La música de navidad

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: En torno a Adviento y Navidad

 

 

En el entorno espiritual de la Navidad han surgido una multitud de composiciones poéticas y musicales. Se puede afirmar que en los pueblos europeos y americanos, dicho de otra manera: en la cultura occidental, si se puede hablar de las costumbres culinarias y artísticas o artesanas peculiares de cada lugar, con toda seguridad también encontraremos en cada rincón un folclore musical propio de estos días. Esta universalidad, riqueza y diversidad, es una prueba de lo hondo que ha calado en el pueblo la Navidad. Si bien los mojones que delimitan el contorno esencial de la Fe cristiana son: la creencia en un solo Dios, en tres Personas, la Encarnación y la Muerte y Resurrección de Cristo, verdades que vemos profusamente plasmadas en pórticos, retablos y capiteles, el encanto navideño se expresa también en sencillas y preciosas melodías que llamamos comúnmente villancicos o en composiciones poéticas, desde sonetos a extensos poemas o ingenuos cuentos, que se extienden por doquier vayamos. En nuestra maltrecha cultura religiosa, todavía es posible escuchar estas canciones un año detrás de otro en repeticiones, renovaciones y harmonizaciones nuevas y antiguas. Será difícil encontrar un cantante que no incluya en su elenco un antiguo o renovado villancico. Esta es una realidad que no podemos olvidar, que debemos conservar sin permitir que se degrade su calidad, tanto de la letra como de la música. En este aspecto hemos de reconocer que si bien el tono medio es correcto, se dan, no obstante, los dos extremos en uno u otro campo. Sonetos de Navidad de un gran calado teológico, difícil a veces de entender por el sencillo pueblo, junto a tonterías de hasta mal gusto o contenido teológico incorrecto, por muy conocidas, repetidas y aceptadas que puedan estar. En la vertiente musical se da el mismo fenómeno. Un “Mesias” de Handel exigirá, para su ejecución una masa coral e instrumental de calidad y un lugar para la interpretación de grandes dimensiones y excelente acústica. El pobre villancico popular, en cambio, lo puede cantar con candor junto al belén familiar una piadosa madre con sus hijitos sin importar demasiado que equivoque alguna nota. Hoy en día se encuentran grabaciones discográficas en gran cantidad, parece que el más elemental conjunto o la más simple coral parroquial de una aldea se vea capaz de grabar su CD, con melodías de cualquier origen y acompañadas de los más exóticos instrumentos. Si bien la calidad no es siempre la misma en todos los casos, esta diversidad de procedencias tiene la ventaja de teñir de religiosidad a un país que a lo mejor sólo era conocido por sus monumentos, playas o paisajes. Y así La Camarga no es sólo tierra de caballos blancos y marismas sino también lugar donde se canta la Marcha de los Reyes Magos. Alemania la tierra  de donde salió la preciosa melodía “Noche de paz”. De Cataluña se sabrá procede el precioso “Cant dels ocells”, de Andalucía la ingenua “Campana sobre campana” etc. La audición o interpretación de estas canciones es, de una manera implícita una lección de catolicidad, una muestra de la universalidad de nuestra fe. 

Las canciones, por muy populares que sean, aquellas que rayan el mal gusto o cuyo contenido sea, de alguna manera, perjudicial para la pedagogía religiosa han de olvidarse o incluso, si se trata de celebraciones litúrgicas suprimirse totalmente. Ni interesa proclamar que brincan y bailan los peces en el río ni, mucho menos contar que se acerca un demonio con el rabo cortado. Con el diablo nunca se debe bromear, como nunca se puede frivolizar la borrachera. Ni el consumo de drogas. Son detalles insignificantes pero que dejan huella y aparecen consecuencias de ellos en edades adultas. El villancico generalmente se aprende en la infancia y es importante que además de ser alegre sea piadoso o por lo menos que su contenido cristiano sea correcto. 

En el otro extremo de lo dicho están las composiciones de música selecta  aptas para audiciones en locales de buena sonoridad y ambiente y cuya letra se debe facilitar a los asistentes para identificarse con el contenido religioso y captar mejor su belleza. Porque no hay que olvidar que el mensaje de Navidad es de un gran contenido teológico y de una encantadora estética en todos los campos de las artes. Ejemplos de esta música son desde el Gregoriano hasta el Mesías de Handel, pasando por el mismo Akatistos. Ciertas piezas, por su brevedad, pueden incorporarse a determinados momentos de la liturgia en aquellos casos en que la comunidad esté preparada y permanezca en silencio reverente, por ejemplo en los momentos meditativos posteriores a la comunión en la Misa del Gallo. Estoy pensando en el mencionado “Cant dels ocells”, en la Canción de cuna de Mozart o en la de Brams., alguna cantata de Bach... 

Debe tenerse presente que unas cuantas canciones son, no sólo de calidad reconocida sino de conocimiento universal y por ello deben tener siempre preferencia, ya que así pueden ser cantadas por personas que han llegado de fuera y en la canción se sienten incorporadas a la comunidad. Ejemplos de ello son la ya mencionada Noche de Paz y el precioso Adeste fideles, cantado precisamente en latín, para que nadie se lo apropie y todos lo puedan sentir como suyo. 

¿Qué hacer con canciones que se consideran tradicionales, que son muy queridas y conocidas y cuya ausencia u olvido serían causa de pena nostálgica por parte de gente mayor, pero que uno reconoce que nada aportan a la vivencia cristiana y cuyo único valor sea el folclórico? Mi convicción es que no deben enseñarse a los niños. Estamos en una etapa histórica en que es fundamental que todo lo que se ofrezca en la época de formación religiosa tenga un contenido, una enseñanza sólida y útil para la vida juvenil y la adulta y pueda ser contrastado con dignidad con los compañeros de colegio o de juegos que pertenezcan a otras religiones. No obstante lo dicho, no se deben condenar a la hoguera, pero deben relegarse a conciertos de adultos que los gozarán por su calidad y como tradicionales de un pueblo que no era demasiado versado en teología. (para que se entienda el sentido diré que es algo así como cuando uno presencia el ballet “El lago de los cisnes” que acepta el valor del amor, de la fiesta etc pero que no cree para nada en la mitología germánica. 

Volviendo a la cuestión de la universalidad de las melodías navideñas no se deben olvidar aquellas que nos llegan del Tercer Mundo y que fácilmente podemos conseguir en grabaciones discográficas, desde las propias de la América Latina hasta las procedentes de las comunidades afroamericanas, los preciosos Espirituales Negros.