Las residencias

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Muy serio, el Maestro dijo un día:

¡Ay de esta generación depravada que limpia con esmero el coche y pule los cromados de los adornos, que planta césped, lo abona, lo riega y lo corta con frecuencia! ¡Ay de esta generación que compra perros, los alimenta con los mejores piensos, los peina con primor y los saca a paseo cada día para que se mantengan ágiles y en cambio a los abuelos, a los padres de los padres de familia…los lleva a una residencia de la tercera edad!

Yo os aseguro que el día del Juicio la sentencia de esta gente será severa y que ahora en el presente, su proceder será la causa de que el amor de sus hijos y de los hijos de sus hijos hacía ellos crecerá atrofiado y un día no muy lejano lo echaran en falta.

Porque esta generación ha crecido sin que sus padres hubieran viajado al extranjero, sin tener barbacoas en el jardín, sin haber ido a comer a los mejores restaurantes de montaña, sin tanto dinero, sin tanto capricho. Pero esta generación de pequeña había  jugado con sus padres, que la habían besado sus padres, tuvieron juguetes hechos en casa. A esta generación le dedicaron mucho tiempo sus padres y los de esta generación recibieron miradas de ilusión y de esperanza. En una palabra, esta fue una generación amada de veras, y parece que ahora ellos no han aprendido la lección y no aman a los que antes a ellos les amaron.

¡Pobre generación desagradecida que aleja a los ancianos cabezas de familia  porque las residencias son adelantos de las modernas sociedades de las que hay que aprovecharse! ¡Qué adelantos, tan desafortunados!

¡Felices vosotros hermanitos y hermanitas mías! Felices vosotros y vosotras que los acogéis en mi nombre, los amáis y llenáis de alegría los últimos días de su vida. Sois felices y lo seréis siempre.

¡Pero ay de vosotros si afirmando que sois servidores míos, los acogéis y hacéis con ellos negocio! Ay de vosotros que os aprovecháis de sus pensiones y de sus ahorros para multiplicar vuestros edificios, la maquinaria de vuestras casas o la burocracia! Esta será la única paga que recibiréis y además constataréis que vuestra organización, sociedad, instituto o congregación se vuelve estéril y quedan los edificios y los aparatos pero os faltan colaboradores para continuar la labor encomendada por los fundadores.