Solemnidad: Natividad del Señor
Misa de medianoche (Misa de Gallo)
San Lucas 2, 1- 14:
Honradez, sinceridad, bondad

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Os escribo hoy, mis queridos jóvenes lectores, cuando aun faltan unos cuantos días para la Navidad. Son unas fechas que no podríamos ignorarlas aunque quisiéramos. Se habla de ellas al despedirse, al comentar la carestía de la vida. Se las utiliza para acelerar y aumentar el consumismo. Se supone que son días de alegres vivencias, convivencia familiar, regalos y buenos deseos. Se da por supuesto, sin que nadie lo discuta.


La vida humana no está programada por el hombre y ni transcurre siempre a su gusto. No ignoraréis que, sin quererlo, y con frecuencia sin esperarlo, se viven situaciones no deseadas. Cerca de nosotros se padece hambre, alguien sufre una cruel enfermedad, otro ha muerto. Vivo cercano a situaciones de estas, pero no seré yo quien diga: ¡que tengan que ocurrir precisamente estos días!., como tantas veces se oye. El dolor, espiritual o corporal, siempre molesta. El dolor sinsentido, incomoda y lesiona siempre. También en Navidad. Lo que ocurre, y ya os lo adelanto, es que lo que celebramos los cristianos, sin quitarlo, puede iluminar y dar sentido a este dolor.


Os puede ocurrir que no se lo encontréis a estas celebraciones. Que os indigne que se aprovechen aquellos que en su vida diaria, están muy alejados del Evangelio. Seguramente os han explicado con detalle el origen y evolución de la conmemoración, aquello de las fiestas romanas, de las etapas solares, de los cultos a Mitra, etc. Posiblemente os han contado muchos detalles del porque se escogieron estos días, sin que hayan puesto tanto empeño en explicaros el contenido espiritual que albergan, llegáis a pensar que ya no sabéis en qué creer. Que ya no tengáis ganas de creer. Que casi caigáis en un estado anímico lamentable, como el de la canción “Triste Navidad”.
Os escribo a vosotros que no queréis caer en el conformismo, aunque no os arrastréis todavía sufriendo hastío. Os advierto y os quiero recordar ahora, que Jesús en una ocasión, dijo: no podéis servir a dos señores, es preciso escoger entre Dios y el dinero. Pues bien, sin querer rectificar lo dicho por el Señor, quiero añadir, para trasladar lo dicho a la realidad de hoy, que hay dos tendencias, dos fuerzas, entre las cuales se tensa nuestra vida. La fuerza de la Fe, y el ambiente aburguesado, que invade todas las esferas de nuestra existencia. No se puede vivir cristianamente, aceptando sin rechistar los criterios burgueses. Hay que escoger y toda opción supone una renuncia.


Navidad es una realidad histórica que a nosotros los cristianos nos compromete y exige que vivamos esta fiesta de acuerdo con sus contenidos. Si hay que romper con costumbres arraigadas, pues, se rompe. No hay derecho que el hijo que ha proclamado su falta de Fe y estos días dice que él se va con su chica a esquiar, que ya cantará lo de “dame la bota maría, que me voy a emborrachar” como cada año, que comerá turrón en el albergue y beberá espumoso, a este se le acepte. Que insolentemente les eche en cara a sus padres, que es en lo único que consiste su navidad y le toleren sus bravatas, aplicando reglas de respeto a la libertad, el que son las costumbres de la juventud actual y demás lindeces. No hay derecho, vuelvo a repetir, que en cambio a la hija sinceramente cristiana, al hijo que pretende vivir honradamente sus creencias, le exijan continuar costumbres de comida, de encierros domiciliarios, como se le obligaba en la etapa infantil de su vida, que tal vez fuera correcto que entonces se lo le exigieran, pero que no son de su horma, que no responden a su situación personal. Os sugiero, como ejemplo concreto de celebración navideña, que paséis la noche con un enfermo que requiera compañía. Este ejemplo lo he vivido en una ocasión en que el inválido era un profesor, víctima de accidente. Fue una Nochebuena que nunca he olvidado, repleta de misterio y de la ternura que hube de proporcionar a aquel que tanto me había enseñado. Acudir a un asilo o residencia a alegrar con cantos, chistes y juegos, a los ancianos olvidados de sus nietos. Convocar una reunión para comentar realidades de hoy en las que nace Cristo, aportando cada uno algo propio del país en el que ha pensado (Mate, quien quiera recordar a latino América. Migas, quien piense en los pastores de la mesta, que le sugerirán los beduinos de otros continentes. Dátiles, higos y pasas, recordando al Pueblo Escogido, que disfrutó de la dulzura de estos frutos en la Tierra Prometida etc.) Escójase para la velada un puñado de villancicos, desde Campana sobre campana… hasta el Cristo de Palacaguina. Desde fum, fum, fum… hasta Noche de paz. Desde Adeste, fideles… hasta la canción de cuna de Brahms etc.) Son sugerencias, vosotros sabréis escoger lo que más os guste y os ayude a celebrar con honradez la universalidad de la Navidad


