El casco integral

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

       La exuberancia de una chica que ha pasado los primeros síntomas de la pubertad y se adentra en la juventud es a veces extraordinaria. La vitalidad de la anatomía es vista, en algunas ocasiones, con sensualidad, ya que hay miradas para todo. Algunas se exhiben para satisfacer su vanidad: otras, aun siendo conscientes de su valer y de su atractivo, se protegen. "Antropología de la adolescencia" podría ser el título de estas disquisiciones; pero no, simplemente es el análisis de los pensamientos y comentarios que hacían algunos amigos al ver entre ellos, muy apasionada en la conversación con el Maestro, a una chiquilla alegre y prevenida a la vez. Era tan prevenida en algunos momentos que alguno dijo de ella que era una moza reprimida. El caso es que no sabían qué pensar. El Señor era el único que parecía encontrarse a gusto y satisfecho con ella.

      Alguno de los que habían hecho comentarios se volvió colorado al recibir un alegre y espontáneo beso de la chica antes de marchar y diciendo adiós. Pero lo que más les sorprendió fue que, una vez se puso el casco, subió en un sencillo ciclomotor convirtiéndose, de repente, en una especie de monstruito. Volvamos a hacer la descripción: una chica joven vestida como una chica joven se viste en verano, con un casco de aquellos que parecen una escafandra, un pequeño vehículo, una especie de bicicleta con motor, marchando en equilibrio inestable... Seguro que al imaginároslo os entra la risa...

      - Y aun así, lo mejor es ponerse el casco.

      - Sí, pero es una lástima que aquellos ojos tan expresivos queden escondidos detrás del ingrato plástico.

      - Es mejor esto que el que mañana tuviera la cara como un mapa físico, ya que por estos caminos es muy fácil resbalar.

      - Hacen muy bien obligando a llevar casco, aunque con este calor debe ser como una tortura medieval.

      - Pero puestos a llevar cascos es mejor este integral que aquella especie de orinales,  que no sirven más que para cumplir la ley, pero que si uno se cae, la cara queda como una cerilla después de pasar por el rascador.

      Ya tenía bastante el Maestro con lo que había oído. Así que les dijo:

      -  Aquellos que habíais pensado que era una chica reprimida, os digo que son más valiosos el honor, la gracia y la virtud que una cabecita llena de sonrisas. Porque si lleva un casco para protegerse la cabeza, con mayor razón ha de tener prudencia para proteger su pureza. Ya sé que hoy en día nadie habla de esta virtud, ya sé que a nadie le gustan las normas que en otros tiempos se hicieron famosas, y quizá aquellas normas tampoco sirvan ahora, pero aprended de los que hicieron el código de circulación, para daros cuenta de que es necesario un código de prudencia para circular por las grandes autopistas de la vida.

      Esta chica está muy bien (nunca se había oído decir al Maestro "está muy buena") y quiere continuar siendo atractiva. Esta chica está llena de bondad y es prudente, por si acaso otra persona le pudiera quitar esta bondad, que se la reserva ahora. Es como un don interior de mi Padre, como una riqueza que quiere ofrecer al que un día será su bien amado definitivo, a sus hijos, a aquellos que para ser amiga del todo, tiene que ser limpia y libre. Este reservarse para lo desconocido es su mayor encanto, es su gran audacia, aunque a algunos esta actitud les parezca que es recelo o represión. Y quien sea capaz de entenderlo, que aprenda.