El silencio

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

       Hablaban de la vida moderna que está llena de ruidos. Decían que es muy difícil tener vida interior si no hay silencio. Otros decían que para trabajar es mejor hacerlo con música de fondo. Los discípulos ya se imaginaban lo que les diría el Maestro, pero prefirieron preguntarle qué pensaba. Les dijo brevemente:

      - El silencio no siempre es bueno. Debe ser oportuno. Si es pura ausencia de sonido y actividad, se convierte en simple aburrimiento o, si queréis, en pura presencia de uno mismo y, de alguna manera, es egocentrismo o pereza.

      El valor del silencio está en que puede ser reflexión, contemplación, oración. Es su máximo valor.

      Pero puede ser también estudio de futuro, prospección interior, análisis, examen de conciencia. Las grandes decisiones personales se han tomado después de largos ratos de silencio. En casos de estos, el silencio es un gran valor.

      Cuando en una asamblea se espera la palabra que ha de dirigir el presidente, aunque no se haga nada, no se está perdiendo el tiempo, sin ser consciente de ello uno está disciplinadamente preparándose para tener en todo momento un buen dominio de si mismo.

      Pero el silencio puede ser también derroche: cuando, habiendo dicho a una persona que la llaman por teléfono, esta deja pasar un buen rato con displicencia y el otro, sin aprovecharse de nada, va acumulando inútilmente pasos telefónicos que aumentarán sin provecho su factura. El silencio, en este caso, tiene valor monetario y no se puede echar a perder el dinero.

      El Señor era así, aplicaba su inteligencia a grandes lucubraciones, pero aterrizaba fácilmente a los pequeños detalles, a las situaciones sencillas, útiles también para la vida ordinaria.