Maria

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: En torno a Adviento y Navidad

 

 

1.- REFERENCIA BÍBLICA Lc 1 5-25  y 3  2-22 

2.- RELATO SIMPLE

 

De esto hace ahora poco más de 2.000 años y ocurrió en una aldea de Galilea, desconocida para la gente importante, pero en la que se había fijado Dios. Vivía allí una chica llamada María, jovencita ella, hacía muy poco que había cumplido doce importantes años. Sus padres, siguiendo las costumbres del país y de la época, ya le habían buscado marido y ella, dócil como era, lo había aceptado de buena gana. Estaban pues casados, aunque a la pareja le faltaba celebrar la boda, el hecho social más importante en la vida de una mujer israelita.

 

Esta joven, un día al atardecer, se encontraba sola en casa, cuando recibió una visita inesperada. Parecía un joven, pero era algo más sin duda, la saludó amablemente y añadió grandes elogios, cosa que a la chica le hizo sonrojarse. El visitante, que no intruso, eso se veía a la legua, sin inmutarse lo mas mínimo, le comunicó que traía un mensaje de Dios. El Altísimo tenía un proyecto en el cual ella desempeñaba el papel central: el deseo era que  tuviera un hijo, que estaba destinado a ser un hombre prodigioso. María se dio cuenta de que le estaba hablando un ángel, y lo era, y de los importantes, si en el Cielo hay escalafones. Lo que más le extrañaba era que le hiciera tantos elogios si ella era una sencilla mujer israelita y que añadiera que la criatura de la que le iba a hablar sería hijo suyo e hijo de Dios, que así sería conocido para siempre, salvador de Israel y de todo el mundo. María se atrevió a preguntar tímidamente cómo se podía realizar aquello si entre ella y su marido no había encuentros matrimoniales. Para Dios esto es muy sencillo, le contestó, puedes ser madre, engendrarlo en tu seno, si aceptas, por el querer suyo. Lo único que hace falta es que tú consientas libremente. Pues si se trata de eso es muy sencillo, soy servidora del Señor, que haga en mí, y conmigo, lo que guste. Si te parece extraño lo que digo te añadiré que también tu tía, la de Judea, que ya está pachucha y su marido lo mismo, también van a tener un hijo y es que para Dios nada es imposible. No hizo falta que volviera a decir que sí, se veía a la legua que era una chica dispuesta a todo lo que al Señor gustase. La sencilla respuesta de María convirtió a la jovencita en madre y el género humano, sucio de pecado, encontró en el rincón sencillo y pulcro de su seno una cuna para albergar al Mesías esperado. La humanidad toda empezó a ser a los ojos del Eterno, más agraciada.

 

Nadie lo había oído, nadie estuvo presente en el encuentro, nadie se enteró; no obstante, el instante fue de capital importancia. Como siempre ocurre, lo más excelso empieza en el pequeño rincón de la sencillez humilde. El acontecimiento tuvo lugar en una atmósfera espiritual ingenua, iluminada solo por la gracia, que todo lo invadía, de aquí que el proyecto de la redención humana gozó desde el principio de sólidos cimientos.

 

Todo lo que los cristianos decimos de María, que es inmaculada, que en ella virginidad y maternidad son una sola cosa, que sería en su totalidad, al final de su estancia en la tierra, asumida al Cielo, ella no lo sabía. Y si alguien le hubiera hablado de ello, hubiera reconocido su ignorancia. La vida espiritual del ser humano, y María es muy humana, está fundada en la fe, que, no se olvide, es una virtud oscura. Como cualquier mujer de su tiempo, sus conocimientos escolares eran escasos y por su cuenta había aprendido solo a decir sí a Dios. Pero saber obrar así es mas que suficiente.

 

 

3.- RELATO "NAIF"

 

El sol no se quería ir, hay que advertir que es un astro tozudo, poderoso e importante. Aquel día, nadie sabe cómo, se hacia escurridizo y no quería escuchar las órdenes del dios Cronos que le exigía cumplir con el horario establecido, diríase que hasta para él era imposible conseguirlo. Hoy no quiero irme pronto, decía y repetía, sin dar ninguna explicación más. Alguna cosa grande se avecina y nuestro rey no se la quiere perder, comentaban entre sí los cuerpos celestes.

