatura, la presión o el nivel del contenido. Si uno quiere saber si su alma goza del amor del que venimos hablando, debe examinar su comportamiento. Si en su vida cumple los mandamientos, es señal de que permanece en el amor. Porque no se trata de amar de cualquier manera, hay que amar como Jesús nos amó. Es preciso conocerle, aprender de su vida y extraer de ella el sentido, su manera, su estilo.

Situados en tal actitud espiritual goza uno del anuncio del Maestro: ya no sois mis servidores, sois mis amigos, mis confidentes. ¿conocéis alguna religión que haya dicho de Dios estas cosas? ¿sabéis de alguna religión que proclame que somos sus fieles compañeros de aventuras, comprometidos en sus mismos proyectos?