El nogal

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Los días que pasaron en aquel pueblecito habían sido un éxito. Hicieron de todo: enseñaron a vivir con fe, ayudaron a todo el mundo en lo que se presentaba. Creció el número de los discípulos, creció también la conciencia y exigencia de la solidaridad y amistad entre los vecinos. Animaron a los jóvenes, dieron coraje a los adultos adormecidos, consolaron a los ancianos, a los pobres y a los enfermos.

Lo consiguieron todo porque se habían entregado totalmente, sin remilgos, sin cálculos, sin miramientos. Esto precisamente era lo que el Maestro quería que entendiesen.

Pasaron cerca de un árbol. Era un nogal. El Señor se paró bajo su sombra, hombre de aire libre como era, conocía muy bien las características del tal vegetal y así les dijo:

- Debéis ser siempre como el nogal. Mira, tú que eres de una gran ciudad y no conoces otros olores que los de los tubos de escape, huele estas hojas, mira que suave aroma desprenden… Veis, los frutos tal como están ahora son aptos para fabricar licores estomacales, si los dejáis madurar serán excelentes nueces, buenas al paladar y ricas en vitaminas. De las ramas y de la corteza se saca un tinte muy “ecológico”: la nogalina. Su madera es la más apreciada de estas tierras y, si algo queda, se puede quemar y calentarse uno alrededor del fuego.

Los discípulos, entusiasmados, se hicieron con tronquitos de nogal unos colgantes que les sirvieran de recuerdo. El Señor, complacido, no hacía más que repetir:

- Habéis de ser como el nogal. Que todo lo que haya en vosotros: aficiones, conocimientos, dinero, categoría social, todo, todo lo que sois y poseéis, sea provechoso para el Reino. Y marcharon más contentos todavía.