 

La Luna, hecha impaciencia toda ella, se había levantado de la siesta antes que de costumbre. Ella que es tan perezosa, aquel día dio un bote y se irguió al darse cuenta de que había llegado el momento (¿pero de qué momento se trata, preguntaban algunos intrigados?) y se colocó estratégicamente al borde y por detrás de una suave colina. El Lucero vespertino proclamó con énfasis que en el Universo no podía haber privilegios personales, mejor dicho, astrales, así que él tampoco se marcharía. Si alguna cosa importante iba a pasar debía dar fe de ello, debía observarlo todo y no dejar, como espectadoras únicas, a las frívolas estrellas.

 

Todo este jaleo de exigencias y caprichos que cada uno alardeaba poseer, se hacía con orden y en silencio, ya que obrar así es norma fundamental del universo.

 

Los astros no quieren tener ningún trato con la señora Historia. Es una mujer intrigante, de la que nadie puede saber qué está pensando, ni tampoco estar seguro de sus relatos, por muchas  demostraciones que aporte. Pero aquella noche la vieron llegar majestuosa por el camino del pasado, iba perdiendo sus prendas, se estaba quedando casi desnuda, pero su bello aspecto ennoblecía su porte. Uno adivinaba que estaba deseando que se la viera en su profunda realidad: un indestructible e importante presente que se repite casi siempre igual pero cada vez nuevo. Ahora bien, el presente de aquel atardecer iba a ser imborrable e iba a iluminar todas las épocas, si se cumplían sus predicciones y deseos. La Historia aquella noche, ya totalmente desnuda, también estaba en silencio.

 

Eva salió de un hoyo que nadie hasta entonces había visto, iba acompañada de su esposo Adán. Condenada de antiguo por una vieja sentencia, reclamaba por derecho propio estar en primera fila, ante el evento que se aproximaba. Quería observar bien, y llena de esperanza, el proceder de su biznieta, la segunda Eva, inmaculada como ella lo fue en el Paraíso y que esta noche, ella lo sabía de buena tinta, se iba a encontrar con Gabriel, antiguo hermano de satanás en antigüedades muy antiguas, pero, desde una próxima antigüedad, su mayor adversario entre los creados, como lo era también de ella.

 

Dios había imaginado una bella historia, pero como tiene la inocencia de un niño, no había sabido mantener el secreto, se le habían escapado muchos detalles de lo que tenía planeado realizar y se lo había explicado a los profetas, cuando estos habían ido a saludarle y recibir órdenes. Había hablado ya tanto que los hombres estaban impacientes y querían saber el desenlace de todo aquel proyecto. Pero Dios es sorprendente y nadie imaginaba que iba a llegar el más importante intento de salvación, en manos de una chiquilla, de una moza de pueblo, de la cual, hasta entonces, nadie había oído hablar.

 

Todo el universo estaba atento; los hombres, en cambio, se entretenían en monótonas ocupaciones, en insulsos juegos o durmiendo despreocupados. La chica, María, estaba en silencio, sola, disponible, dispuesta, atenta.

 

- ¡Buenas noches, María! ¡Qué encantadora eres! Me habían hablado tanto de ti allá arriba, que ardía en deseos de conocerte. Te confieso que no esperaba que fueses tan hermosa. Dios me había dicho que te había llenado de su Gracia, pero no imaginaba que fuese tan precioso el resultado.

 

María no se atrevía a decir nada, enrojeció de tímida vergüenza, sonrió después al ángel que continuaba hablando.

 

- No tengas miedo. Mírame a la cara, que te traigo una buena noticia: vas a tener un hijo maravilloso. Se dirá de Él que es el Hijo de Dios, cumplidor será de los proyectos eternos que se anunciaron al rey David, tu antepasado.

 

- ¿Pero que dices? Un hijo yo... y así de importante...

 

- María, ¡si lo supieses! ¡Si te conocieras y supieras cómo eres y qué representas para el universo entero...! Allí de donde vengo todos sienten admiración por ti, sin siquiera haberte visto. No temas, serás capaz, con la ayuda de Dios, de seguir adelante, con esta ayuda es suficiente, solo es necesaria tu generosidad y yo sé que tu benevolencia es grande.

 

- Si es por mí, no hay reparo. Que Dios mande y disponga, aquí estoy yo para obedecer.

