II Domingo despues de Navidad
San Juan 1,1-18:
Nuestro Dios es comunicativo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

El prólogo o inicio el evangelio de san Juan, os puede parecer un galimatías. En primer lugar debéis saber, mis queridos jóvenes lectores, que cuando uno lo ve por escrito, Palabra, este término, lo ponen los editores actuales con mayúscula, y algo debe enseñarnos este proceder. Trataré de comentároslo a mi manera, no esperéis disquisiciones teológicas, que no es este el lugar de hacerlo .


La Divinidad, Padre(Abba)-Hijo Unigénito-Espíritu(Santo), decidió hacerse presente en el planeta Tierra, ponerse en comunicación íntima con los que en él estaban. La más simple toma de contacto, supone dirigir un vocablo a quien se quiere entrar en contacto. Pronunciar una palabra. No un mensaje cifrado, o sms, o un silbido, que todo ello puede crear confusiones. Dios mismo decidió hacerse Palabra viva, humana, expresiva, determinante. Así empezó la Revelación. El libro de Génesis nos dice que el inicio, el balbuceo, ocurrió en el lugar santo de Siquem (Ge 12,6). Abraham lo escuchó y se avino a conducir su vida de acuerdo con aquellas misteriosas palabras escuchadas y por ello, de inmediato, le contesta con un sacrificio, bajo la encina de Moré. Era la única manera que tenía de expresarse, el sacrificio era el único lenguaje que podía utilizar.
Pasaron los años y Dios quiso hacerse comunicativo sin interferencias. Si había empezado a manifestar los secretos de su más íntimo ser, ahora se haría compañero de viaje, de aventura, de propósitos … El proyecto era apasiónate, a Dios le ilusionaba y vino a ponerlo en práctica. Vino a aproximarse a los que consideraba que eran los más suyos. Como un familiar que ha amasado una gran fortuna en el extranjero, decide ir a encontrarse con sus parientes y escoge los de familiaridad más próxima. Pero estos afortunados, no le recibieron. ¡Qué lamentable fue su actitud!


Probó suerte con otros, pero antes envió a alguien que le presentara como amigo, fue Juan, un hombre impresionante, nacido en un villorrio, entrenado en el desierto, de vida austera y de palabra audaz.


El resultado fue que algunos le aceptaron, que le acogieron como vecino de camping, como amigo. Se alegró tanto nuestro Dios-enviado, que premió a estos que le habían hecho su amigo, con la mayor fortuna que uno pueda imaginar: convertirse en hijos de Dios. Los tales, nos advierte el evangelio, no lo han sido por herencia genética, ni por identidad nacional, ni por categoría social o económica. Fue por pura gracia, gratuitamente.


Cuando afirmamos que Dios se ha revelado a la humanidad, estamos diciendo, en otras cosas, que Dios se ha comunicado. Ser persona cerrada, reservada, habitante de una isla fabricada por uno mismo, es levantar un muro que dificulta la comunicación personal, también la divina.


Este Dios-Palabra se definió como verdad y algunos, también entre la gente de misa, han escogido la reserva, la prudencia. Por mucho que os lo aseguren, aunque veáis que da resultado inmediato, no os dejéis engañar. Sed sinceros, comunicativos, que la gente os conozca y pueda confiar en vosotros. Haciéndolo así le imitáis a Él. (Acordaos que se definió: soy el camino, la verdad y la vida. (Aunque algunos quieran modificar el Evangelio y parece que hubiera dicho el Maestro: yo soy el camino la restricción mental y la vida. Y los tales se sienten muy cristianos al obrar según este criterio. En consecuencia, los que quieren enmendar a Dios, muy pronto desfallecen).


Hay que arriesgarse, hay que ser audaces. Oiréis que algunos dicen: a Dios nadie lo ha visto y yo si no veo no lo creo, y no les falta razón. Lo que pasa es que quien se atreve a creer en Jesús, se encuentra un día, que sin casi notarlo, se lo ha dado a conocer. Más que ver, que la vista también se equivoca, siente el Amor, tiene la convicción de ser tenido en cuenta y aceptado por el Ser Superior que estaba buscando. Y la experiencia de amor es la mejor prueba, la más segura, de existencia. Ningún enamorado necesita documentos judiciales de que la enamorada existe, es suficiente y seguro, saber que le aman.