XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,1-6:
Achaques y pruritos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que a los mandatarios y otra gente ilustre, les gusta mostrar sus condecoraciones y contar sus hazañas con pelos y señales. La cosa es fardar, como se dice hoy en día. Suscitar, explicando hazañas, la admiración del público. Algo así debería parecerle que había hecho Pablo, cuando explicaba las experiencias sorprendentes que había vivido. La cosa es que quiso dejar las cosas claras y contar confidencialmente, algo de sus debilidades y de sus limitaciones. Y menciona una espina de satanás que le molesta. ¿qué era esto, se preguntan los comentaristas? Unos dicen que se trataba de ataques epilépticos. Otros que era malaria y que al sufrirla, le dolía intensamente la cabeza frontalmente, por aquello que dice a los gálatas “que estabais dispuestos a arrancaros los ojos para dármelos a mi”, otros creen que se trataría simplemente del agobio que sufría al pensar en sus planes nunca realizados totalmente. Vosotros sabéis que por mucho que hoy en día se diga que la ulcera gastro-duodenal la provoca un “bichito” llamado “helicobacter pylori” los factores psíquicos influyen mucho en esta dolencia, que provoca dolor principalmente en primavera y otoño. Esta particularidad hace que se recuerde con detalle cuando y como se presentó, de aquí que él se acuerde de las tres veces que ha implorado curación de esta dolencia. Son dolores que excitan los nervios y que los nervios a su vez provocan la excitación de las paredes del estómago que multiplican las molestias y se acompañan de mal humor y mal carácter, cosa que molestan al sujeto y a su entorno, disminuyendo la capacidad de rendimiento. No quería daros una lección de patología, perdonadme mis amigos, deseaba simplemente que supierais que un santo, no se ve privado de molestias, que le cuesta aceptarlas y que le sirven de antídoto contra el orgullo al que todos, también ellos, estamos inclinados. San Pablo, fuera la que fuese su molestia, hubo de aguantarla y, para lograrlo, se le dice que es suficiente la Gracia del Señor. Y es que un hombre débil y con achaques, que es fiel a lo que predica, convence más que un fanfarrón por abundancia de argumentos con que se arme. Sus dolencias, le ayudan a ser humilde y, desde esta actitud interior puede tener éxito.

Aunque vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no sufráis ninguna de estas molestias, estoy seguro que seréis capaces de entender lo que nos enseña este párrafo de la epístola a los corintios, que leemos este domingo.

¡Nos gusta tanto lucir una prenda con la etiqueta de un país de prestigio! Hay personas que parecen hombres anuncio. Pero anuncio en lengua extranjera, la que cueste más leer. Lo de casa, excepto si es para satisfacer el orgullo personal, no lo apreciamos. Lo que hace el vecino nadie le da importancia.

Jesús había adquirido ya cierta fama en la baja Galilea, cuando llegó aquel sábado a Nazaret. Los arqueólogos calculan que en el lugar vivirían cerca de 500 personas, una población por tanto, en la que todos se conocían. Compañeros y parientes, le habían tratado desde la infancia. Que no os desoriente lo de hermanos y hermanas de Jesús. La palabra del original, expresa familiar próximo, sin necesidad de que sea hijo de los mismos padres. Otros prefieren suponer que San José era un hombre viudo y con hijos, cuando casó con María. Tiene gracia la opinión, no lo dudo, pero resulta demasiado fácil, para solucionar posibles réplicas.
Sea como fuere la realidad allí esperaban una exhibición de prodigios a la carta y Jesús les decepcionó al presentarse y comportarse como un hombre normal y corriente, sin obrar espectacularmente. La actitud vulgar de esperar prodigios que causen sensación, única y exclusivamente, para llamar la atención y después medio atontados ser víctimas de engaño, no es cosa que case bien con el hacer del Señor. El milagro es una de las respuestas que Dios otorga a los que tienen Fe. Y allí el Maestro no la encontró aquel día. Se decepcionó, pero no se fue de su pueblo sin haber dado señales de lo que Él podía dar a la gente sencilla, desconocida, despreocupada. De mostrar su bondad a los humildes. El milagro, el gran prodigio, exige una actitud valiente de Fe, de otra manera no puede enraizar en la persona.

Quisiera que con sinceridad radical os preguntarais al llegar a este punto ¿Cuándo me quejo de que Dios no me quiere o no me ayuda, no será acaso porque no encuentra en mí confianza suficiente? Tratar con gente desconfiada resulta siempre molesto. Hay que empezar por ser acogedor, acogedor del Señor en lo más íntimo del corazón, para que allí Él obre milagros.

Lamentó su mala disposición pero no se hundió el Maestro. Marchó a otros lugares a continuar con su misión. Cuando os sintáis fracasados, recordad el episodio y valientemente trabajad por el Reino allá donde os escuchen. Es actitud que toman muchos valientes que se van a otras tierras, más o menos lejanas, a ayudar, enseñar y acompañar. El misionero es aquel que no deja que el desengaño le hiera e inutilice, es aquel que no se cansa nunca de ser generoso.