Otra vez los del encierro

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Después del relato irónico y agudo, muchos se enfadaron y le decían al Señor que había sido injusto y aunque eran conscientes de que decir esto al Maestro era muy grave y que si pensaban de esta manera, ellos mismos se excluían de su amistad, no podían renunciar a ser sinceros, de manera que, aun sintiéndose heridos, fueron a hablar con Él, ya que aquella situación tensa no podía continuar.

Los que acudieron eran gente mayor, que se sentía fracasada en la ilusión que habían tenido como educadores de sus hijos, en los que habían puesto todas sus esperanzas. Para su educación religiosa habían seguido las mejores técnicas catequéticas, les había llevado a los mejores colegios y habían pertenecido ellos a todas las asociaciones de padres de alumnos. Después de tantos afanes comprobaban que todo había sido inútil. Por eso al ver a un tal grupo de jóvenes, habían sentido envidia, habían pensado que ojalá sus hijos hubieran sido como ellos...

-Maestro, estamos indignados por lo que te oímos decir de este grupo de chicos y chicas. Sentimos hablarte así, pero hemos de ser sinceros, Tú nos has enseñado a serlo. Tu historieta del encierro, más que severa, nos ha parecido improcedente. ¿Ignoras que los jóvenes de hoy en día son así? ¿Que les gusta celebrar la fe en la intimidad de sus amigos, crear con ellos vínculos de afecto, comunicarse con gestos, danzas y guitarras, tan propios de su lenguaje? ¿No te das cuenta de que la presencia de gente de fuera altera su ambiente, que nosotros mismos,  aunque tengamos la misma fe, no tenemos su edad, su dinámica, que como ellos dicen somos unos carrozas? ¿Por qué no quieres admitir que la intromisión ajena haría pedazos sus celebraciones, que son tan suyas?

-Ay de esta generación que construye satélites para observar desde lo alto el desplazamiento de las nubes, que coloca una multitud de analizadores de la atmósfera, para saber en todo momento el grado de contaminación, que de otro modo no conocería, que mide al milímetro la capa de ozono y que, cuando se trata de fenómenos espirituales en cambio, quiere hacer un estudio al microscopio de una muestra aislada, para después extrapolar erróneamente los resultados.

¿No habéis visto a los jóvenes en las grandes discotecas? Y a los macrofestivales de música ¿quien va? ¿Y no veis que las concentraciones atléticas, la organización y recogida de enseres para las víctimas de guerra o de sequías pertinaces, tanto unas como las otras las llevan a cabo grandes organizaciones de jóvenes y no minúsculos grupitos? ¿No veis cómo acuden cuando alguien los convoca con una visión universal a Compostela, Roma o París? ¿Desconocéis tal vez el fenómeno de Taizé? ¿Para qué queréis desmenuzarlos en corritos que si los observáis con un poco de calma os daréis cuenta de que no tienen continuidad? ¿Es que los pequeños grupos de jóvenes han salido de los pequeños grupos de niños? La experiencia dice lo contrario. ¿Y los pequeños grupos de adultos, por ventura, proceden de pequeños grupos de jóvenes? Claro que no. ¿No será que estos minúsculos líderes desconfían de sí mismos, o de la categoría de sus adeptos, y pretenden ser eternas cluecas de quienes creen serán eternos pollitos?

Vosotros, que al ver una nube decís, “pronto lloverá”, no entendéis lo que esconde el éxito de las “organizaciones sin fronteras” (médicos, farmacéuticos, payasos, arquitectos, hasta existen los bomberos sin fronteras). Si estos son los signos de los tiempos ¿por qué queréis que los jóvenes se encierren dentro de horizontes con fronteras?

Otra cosa muy diferente fueron las “juergas místicas” de Francisco de Asís en la Porciúncula, o de Ignacio de Loyola en la Universidad de París, que, mirándolo bien, uno podría pensar que fue el fundador del primer sindicato de estudiantes, o lo que le pasó a Bruno, que tal vez estimulado por los incendios que sufrieron sus chozas en el desierto de la Chartreuse, desparramó sus ideales por todo el mundo....

Hay que arriesgarse en los planteamientos, hay que estar abierto y hay que unirse a todo y a todos los que aportan vida, dinamismo y esperanza. Los grandes ríos son siempre la suma de muchos afluentes que tenían nombre en sus orígenes, pero que han sabido perderlo y no han tenido inconveniente en aportar su caudal para, juntos todos, llegar al gran océano. Los lavajos, por protegidos que estén, acaban siempre secandose, sin dar provecho alguno.

Únicamente entroncados en la Iglesia Universal encuentra el grupo su camino hacia la eternidad. Y se entronca uno en la Iglesia Universal no ignorando a los otros, sino uniéndose a todos, al hacer camino juntos.

Este nuevo comentario fue para unos un chaparrón que los dejó calados y para los demás, alegre comprobación. Eran unos cuantos que se habían encontrado a otros que buscaban sedientos algún manantial, pero por los alrededores no existía ninguna fuente, así que se habían sentado a merendar juntos, les habían convidado a beber buen vino, cantaron canciones de antaño y hogaño, se intercambron direcciones e insignias y los más jóvenes se habían comprometido a que, cuando llegaran a su casa, organizarían  una campaña de solidaridad. Los mayores habían ofrecido sus vehículos, tanto coches como furgonetas, y también pusieron a su disposición sus domicilios y hasta un gran espacio, medio almacén medio garaje, que uno poseía. Se complementaron los unos y los otros y hallaron en ello gran contento, por fin fueron juntos a contarle al Señor los planes que habían hecho.