 

Gabriel olvidó por una vez la educación, él que es de noble linaje, no obró según le exigía su rango, se fue sin despedirse, sin decir siquiera ¡buenas noches! No, no podía entretenerse, era un imperativo metafísico el proclamarlo a las cuatro dimensiones del universo. La Tierra, qué digo la Tierra, todo, todo lo existente, se iba a trastocar y debían saberlo.

 

La Luna estaba satisfecha y  reía a carcajadas, ella que se avergonzaba a veces de tener granos en la cara, iba diciendo que los quería conservar siempre, para parecerse a aquella moza de pueblo que con su acné juvenil había estado hablando, afirmando, consintiendo, aceptando, obedeciendo, a Dios.

 

El Sol se abrazaba la barriga satisfecho, sus cabellos blancos y rizados, tenían tonos cobrizos aquella tarde, uno hubiera dicho que se había emborrachado para celebrarlo, por la nariz rojiza que lucía y por los brincos que daba, iluminando aquel anochecer.

 

El Lucero, Venus, la voluptuosa, dijo que no, que aquella noche no saldría a hacer la calle. La diosa del placer y del sexo se tornó compañera de Adán y Eva, de esta principalmente y marcharon los tres satisfechos, cantaban alegremente aquella tonadilla popular que dice: a tapar la calle, que no pase naide....Y cuando llegaron al final del firmamento, Venus reunió a los astros y asteroides, a los planetas y satélites y les comunicó la noticia trascendental como ninguna otra, la decisión definitiva, perenne, rotunda, de aquella chiquilla que había dado su conformidad con sencilla entrega a Dios y les contaba y repetía que este sí de ella había convertido su seno santo en una cámara abierta al sí de Dios, que ya había empezado a crecer en sus entrañas, de un misterio tan recóndito nadie hasta entonces había tenido noticia.

 

Los astros celebraron asamblea. La Estrella Polar se levantó solemne y proclamó en tono elocuente:

 

- Es necesario que escojamos una señal que marque el día. Es imprescindible que los hombres sepan que el firmamento no asiste indiferente a la gran intrepidez de esta chica que ha dado su total consentimiento a Dios, cuando le hizo una petición confidencial difícil y enigmática.

 

La iniciativa se aprobó por unanimidad.

 

Fabricaron las estrellas un fino tul con las más diminutas, que acudieron ilusionadas por haber sido tenidas en cuenta, se agruparon danzando en torno a un desconocido núcleo luminoso, marcharon en lenta procesión hacia Belén, fue entonces cuando la inmensidad solemne de un Cometa se hizo homenaje al Niño-Dios que iba a nacer y que con sus lágrimas reclamaría la aceptación total de los hombres al plan divino, para que se dejaran salvar definitivamente.

 

La Historia esbelta en su desnudez se vistió con las mejores galas. El dios Cronos paró el reloj, lo miró detenidamente, le dio cuerda, lo puso en marcha y funcionó el tiempo, como si estrenara maquinaria. Marcaba exactamente las cero horas del día uno, del primer año.

 

 

4.- INVOCACIÓN A MARÍA

 

YO TE SALUDO MARÍA. Ya hace tiempo lo hizo de parte de Dios el ángel Gabriel, pero si hoy yo te saludo es porque brota muy sincero desde mi interior el deseo de hacerlo. Mi saludo no te mejora a ti, es a mí a quien alegra poder hacerlo y con ello también yo me enriquezco.

 

LLENA DE GRACIA. Dios te ha amado y te ha llenado de bondad y bien. Posteriormente tu has añadido lo que ha estado en tu mano, has sido siempre fiel y esta fidelidad se te ha contado como gracia.

 

EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO. Ha permanecido en tu seno durante nueve meses, ha estado a tu lado, porque Tú y tu marido le habéis estado protegiendo durante su infancia, ha estado contigo porque Tú has querido ser su compañía en los momentos difíciles, ha estado siempre en ti porque tu has querido ser  siempre fiel a Él.

 

BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES. Ninguna se te puede comparar a ti, ni mi madre, ni una reina, ni una santa, ni la más inteligente de las científicas y eminentes escritoras. Pero todas, mayores y pequeñas, buenas y no tan buenas, listas e ignorantes, al conocerte, te alaban.

 

BENDITO ES EL FRUTO DE TU SENO. Jesús fue un fruto de tu humanidad. Es mayor que tú, pero de Él no sientes envidia, al contrario, estás satisfecha de ser su madre, pero no por ello te lo quedas para ti, no lo sujetas para que sea una satisfacción exclusivamente tuya, no eres madre acaparadora. Tú lo quieres para los otros, hablas a Él de los otros, hablas de Él a los otros, le pides favores para los otros, y esos otros, no podemos olvidarlo, somos nosotros. Tu obrar así lo demostraste públicamente aquel día de Caná y continuaron  tus desvelos en la historia posterior.

