La luciérnaga y el faro

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Acusaba uno un día a ciertos dirigentes de la Iglesia de ser inmovilistas, de, con su monótono vivir y hablar, permanecer aferrados a unos principios, que habían perdido ya todo atractivo. Hablaba él con soltura, se sentía la atracción de todas las miradas. No se atrevía a decir que era el mejor descubridor de las soluciones más revolucionarias que el mundo de hoy necesitaba, pero se veía a la legua que con su intervención estaba dando satisfacción a su vanidad. Por otra parte, no dejaba de enojarle la cierta indiferencia con que era observado por el Señor. De aquí que este dijera un día:

-Se reía un día una luciérnaga del faro que soberbio se elevaba sobre un gran peñasco próximo. No se movía nunca, sus rayos de luz barrían monótonamente el horizonte, un día y otro día, siempre igual. Ella, en cambio, no paraba, trasladaba su lucecita por entre las plantas y era un curioso atractivo de los caminantes que, al verla y fijarse en ella, se quitaban un poco de aburrimiento. El faro era geométrico, sus escaleras y soportes, completamente artificiales. Ella, en cambio, era la luz más natural, más ecológica que uno pudiera imaginar.

Pero llegó el macho y la cubrió y la luciérnaga apagó su linternita. En realidad, es lo que ella siempre había querido: llamar la atención, satisfacer sus instintos. No fue útil para nadie, ni niños, ni mayores, la miraron, ya que nadie desde entonces la vio.

El faro continuó siendo un lugar de referencia. Antiguamente su luz la daba un mortecino mechero de un aceite especial, después fue la electricidad su fuente de luz, posteriormente emitió señales de radio que los barcos captaban con avidez.

No os apuréis vosotros si no sois deslumbrantes, si alguien, con desparpajo e ironía, pretende desbancaros. Continuad haciendo el bien y no temáis nunca a los vanidosos. Pueden lucir un momento, pero pronto harán mutis por el foro

Esto dijo el Señor a todos y el interfecto supo, por estas palabras, a qué atenerse.