Me entran ganas de gritar un manifiesto que diga así: ¡jóvenes, chicos y chicas cristianos, uníos para celebrar con sinceridad, probidad y alegría la Navidad!
Desde esta situación de autenticidad que quisiera tuvieseis, os invito a reflexionar, brevemente, sobre la enseñanza litúrgica de los textos de esta noche.


Estamos viviendo últimamente situaciones de pesimismo, los cambios climáticos, la bancarrota económica, el desplazamiento de los mercados proveedores, corrupción en el poder, todo contribuye a que veamos un futuro muy negro. No obstante, son validas las palabras del profeta Isaías y las de San Pablo: algo bueno, algo excelente, está naciendo.


Cuando plantamos una semilla, el resultado no depende de su tamaño. De la patata más grande, sale una planta que no supera el metro de altura. Del más pequeño piñón, brota un árbol, de cuya madera puede construirse un barco que surque el océano y llegue a lejanas tierras. Es la grandeza de la pequeñez. Así lo es la del Niño que se nos anuncia. Del Niño que nos llegó hace dos mil años, que nos está llegando cada día. Sólo es preciso acoger y aceptar, para que Él nos acompañe y con Él realicemos grandes cosas.


El texto evangélico nos quiere situar con exactitud el nacimiento de Jesús, la exactitud como se expresaba en aquel tiempo. Fue en un lugar determinado y un día concreto, es importante saberlo. Hace años, le ofrecía ayuda a una misionera en el Japón y contestó: en aquel país yo no necesito dinero, pero estas figuras que me das, me serán muy útiles. Allí Belén, suena como aquí “el país de las maravillas” y el tiempo del nacimiento como el nuestro “de maría castaña”. Yo podré decir: un amigo que estuvo en la ciudad de Belén, las compró para mí y al verlas los chiquillos, estarán seguros de que existe lo que cuentan los cristianos. Se trataba sencillamente de las típicas imágenes de José, María y Jesús, hechas con madera de olivo.


Nace Jesús con sencillez, pero no olvidado de los suyos, esperado, preparado lo que de inmediato va a necesitar, es decir, ropa. Deseado, no simplemente tolerado. Si hubiera habido fastos con motivo del acontecimiento, hubieran desdibujado lo que el Niño preparaba para su vida adulta. Así que vosotros debéis celebrar la Navidad sin deteneros. Lo más importante de este Chiquillo, vendrá mas tarde. Ahora es preciso aprender urbanidad sagrada. Pobreza, que no indigencia. Ingenuidad, que no necedad. Amor, que no es simple apego. Son algunos detalles de educación espiritual, que nos enseña el texto de Lucas. Vendrá día que se hará mayor y se convertirá en nuestro amigo.


Si sabemos jugar el prodigioso deporte de combinar realidades pasadas y celebraciones litúrgicas que lo hacen presente, sentiremos un gozo interior inmenso que tal vez muchos que con nosotros viven, no sepan comprender.
Deseo que vuestra celebración de la Navidad, que debe ser gozo de cuerpo, espíritu y alma, os llene de felicidad. Desde ahora pido a Dios que lo podáis conseguir. Pedid vosotros que también lo sea para mí.