 

SANTA MARÍA. Esta advocación es la que más me complace, este título simple, el que te dieron los caballeros de la legendaria  Edad Media, es el que más me gusta. Si, Santa María, eres nuestra dama y señora.

 

MADRE DE DIOS. No eres una diosa-madre de cualquier mitología, eres persona humana con los mismos genes que tenemos nosotros, como dirían nuestros científicos, y acertarían. Pero has dado a luz a Jesús, que es el Hombre-Dios, tan juntos una cosa de la otra que, con propiedad, podemos llamarte madre de Dios, por ser la madre del Mesías.

 

RUEGA POR NOSOTROS PECADORES. Somos débiles, raquíticos y calculadores. No tenemos el atrevimiento de tu confianza, tenemos, y nos sobra, orgullo, ambición, odio, pereza. Podemos hartarnos de comida hasta saciarnos, mientras otros mueren de hambre, tratar de conseguir no engordar mientras otros enflaquecen sin quererlo. Y ellos y nosotros somos hermanos, esto es lo triste. Ruega, intercede por nosotros, tú que no conociste el pecado de egoísmo ni de ningún otro.

 

RUEGA AHORA. Tenemos tantas dudas, tanto miedo, tanto dolor, tantos peligros, tantas necesidades, que al saberte a nuestro lado sentimos que todo lo que es nuestro es pura carencia. Ni siquiera sabemos que es lo que nos hace más falta, pero esta escasez no nos abruma pues nuestra confianza en ti es total.

 

RUEGA EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. Es el momento fundamental, decisivo, el momento en que más solos estaremos. Aunque nos hallemos en medio de una gran multitud, aunque la más avanzada tecnología nos rodee, nada podrá hacer por nuestra salvación eterna. Aquella hora en que el mal, el pecado, la desesperación nos puede invadir. Es la hora en que deseamos gozar de tu protección y de tu compañía. Ahora que nos sentimos bien y que creemos que ningún peligro nos amenaza, te pedimos que en aquel decisivo momento, cuando hasta tal vez nos falten fuerzas para invocarte, cuando, ¡Dios no lo quiera!, tal vez te hayamos olvidado, tu estés a nuestro lado protegiéndonos, conduciéndonos, aconsejándonos, enriqueciéndonos, impulsándonos hacia el Cielo.

 

 

5.- ORACIÓN A DIOS AL CONTEMPLAR A MARÍA A SU LADO, UN POCO MÁS ABAJO, PERO MUY CERCA DE ÉL.

 

Dios-Padre, me resultas enormemente imponente.

Dios-Hijo, te has sacrificado tanto por mí, que me siento totalmente avergonzado a tu lado.

Dios-Paráclito, me deslumbra el Espíritu inmenso que eres.

Por eso Dios-Padre-Hijo-Paráclito, te agradezco que entre Tú y yo hayas puesto a Santa María. Es como un escalón que en principio no hace falta, como un paraguas que parece casi siempre innecesario, como aquella cosa que tomas contigo solo por si acaso, pero que de repente te das cuenta de lo mal que lo pasarías si no la tuvieses.

 

Santa María...por ella tu ternura y tu cordialidad se torna accesible, tu poder se pone a nuestro alcance. Tú, Dios, no eres ni masculino ni femenino, pero siempre te imaginamos como un señor mayor de piel arrugada y con tupida barba, siempre muy masculino. Así que a través de ella descubrimos que tú también eres joven elegante gracia femenina, fecundidad generosa como la de una madre, comprensión sin límites como la de una hermana, protección segura como la de una tía, amor fiel de esposa, sensibilidad imaginativa como la de una adolescente.

 

Gracias, Oh, Dios, por habernos dado a María, gracias porque ella, humana como nosotros, has querido que estuviera cerca de ti y por tanto tenemos la convicción de que algo de nosotros está ya a tu lado.

 

Ayúdanos a aprender de ella a decirte siempre que sí. Danos fuerza para decirnos no a nosotros mismos, en momentos en que nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestra debilidad, cualquiera de nuestras malas tendencias, nos apartan de ti.