Solemnidad: La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (8 de diciembre)
San Lucas 1, 26- 38: Lo que nos faltaba

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Con cierta periodicidad, la mayor parte de nosotros, nos sentimos angustiados. Hoy estoy depre, decimos a nuestros compañeros. Otras veces la euforia nos embarga, sin saber porque. Pasamos de un estado a otro, la mayor parte de veces, sin causa conocida. Cuando estamos serenos, o creemos estarlo, nos preguntamos porque nos sucede esto.


La primera lectura de hoy, una narración preciosa, en forma de poema, lleno de ternura, que se inicia en el infortunio, prosigue en tremendo drama al borde de la tragedia y que acaba con un mensaje de esperanza, pretende darnos una explicación. Un hombre mítico, Adán, barro es el significado de esta palabra, ha sucumbido a las propuestas del maligno. Se las hizo primero a la mujer, míticamente llamada Eva, o sea fecundidad, que también había sucumbido. El tal repugnante personajillo lo describe el texto recubierto de serpiente. A nosotros no nos dice nada este detalle, pero por aquel entonces era muy importante hacerlo así. A este reptil, las civilizaciones colindantes le atribuían calidad divina, de manera que, de paso, escribiendo de esta manera, se destruía todo buen protagonismo del animal y su consiguiente idolatría. A nadie de nosotros se nos ocurre pensar que una culebra pueda ser un dios, pero os lo he contado, para que entendáis el porque del disfraz escogido para el enemigo tentador. Sí, sucumbieron y en consecuencia se vieron indefensos, como si desnudos estamos, nos vemos sin protección del frío, de los agresores, de las miradas deshonestas. El pecado lesiona gravemente al hombre.


El drama os he dicho, mis queridos jóvenes lectores, estuvo a punto de convertirse en tragedia. Dios acude a hacer justicia y dicta sentencia. No es un veredicto de condenación perpetua. Anuncia un indulto que vendrá. De alguna manera, la humanidad ya empieza a gozar de este indulto. Expulsados del Paraíso, marchan esperanzados. No lo olvidéis vosotros, cuando os sintáis excesivamente culpables. Tal postura, la desesperación además de ser inútil, implica orgullo, se lo advertía Santa Teresa de Lisieux a un familiar.


La narración evangélica de hoy la he leído centenares de veces. La he contemplado plasmada en obras artísticas, otras tantas. En el lugar donde ocurrió la Anunciación, he estado en muchas ocasiones y ha vivido muy cerca durante unos cuantos viajes. Cuando tenía 14 años, un buen sacerdote, nos contó que en Nazaret había un altar con una estrella donde ponía: aquí, de María virgen, el Verbo se encarnó. Me propuse entonces que algún día lo visitaría. No lo conseguí hasta los 40 años, pero se me ha concedido la gracia de poder estar allí, de rezar con calma y de celebrar misa. Es un lugar que la más exigente arqueología, no duda de que sea auténtico. Emociona, pues, cargado como está de energía espiritual, que aun perdura.


Acababa la narración del Génesis, la primera lectura de hoy, dando un atisbo de esperanza. Acaba la descripción evangélica de Lucas, anunciando que se inicia la salvación. Es consecuencia del bien hacer de Dios, de sus buenos deseos para la humanidad, pero también se hace posible, porque una chiquilla, preciosa joven, llamada María, de no más de doce años de edad, dice que sí a Dios. Poco sabía ella de sí misma, tan modesta como era, no pretendía trofeos, pero poseía el don más precioso que se pueda tener: era inmaculada total, es decir, carente del todo de malicia. No conocía, ni conoció el rencor, no era ambiciosa ni mal intencionada, no estaba infectada de deshonestidad, no había acudido, ni acudió después, a la mentira, no deseó nada que no le fuera dado gratuitamente por Dios. Tan larga parrafada mía, la dice con exactitud y brevedad, el texto de Lucas: estaba llena, más exactamente repleta, de la Gracia de Dios.


Acabo con una reflexión que quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que os hicierais hoy y siempre: lo que importa es decir sí al Señor, cada uno a su manera. El resultado de nuestra docilidad, solo Dios lo conoce, pero con seguridad, cuanto más fidelidad aportemos, más grades serán los resultados.