Internet

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Mientras iba y venía la quijotesa, rondaba también por el grupo un matrimonio muy peculiar, todos lo asociaron a la buena chica. En algo, o en mucho, se les parecían ambos cónyuges. Con una simpatía que desbordaba en su mirada y un atractivo personal que era a la vez físico y espiritual, decepcionaban, no obstante, muchas veces, por su inestabilidad. Y era una lástima pues su profesión resultaba enormemente útil para la comunidad.

Un día que se despedían después de haber pasado una semana con el equipo, al que resultaron enormemente útiles, el Señor les dijo:

-Y a ver si por fin un día os comprometéis en algo de una vez por todas.

-Pero Señor, ¿no nos dices siempre que vivimos en un mundo que es grande en extensión, pero envuelto en un tejido que lo intercomunica todo?  ¿No nos decías el otro día que huyéramos de tener una fe provinciana, que vivimos en la era de Internet?

 -Tal vez no haya nada que simbolice mejor la comunión de los santos que la red de redes, como aquel día os decía, y hacéis bien en recordarlo, pero para entrar en ella es preciso tener un servidor que nos permita acceder, que nos conecte y al que estemos abonados, gozando entonces de conocimientos y de correo electrónico personal.

Os pondré un ejemplo de otro orden. Recordaréis el principio de Pascal. Dice este que la presión ejercida en un fluido, se transmite con la misma intensidad en todas las direcciones, pues bien, para que esto ocurra y sea útil, el fluido debe estar encerrado. De nada sirve dar un puñetazo a una nube o un manotazo a lo que sale de un spray. Solo si está encerrado un liquido un pedal puede accionar un freno o elevar una grúa y resultar provechosa la maniobra.

No olvidéis tener visión, responsabilidad y acción planetaria, pero que parta de un lugar, que estéis afianzados en una comunidad, aunque sea un sencillo corpúsculo. Que este os tenga en cuenta, que sea vuestro consuelo en las desgracias, vuestro acicate cuando os tiente la vagancia. Si obráis de esta manera no dejaréis las cosas a medias. Que siempre sepáis que hay alguien que os exige y al que podéis siempre exigir.