Noe

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: En torno a Adviento y Navidad

 

 

1.- REFERENCIA BÍBLICA  Ge 6-8

 

2.- RELATO SIMPLE

 

Los hombres marcharon lejos y el mal se fue también con ellos. El pecado fue ensuciándolo todo. Dios quiso empezar a limpiar la humanidad y se fijó para ello en un hombre y su familia, los únicos que se habían conservado honestos. Ellos iban a ser la semilla de una sociedad nueva, después de la purificación que preparaba. La narración de esta depuración colectiva nos ha llegado no solamente por la Biblia, sino también por otros conductos, más o menos legendarios, procedentes de culturas paralelas. En la epopeya llamada de Guilgamés es donde se encuentra un relato más parecido al nuestro.

 

Dios encomendó a Noé, el hombre bueno, que hiciera una gran barcaza, apta sólo para flotar, ya que no le sería preciso navegar, y que metiese dentro de este gran arcón una pareja de cada una de las especies animales que no eran capaces de vivir en el agua. No fue necesario capturar peces, ni cazar mosquitos. Se desató una gran tempestad. Le llamamos Diluvio porque llovió muchos días seguidos. Todo ser viviente incapaz de permanecer en el agua murió ahogado. Finalmente un día escampó y Noé saco por una ventana una paloma, pero como todo era agua y no podía pararse en ningún sitio, volvió enseguida a descansar con la familia. Pasó un tiempo y la volvió a soltar, tardó algo más en volver y traía en el pico una ramita de olivo. Noé supo entonces que la paz había vuelto a la tierra y salió fuera, él, con los suyos y las bestias. Tan pronto pisaron tierra firme levantó un altar y ofreció un sacrificio en acción de gracias por haber sido ellos, precisamente ellos, salvados del Diluvio. Dios prometió que nunca jamás se volvería a repetir un tal evento y le dijo que el Arco Iris sería un símbolo de este su propósito, nunca más se destruiría la humanidad.

 

 

3.- RELATO "NAIF"

 

Un día Dios se sentía "depre", sentía melancolía o, mejor dicho, no era un día, era un siglo, que para nosotros es mucho, pero para Él no es nada. El hecho es que lo veía todo negro, fijaos bien, lo veía negro, Él que es todo luz. No había hecho las cosas tan mal, pensaba. ¿Donde se había quedado la esperanza de Eva? Con su linterna, una estrella cualquiera de las que hay por el universo, buscaba y rebuscaba sin encontrar a alguien que fuera bueno. Por fin descubrió en un rincón de una hondonada, a un hombre, un buen hombre, dicho en el buen sentido de la palabra, acogía en su casa a tres chiquillas para que fueran esposas de sus tres hijos y él, con su esposa a su lado les hablaba quedamente de bondad, de amor y de paz. Lo debía hacer de tal manera pues de estas cosas sus congéneres habían renegado. Dios se enterneció al verlos, como un abuelo cuando tiene junto a sí a su nieto preferido, y sintió un gran amor por ellos en lo más íntimo de su corazón. Quiso librarlos de la violencia que les rodeaba, quiso limpiar el mundo, para que quedase como ellos se merecían. Pensó en hacer borrón y cuenta nueva, como se dice vulgarmente.

 

Dios se entusiasma pronto y como no es capaz de guardar dentro de sí, y para sí, sus proyectos, se los confió en voz baja a este buen labriego. De ahora en adelante al escogido le llamaremos por su nombre de pila, perdón por el anacronismo, que aún nadie había sido bautizado y no es apropiado hablar de esta manera, simplemente será Noé a secas. Debía montar una gran arca, llenarla de pájaros y de todo bicho de los que corren y se arrastran por el suelo. Debía proveerse de alimentos para una larga temporada. Dios haría lo restante. Era preciso confiar y dejarle obrar a su manera y seguir fielmente las instrucciones recibidas. Cuando todo estuvo dispuesto y llena hasta los topes la gran arca rechoncha, se metieron como pudieron los humanos y cerraron herméticamente las compuertas. Empezó entonces a llover a cántaros, fue un gran chaparrón, un aguacero inmenso, un día después de otro, sin parar. Nunca se había visto cosa semejante, de aquí que se le llame a este fenómeno el Diluvio Universal, para no confundirlo con las tormentas pasajeras de nuestros veranos, que nunca son de tanta intensidad.

