El embotellamiento

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Estaban alegremente reunidos todos, cuando empezaron a sonar en la calle las bocinas con insistencia. El “concierto” era estridente y molesto. Alguien sacó la cabeza por la ventana mirando para ver qué pasaba e informó:

-Lo de siempre. Algún gracioso  se ha parado en medio de la calle e interrumpe el tránsito.

Otro añadió:

- Pero es que la gente exagera mucho. Podría escurrirse con un poco de cuidado y subiéndose apenas un palmo a la acera pasar adelante, pero no, la gente necesita dos metros por cada lado, para estar totalmente seguros de que no se les rayará la pintura metalizada de su 16 válvulas y prefieren pararse y entonces sí que nadie puede avanzar, la calle no es una autopista, algunos no quieren entenderlo, la culpa la tienen todos, empezando por el primero que se estacionó en doble fila.

Intervino entonces el Señor:

- Pasa  algo así como con lo del pecado original, que tuvo un inicio, pero que después muchos han colaborado a acrecentarlo.

- ¿Por qué hablas tanto del pecado original, si ahora ya nadie cree en ello? -le dijo uno- ¿Qué utilidad tiene todo esto con respecto a los males que padece nuestra humanidad?

El Maestro contestó:

-Un buen hospital debe estar prevenido para atender bien en su servicio de urgencias, pero no debe olvidar a los enfermos ingresados y a estos, una vez les han hecho el examen inicial para asignarles una cama, les hacen un examen clínico detenidamente y se toma nota no sólo de las enfermedades sufridas en la infancia, sino también de la causa de la muerte de los abuelos y  de lo que sufre una tía y le preguntan si duerme bien, si se cansa…¿Cuantas preguntas inútiles piensa el profano? Pero el buen internista sabe, que una buena anamnesis puede dar en el clavo y así descubrir el mal oculto y empezar la curación.

Si se hace una cura de urgencia precipitada y sólo eso, será un parche que curará tal vez durante los minutos de la visita, pero el mal interior puede continuar progresando. Lo mismo pasa con el pecado original, si no se analiza uno, puede pasarle como a algunos que solo pretenden  quedar bien con los demás, sin arreglar nada de sí mismos. Hay que ser precavidos. Tener conocimiento de lo que sentimos tal vez sin pretenderlo, reconocer lo que añadimos voluntariamente. Saber  lo primero, nos permitirá esforzarnos en erradicarlo, sin perder el ánimo, pero siendo conscientes de que es un lastre que nos quita agilidad de maniobra y que hemos de desprendernos de él con decisión y sin sentir complejos de culpabilidad.