Puertas abiertas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

El Señor visitaba, acompañado solamente por los íntimos, una casa religiosa. Los que la habitaban iban conduciéndoles de un sitio a otro, abriendo puertas y cerrándolas a continuación con diligencia. El Maestro no se sentía a gusto, se veía a la legua. Al anochecer les preguntaba qué pensaban de aquella comunidad que habían visitado.

 Alguien dijo:

- Es un misterio, unos dicen que aquella gente no hace nada, otros aseguran que atesoran riquezas, pues ven que todo esto cerrado, hasta han llegado a decir que tenían encerrado a alguien, que vivía oculto a la justicia, o también que no querían que viesen a una mujer que se había vuelto medio loca, lo que todo el mundo se pregunta es por qué están allí y qué hacen todo el día encerrados.

El Señor les dijo:

- Los que habéis venido conmigo esta tarde ya lo habéis visto. No hay nada cierto de lo que cuentan. Tampoco hacen daño a nadie, la maldad si acaso esta en su misma encerrona a cal y canto, o a cerrojo y a candado si queréis. Pierden por ello eficacia sus vidas, en los avatares de la construcción de mi Reino. A mí no me gustan las puertas cerradas. Una vez me preguntaron unos: Maestro ¿dónde vives? Y no supe qué contestarles, se quedaron en mi casa y les gustó y desde entonces me siguieron ¿Qué hubiera pasado si hubiese tenido tantas precauciones como la gente que hemos visitado hoy? ¿Qué hubiera pasado si en mi casa hubiera habido tantas cerraduras? A mí me gustan las puertas abiertas de par en par. A mí me gusta aquel que dijo: (Charles de Foucauld): “iré al desierto a vivir en soledad y sin clausura”.

¿A qué viene encerrarse de esta manera y sin ningún sentido? Habréis oído decir que ahora los cuarteles, los hospitales, las escuelas y hasta los bomberos, organizan jornadas de puertas abiertas. No tiene sentido que digan los tales de hoy que me siguen y luego practiquen esta especie de ocultismo; lo que dije: que ni tenia guarida como las zorras, ni nido como los pájaros, os pido a vosotros que lo tengáis presente, que siempre vuestras puertas estén muy abiertas, para que entre el aire, para que puedan entrar los pobres, para que entre el Espíritu.

¿No se dan cuenta los que cierran tantas puertas que huelen a enmohecido? Otra cosa es apartarse, encerrarse en uno mismo para la oración, esto todo el mundo lo entiende, el alma necesita a veces una total soledad, para encontrarse con mi Padre, como los enamorados necesitan la íntima soledad, para que su amor crezca y  de fruto externo a ellos mismos.