Solemnidad: Natividad del Señor
Misa del día
San Juan 1, 1-18: Día de NavidadAutor: Padre Pedrojosé Ynaraja
Si para la celebración nocturna hay exclusivamente un conjunto de textos, para la del día, difieren si se trata de la aurora o del mediodía. Creo que hoy en día, la vida moderna, no nos permite demasiados distingos y precisiones. Me voy a imaginar que vosotros, mis queridos jóvenes lectores, asistís, celebráis, la misa, por la mañana y se han escogido los textos de la del amanecer.
Vosotros sabéis cómo mejora una presentación si se ofrece en tres dimensiones.
Más aun, si somos tan afortunados que se nos aporta una holografía. Algo así, en
el terreno narrativo, pretende el evangelio de Lucas. Nos cuenta un hecho
histórico, es decir, ocurrido en el espacio y tiempo, pero le añade otras
coordenadas, de categoría trascendente. Me explicaré.
En el cenit está Dios, dirigiéndolo todo. Contempla, más que ve. Acciona, no se
contenta con ser vulgar mirón.
Entran en escena los ángeles. Proclaman un mensaje de esperanza. Su lenguaje no
es el de los políticos. Ellos siempre están lamentando lo de sus rivales y
prometiendo lo que sabemos, no conseguirán. Estos enviados de Dios, proclaman y
trasmiten con alegría un anuncio divino que, llegado de Él, que sabemos nunca
engaña, por difícil que sea entenderle, le llena de regocijo. Cantan un himno
los “extraterrestres”. Fue el primer villancico que se escuchó en la Tierra. El
manifiesto va dirigido a gente marginada. Pese a que los ancestros de Israel
fueran beduinos, la concentración urbana, el comercio y la dedicación al cultivo
de los campos de cultivo, que son inamovibles y bastante más seguros que los
rebaños, que pueden ser exterminados por las alimañas, habían expulsado a los
pastores de la vida social y, de alguna manera también, desprestigiado.
Evidentemente, no podían ellos cumplir con el descanso del sábado, ni tampoco
acudían a la sinagoga. Los corderos que proporcionaban al pueblo era la
predilecta ofrenda en el Templo de Jerusalén. Sin ellos no sería posible la
Pascua, pero la gente a esto, no le daba importancia. Como a los pastores, nadie
les hablaba, los rabinos y los agitadores del populacho, prescindían de también
de ellos. Pero Dios que no los olvida, les comunica, mediante la aparición de
sus mensajeros, su más apreciado secreto: ya ha nacido el Salvador, el suyo y de
los demás. Y a continuación les invita a ir a su encuentro, a saludarle. No se
trata de pensar y creer, mientras se vive acomodadamente, sin preocuparse de los
demás. No se trata de enterarse de la noticia, hacerla suya con satisfacción,
para lucir posteriormente medallas de olimpiada espiritual. Hay que salir de uno
mismo, marchar, huir de la vagancia. ¿Desplazarse a donde? En nuestros tiempos,
les hubieran dado la dirección postal de la mansión, o las coordenadas
geográficas, dictadas por el GPS. Nada de esto existía entonces. Ahora bien, lo
que les explican es suficiente. No olvidemos que lo que ocurrido sucede en
Belén. El Salvador, el chiquirritín como le llama la canción, está descansando
acostado en un pesebre, el detalle ya es apto para ellos. Ya se espabilarán. El
Señor quiere compartir con gente astuta.
Acuden, encuentran y comparten. Comparten hablando con María y José. Al Niño se
contentarían con verle. Pero como fue una mirada contemplativa, quedaron
cautivados y no pudieron marcharse del pueblo en silencio, sin contárselo a
nadie. Antes de encontrase con sus rebaños, contaron a los vecinos, lo que
habían experimentado y visto. Haberse enterado les convertía en gente
afortunada, por más que el vulgo los ignorase, y no querían reservarse su
riqueza espiritual.
María, sin duda, hablaría también con ellos y lo que sabía, más lo que oía, lo
iba metiendo en su corazón, profundamente, muy bien guardado y protegido. No
para su exclusivo goce. Más tarde serviría para acompañar a los amigos de su
Hijo, para ampararle a Él, asociada a su misión salvadora, allá en el calvario.
Navidad es regalar genuinos presentes, no objetos de compromiso. Navidad es
compartir. Dios habla, pero no es un charlatán.
Navidad es cosa sensata, que aceptada, meditada y viviendo en consecuencia,
deviene seria felicidad, dispuesta para adentrarnos en la dicha eterna.