La liturgia

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

El Señor quería que entendiesen el gran valor de algunos aspectos de la liturgia. Quería que entendiesen que no se trataba de variar los colores de los ornamentos. Quería que comprendiesen que aunque se puede celebrar la Navidad en América del Sur sudando tinta, o la Pascua en el Japón, rodeado de la indiferencia general, aún así, los ciclos litúrgicos son tremendamente útiles, ya que no dependen de factores climáticos, ni de situaciones geográficas determinadas, de aquí que les explicase:

- Un buen hombre un día se dio cuenta de que tenía oxidadas las articulaciones. Él, que había sido de joven un gran deportista, que había amado y recorrido la alta montaña, constataba con pena, que había disminuido en gran medida su agilidad. Siguiendo los consejos de un amigo, se apuntó a un gimnasio, dispuesto a seguir las indicaciones del monitor de turno.

Y en el gimnasio un día hacía ejercicios de musculatura abdominal, cosa muy útil especialmente para las señoras que se preparaban para el parto, aunque este no fuera su caso, pero también no menos útil para que a los señores no se les hinchase la barriga como un globo. Otro día se trataba de las cervicales, había que cuidarlas pues el trabajo ante la pantalla del ordenador, o el pasarse la mañana pelando patatas, sin moverse apenas, atrofia los nervios y hasta los lesiona. Un día tras otro, el monitor insistía en la necesidad de mantener todo el cuerpo en forma. Y nuestro buen hombre se encontró saludablemente bien y cuando paseaba por las calles no cabía en sí de gozo.

Pues yo os digo que algo semejante pasa en el terreno espiritual. La liturgia, los diversos textos preparados para ser proclamados y pensados periódicamente, las oraciones, las acciones y posturasmantienen la totalidad del alma en buen estado. Y el hombre descubre con sorpresa que tiene unas exigencias de las que antes no era consciente. O se prepara para recibir emociones y alegrías que le llegan  sin orgullecerse, o saca coraje en la enfermedad y tal vez el anuncio de una muerte, o de su misma muerte, los recibe sin que le causen bancarrota total en su estado de ánimo.

Aquel que medita siempre los mismos escritos, o que escoge las lecturas que más le gusta escuchar, hace, en el terreno espiritual, la misma estupidez que haría quien acudiera al gimnasio para ejercitar sólo una pierna. Esta extremidad se le desarrollaría muy bien, pero la otra se le atrofiaría, sus piernas darían pena y su cuerpo en su globalidad sería monstruoso.