Solemnidad: Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B
San Marcos 14, 12-16.22-26:
Día del Corpus

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Conservo de esta fiesta ingenuos y felices recuerdos infantiles. Tengo muy presente que miraba y remiraba la Sagrada Hostia, situada en el centro de una espectacular y rica Custodia. Estoy refiriéndome a la procesión a la que siempre acudíamos en familia y con total respeto religioso. Nos arrodillábamos a su paso. Debo añadir que se repetía la experiencia al cabo de unos días, cuando se celebraba tal acto en un monasterio cisterciense, esto ocurría en Burgos y la tal comunidad era la de las Huelgas. Aquello era bonito, precioso. La Eucaristía también debía serlo, se nos inculcaba tal concepto, sin saberlo, mediante estas celebraciones. Vosotros, mis queridos jóvenes lectores, seguramente no habéis vivido momentos semejantes, pero cualquier día podéis gozar de esta realidad sacramental de Jesús, si os acercáis a un convento de adoración continua. Las podréis encontrar en el centro de vuestra ciudad, en el corazón del Pirineo, en un país pobre de África. O en Belén, muy cerca de donde apresuradamente pasan los peregrinos, o en Lourdes. Os advierto que este mensaje lo leerán, por ejemplo, en Burkina Faso, monjas que, cuando eran jóvenes, no se diferenciaban mucho de lo que ahora podáis ser vosotros.

¿No sería mejor que fundaran una ONG y enviaran dinero, medicinas, material escolar etc. A sitios tan necesitados y que tanto precisan las gentes del Tercer Mundo? Pues ya lo veis, muchos y muchas, piensan que no. Y son gente respetable. Están convencidos de que el Amor a Dios y el Servicio a los hombres, lo realizan, adorando la Eucaristía. Y no se trata de gente estrambótica. He conocido a un fornido vasco, que profesando en la Compañía De Jesús en el centro de África, decidió que su servicio misionero, lo cumplía mejor en la Cartuja y allí se fue.

Os he explicado todo esto para que os convenzáis de la importancia de la Eucaristía. Seguramente a vosotros lo que os inquiete, sea la cuestión de la presencia personal divina, en un minúsculo fragmento de pan. Es uno de tales misterios que existen. A muchos de vosotros, jóvenes de hoy, os interesa saber como funciona todo. Tal vez os atrevéis a despanzurrar vuestro ordenador, observando su interior, y os gustaría poder hacer algo semejante con una Hostia Consagrada. No es mala ocurrencia. Pero añado yo que, por mucho que miréis la placa base de vuestro PC, continuará siendo un misterio su funcionamiento. Y no por eso prescindiréis de él. Os pondré otro ejemplo, que tal vez solo os guste a los varones. Conseguid que un mecánico os enseñe el funcionamiento del diferencial de un coche. Os explicará como se mueven los satélites y los planetarios. Quedaréis fascinados, sin lograr entenderlo del todo. Al cabo de poco rato, olvidaréis lo aprendido.

Cuando marchéis del lugar en coche, no importa que hayáis olvidado como funciona el diferencial, lo importante es que toméis las curvas con pericia. El enigmático artilugio mecánico, funcionará por su cuenta y llegaréis a vuestro destino. Se acepta el mecanismo y se respeta y a uno le va bien. Algo parecido, y con todos los respetos, debe ocurriros con muchas cosas sagradas. Incluida la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo, en realidad sacramental.

Si no disponéis de ningún artilugio electrónico: calculadora, reloj o grabadora, viviréis sin duda, pero tendréis dificultad para resolver vuestros problemas escolares. Así una vida si Eucaristía no es imposible, pero si difícil.

¡Cuanta paja y cuan poco trigo! tal vez sea esta la opinión que tengáis de este mi mensaje- homilía. No niego que podáis tener razón. Pero quisiera que aceptarais mi esfuerzo para que el misterio que rodea la Comunión no os alejara de ella. En la vida ordinaria debemos aceptar muchos pequeños misterios, si queremos aprovechar los adelantos y vivir bien la actualidad. Os he puesto algún ejemplo.
Uno de los aspectos importantes  de la Eucaristía es que nos da buenos resultados. Que comulgando debidamente, se atesora vigor y se nota que uno goza de ayuda personal y personalizada. Nadie se explicará de donde sacáis la fuerza para ser constantes y fieles. Nadie entenderá como podéis ser felices en medio de tantas dificultades. Vosotros mismos quedaréis asombrados de que vuestra comunión se hace ayuda para tantos que esperan vuestros servicios.

No os oculto, mis queridos jóvenes lectores, que cada semana, después de haber clicado la tecla “enviar” de mi PC, me voy junto al Sagrario que está a pocos metros de donde os escribo a dirigir mi oración por vosotros. Y es que el sagrario no es solo estancia de Jesús entre nosotros para utilidad de prisioneros y enfermos, es también permanencia que facilita nuestra oración. Al día siguiente, en la celebración de la misa, envío al Padre Eterno, envuelto en el sacrificio de su Hijo, que se hace presente en el altar, mi súplica por vosotros. Estoy convencido de que os llegara ayuda, derivada de  esta presencia misteriosa, pero real. Si no hiciera esto, mi escrito sería una composición literaria, más o menos bien lograda.

Estas afortunadas dadivas se le ofrecen al hombre siempre. El día de Corpus las recordamos, como el buen mecánico revisa de cuando en cuando manuales, para ejercer mejor su oficio.