 

El agua limpia, purifica, lava profundamente, así que después de cuarenta días de estar en remojo apareció a los ojos de Dios una Tierra nueva, como la que un día había creado para Adán y Eva. Recibió Noé este nuevo mundo como un regalo, se le aumentaron las prerrogativas de dominio sobre los animales, se sintió entronizado en una naturaleza exuberante, se alejó toda inquietud y noto en su corazón y en su mente la felicidad más grande. Levantó con los suyos un altar y ofreció un sacrificio de acción de gracias al Altísimo. Dios se alegro de su gesto y volvió el optimismo a su infinito Ser, de manera que, como se sentía muy contento tejió una diadema y la colocó en el cielo. La urdimbre era de luz, de siete colores nada menos, la trama de pelos de la barba del sol, el cual furtivamente se había atrevido a introducirse por detrás a contemplar boquiabierto el minúsculo prodigio. Por ser esta la mezcla nadie debe extrañarse al ver la inmensa guirnalda, de una perfecta curvatura circular. Diadema, guirnalda o collar, según se contemple, fue un regalo, una prenda, un pacto, ofrecido por Dios en señal y compromiso de perpetua amistad. Dios vería, a partir de entonces, a la familia humana a través de aquel arco triunfal que les había regalado; de aquí que Noé, pillo como era, no se lo guardó en un armario de su casa, que a lo mejor, o a lo peor, sus descendientes olvidarían su utilidad, lo que hizo fue colgarlo en el cielo, alto, muy alto, donde nadie pudiera alcanzarlo, era el lugar más apropiado para que el Señor lo tuviera siempre en cuenta. Dios sonrió satisfecho, a partir de entonces la humanidad existiría siempre, permanecería, se conservaría. Se comprometió, se puso a favor de la vida humana. Mientras los hombres fuesen capaces de vestirse con aquel majestuoso tejido de los siete colores, Él los protegería.

 

Y Noé aquella noche se fue a dormir en paz. Soñó un mundo nuevo donde el agua convertía a los hombres en seres diferentes, iluminados por el Espíritu de Dios, "hombres bautizados" sería su nombre, pero él esto no lo sabía, los veía, eso sí, diáfanos, con la sonrisa en los labios, y se dormía cada vez más profundamente y con satisfacción roncaba de gozo. Nunca jamás, ni él ni los suyos, que por otra parte eran los únicos habitantes de este mundo, no sufrirían un diluvio. Nunca jamás los hombres con este regalo que del Cielo habían recibido y en el cielo lo tendrían bien guardado, llegarían a ensuciarse del todo, su maldad nunca penetraría en la raíz, siempre habría en él algo que pudiera regenerarse. Dios siempre encontraría alguna excusa para amarlos. Podía dormir tranquilo y en paz, aquella sí que era una noche mágica.

 

Sí, durmió bien, pero al día siguiente su familia quiso gastarle una broma y él incauto cayó en la trampa; de Noé, el hombre prodigioso, se nos dice que fue el primer borracho, pero de eso ahora no hablaremos, hay que respetar su memoria y ser discretos.

 

 

4.- INVOCACIÓN A NOÉ  

 

¡Oh! Noé, al dirigirme a ti me siento avergonzado. Diré sinceramente que te tenía completamente olvidado. Eras como ese pariente lejano que vive en América y que nada significa en nuestra vida.

 

Mira, Noé, el Diluvio había sido hasta ahora para mí como una leyenda. Tal vez sea porque las ilustraciones plásticas que del fenómeno he visto eran barrocas, anacrónicas, teatrales, rocambolescas. Si algún día he pensado en el Diluvio ha sido más para establecer relaciones con otros relatos, para considerar su posible extensión, su potencia, o la cantidad de hectómetros cúbicos de agua que pudieron caer. Hasta ahora he olvidado la misión purificadora que tuvo el agua, había olvidado también lo que es más importante: que Dios quiso, que aún quiere, que desea, una humanidad limpia. Me siento avergonzado porque he leído con fruición narraciones de aventureros que aún hoy en día buscan restos de tu arca y no me he preocupado de descubrir el sentido de protección, de caricia paternal, que fue para ti. Y me debo identificar contigo pues lo que fue para ti el Arca, lo es para mí la Iglesia y de esta, lamentablemente, también me olvido muchas veces.

