El ballet sin música

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Estaban sentados en un establecimiento donde un aparato de televisión daba imágenes, pero no reproducía el sonido; los amigos decían que era ridículo el espectáculo. Otro explicaba que esto era consecuencia de que las cámaras enfocaban sólo aquello que querían, de acuerdo con la transmisión, que estaba pensada que fuera de imagen y sonido simultáneamente. Explicaba que él habia estado en algún estudio de ballet y le había gustado mucho observar los movimientos en la barra, aunque no hubiera música en el local.

De repente el Señor intervino para decir:

-Los que habéis visitado un estudio de ballet,  ¿creéis que los bailarines que se mueven armoniosamente no sienten la música en su interior? ¡Claro que la sienten! Muchas veces serán ellos los que, con la boca cerrada, tocarán la música en su interior para oírla en sí mismos. Para ellos los ritmos del ballet no son cosas estúpidas, aunque los demás nada oigan.

Pues yo os digo que algo semejante pasa con el hacer y el deshacer del creyente, que escucha en su interior la melodía inefable del Espíritu. No deberá pensar cuál sea el juicio que de su actuación hagan los otros.

Ya veis esto que están dando por televisión, nadie de entre nosotros sabe de que historia se trata, ya que no escuchamos la melodía ni sabemos el título, pero ellos sí que son muy conscientes y lo proclaman con sonrisas y miradas, están satisfechos de lo que hacen, aunque nosotros no seamos capaces de entenderlo.

Obrad así también vosotros, llenaos del Espíritu, sed fieles, dejaos llevar con docilidad por el ritmo y la melodía espiritual. El que a vuestro lado esté a tono y tenga los mismos sentimientos, se alegrará. Pero el hecho de que haya gente que no sea capaz de captar toda vuestra manera de obrar, el significado que deis a vuestras actuaciones y desvelos, no os debe acobardar. Vosotros debéis continuar obrando, lo que importa es que lo hagáis sabiendo lo que hacéis y por qué lo hacéis. Vuestro Padre, que ve en el interior de las personas además de lo exterior de su existencia, captará todo lo que pretendéis lograr y se alegrará con vosotros. Ante los hombres tal vez tengáis la sensación de hacer el ridículo; no importa. Lo que importa es que el ridículo no lo hagáis ante vuestro Padre Celestial.