Las procesionarias del pino

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Iba de excursión el Señor, con un grupo de amigos. Era invierno pero aquella tarde hacía buen tiempo. Antes de llegar a la cima pasaron por una zona de margas calizas bastante erosionadas; muy cerca, en un pequeño llano, había un pinar. Observaron en el suelo una serie de orugas de las llamadas procesionarias del pino que, como se sabe, se trasladan siempre  pegadas la una a la otra, formando largas hileras. En este caso se daba la circunstancia de que la que iba delante había ido moviéndose de tal manera, que se había colocado detrás de la que ocupaba el último lugar. Formaban una curiosa guirnalda, la cosa parecía cómica o grotesca. Sin darle demasiada importancia, continuaron subiendo. Al atardecer, al volver a pasar por el mismo sitio, observaron que las orugas se habían muerto. Hacia frío,  helaba. Habían sido víctimas de su cerrazón, no habían encontrado refugio, era la terrible consecuencia de pegarse la una a la otra.

El Señor pensativo les dijo:

- Esto mismo pasa con los grupos que se encierran en sí mismos, sin apenas darse cuenta de que les puede llegar la prueba y extinguirse. Tal vez si estuvieran abiertos a otros horizontes, evolucionarían y descubrirían amplios espacios llenos de vitalidad. Si estas orugas hubieran trepado a un árbol, ahora vivirían protegidas como las demás en sus nidos de fibra blanca.

Amigos míos, no os encerréis nunca, no lo hagáis, por más que forméis un buen grupito del que os sintáis satisfechos; abríos a los demás.

Y ahora, ¡venga! Vamos hasta aquella casa que tiene una ventana iluminada, les haremos una visita y seguramente ellos y nosotros nos haremos mutua compañía y acabaremos de pasar la tarde.