 

Mira, Noé, tu gesto, lo primero que hiciste al poner tus pies en tierra firme, tu afán de levantar un altar y de ofrecer un sacrificio a Dios, me enseñan que debo ser un hombre agradecido, adorador reverente de nuestro común Dios. ¡Pienso tan poco en Él! Tú tuviste el acierto de acordarte y con ello acelerabas la llegada del Adviento de la historia humana, arrebataste al Señor una promesa de vida. Gracias a tu proceder Dios se definió completamente en este aspecto: se ponía a favor de la existencia, nunca mas ocurriría, por su querer, un tal parecido fenómeno devastador.

 

Mira, Noé, yo sé que los antiguos creían que el arco iris era un arco, un arma terrorífica de los dioses guerreros, apuntando amenazantes a la humanidad asustada y temerosa. Tú hiciste que se proclamara a los cuatro vientos que se trataba de un símbolo de bien, la paga y señal de un pacto eterno de paz y bondad. Perdóname, Noé, yo que lo veo con frecuencia, que piense sólo en el fenómeno físico de refracción de la luz que científicamente lo es, en el prodigio natural que me es dado contemplar, en un fantástico efecto majestuoso de belleza. Pienso en estas cosas y me siento satisfecho y no me sumerjo en el profundo significado que para nosotros debe tener. Soy, ya lo ves, un frívolo observador del Universo.

 

Mira, Noé, yo te admiro en tu gesto interrogante, científico a tu manera, de soltar la paloma para esperar un resultado. Te admiro también cuando la acoges y continuas dándole hospedaje, aunque haya vuelto vacía, también te admiro cuando alegre la recibes con el estandarte de la ramita de olivo en su pico. Sin saberlo, se creó entonces un símbolo de la paz, el más preciado estado para la sociedad humana, que todos los que la aman exhibirán en tiempos posteriores. Esta paz que es acicate en las intrigas, en las injusticias, en las rencillas.

 

Hoy, Noé, te prometo que de ahora en adelante te tendré en mi mente, te invocaré, aprenderé de ti, seré fiel a tu mensaje.

 

 

5.- ORACIÓN A DIOS AL CONTEMPLAR A NOÉ DORMIDO

 

¡Oh! Dios, al hacer en este momento compañía a Noé, que duerme satisfecho, debo agradecerte lo que de él he aprendido. Sé que cuando me sienta rodeado de maldad, prisionero de la perversidad que pulula en ciertos momentos a mi alrededor, debo descubrirte a mi vera protegiéndome. He aprendido de él que debo ser acogedor como lo fue el arca obra de sus manos. Quiero que mi corazón sea un refugio para los fugitivos de los estragos de hoy. Cada uno de estos fugitivos se presenta con sus costumbres, sus afanes, sus ambientes, su peculiar fisonomía, como diferentes eran los animales acogidos en su arca. Cada uno con su pareja, amándose los dos, o con sus amigos, queriéndose entre ellos, tal como ha de ser, aunque por ello, porque se aman entre sí, tal vez yo sea ignorado.

 

¡Oh! Dios, te he visto al lado de Noé para salvar la vida humana noble, para definirte, de una vez para siempre, a favor de la existencia, para protegerla, para amarla. Te has puesto al lado de la vida, de toda vida humana y de los otros seres vivos. Con el bien entendido de que cuando se trata de un hombre, por minúsculo que sea, es semilla de fe y de esperanza. Íntima comunión con tu más auténtica realidad. Hazme a mi protector, vigilante atento de las personas, respetuoso con la naturaleza, que vea en sus fenómenos enseñanzas ejemplares y que de este conocimiento extraiga confianza, seguridad y coraje.

 

¡Oh! Dios, en el Diluvio me dijiste que el agua es factor de pureza. Yo sé que todo ello no es más que una imagen, una parábola, del bautismo. En el agua de aquellos días anticipabas para Noé una Gracia que para mí ya es sacramento. Quiero vivir con él, con un corazón agradecido y una mente en adoración.

 

¡Oh! Dios, tu Hijo se adentró en el Jordán y dejó que sus aguas le calasen hasta los tuétanos durante cuarenta días, en la paz silenciosa del desierto. Haz que con Él viva siempre en el arca protectora que es la Iglesia y que una Paloma, tu Espíritu, venga a mi encuentro al final de la batalla que es la vida, aportándome paz y salvación definitiva.