El río, los ríos y los mares

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Tierra Santa

 

 

                El río bíblico por antonomasia es el Jordán, los otros; el Nilo (el gran río), el Éufrates y el Tigris, son remotas referencias. Los llamados torrentes, Cedrón, Quisón, Kerit y alguno más, evocan una corriente de agua que pasa por Jerusalén y desemboca sucia en el Mar Muerto el primero; el lugar cerca del cual se degolló a los profetas de Baal el segundo, o donde habitó un cierto tiempo Elías el tercero. Más que torrentes, se trata de riachuelos, que el peregrino casi nunca ve por el paisaje que recorre.

 

            Del nacimiento del Jordán ya se ha hablado en la referencia a Cesarea de Felipe. A unos cuatro kilómetros río abajo, se encuentran unos pequeños saltos de agua que, por tratarse del país de que se trata, se atreven a llamar cataratas. A partir de aquí desciende ligero hasta una región llamada El-Hule, que en tiempos bíblicos era un lago pero que, no hace demasiados años, para obtener terrenos de cultivo y suprimir molestas plagas, se sometió a desecación en su mayor parte, constituyendo hoy en día una reserva natural, abundante en caza, vegetación propia de humedales, papiros incluidos, y hasta exóticos peces.

 

            Continúa bajando la corriente en un cauce sin recodos, flanqueado de vegetación, hasta ensancharse formando el lago de Galilea, también llamado de Tiberíades, de Genesaret y Kinneret (este último nombre significa lira, unos dicen que se llama así por la forma de sus contornos, otros afirman que sus aguas, al moverse, suenan como este dulce y cálido instrumento musical).

 

            El Jordán, que había nacido a los pies del Hermón a 520 m sobre el nivel del mar, ya ha descendido a un poco más de 200 m bajo el Mediterráneo al llegar a este punto. Más tarde se hundirá hasta unos 394 m al llegar al Mar Muerto. Este fenómeno es posible porque se cuela por la más profunda depresión que existe en nuestro planeta, consecuencia de una fractura de la corteza terrestre que se prolonga hasta tierras africanas.

 

            El lago-río-mar de la baja Galilea tiene 21 km. de norte a sur y 13 km. como máximo de anchura, su profundidad está en torno a los 50 m. Las medidas que se dan no pueden ser exactas, ni para la historia antigua ni para la geografía actual. Movimientos orogénicos  han modificado su estructura, tal vez ha efectuado un giro el contorno y por eso parte de algunas ciudades de su orilla oeste están hoy sumergidas y territorios del este más elevados que antaño. Sucede también que el nivel de sus aguas varía según hayan sido el régimen de lluvias del año y uno las observa junto a la iglesia de San Pedro un día y otro las ve a unos cuantos metros de distancia.

 

            Los peces que abundan en la actualidad no son de las mismas familias que pululaban en tiempos del pescador Pedro, desde la creación del estado de Israel se han introducido nuevas especies, más prolíficas y aptas para el consumo. Sorprende hoy en día la abundancia de crustáceos y moluscos que uno imagina propios de aguas saladas, de ello no se habla en la Biblia ya que, de acuerdo con las normas de la Torá, todo animal acuático que no tiene escamas es animal impuro y por tanto no puede consumir ningún judío fiel. 

 

            Una peculiaridad del lago es que, debido a la configuración del terreno, cada atardecer varía la apariencia de su superficie, de manera que unas aguas tranquilas como las de una bañera a media tarde, pueden elevarse en olas de más de un metro al anochecer y volver a estar totalmente tranquilas a la mañana siguiente; el que esto escribe es testigo del fenómeno. Las tempestades de esta zona obedecen a causas diferentes respecto a las que las ocasionan en los otros sitios. Se entiende así que gente ducha en las artes de la pesca y conocedora de las peculiaridades de esta atmósfera, se embarcara notando suaves balanceos propios de la hora que lo hicieron pero que al avanzar la noche, danzaran más de la cuenta y fuera necesaria la intervención del Maestro para calmar las embravecidas aguas.

 

            Se estrecha el lago y vuelve el Jordán a ser río. Su curso va paralelo a la carretera, sólo en un punto es visible para el peregrino. Baja ahora lentamente formando meandros y arrastrando aguas turbias hasta entrar en el Mar Muerto. Poco antes de hacerlo pasa por el lugar del bautismo de Jesús y de la predicación del Precursor. Lamentablemente, a los occidentales se nos permite acercarnos un sólo día al año y creo que a los orientales no les toca mejor suerte. Es terreno fronterizo entre dos países que hasta hace poco tiempo estaban en guerra, está profusamente minado, y por tanto peligroso para el caminante, si se le permite ese día es porque va custodiado por el ejercito y encorsetado entre alambradas, además de acompañado de ambulancias por si acaso. Una experiencia inolvidable para el que ha podido vivirla. Inolvidable también porque la visita se hace marchando en procesión cantando himnos y celebrando posteriormente la misa. Era aquí donde siguiendo antiguas tradiciones el cristiano recogía agua para futuros bautizos. La situación descrita no le permite hacerlo allí, por lo que debe contentarse con recogerla más arriba, a la salida del Lago, donde sí le dejan. El que esto escribe sigue la costumbre, que conoció ya de pequeño en su misma familia, que en la actualidad le permite dar más valor simbólico a las aguas bautismales en su ministerial quehacer.

 

            El Río Santo acaba su curso en el lugar más bajo de la tierra. La Biblia se refiere a él como el Mar Oriental, el Aravá, o el Mar de la Sal. Más que por acontecimientos ocurridos en él, es por la ausencia de vida por lo que en la Biblia se hace referencia a esta misteriosa masa de agua. Excepto el Rey David en su época de correrías, cuando sufría la animadversión del Rey Saul, seguramente ningún otro personaje de importancia histórica se acercó a sus orillas. Vale la pena recordar que las aguas que nacen del enigmático Templo de la visión de Ezequiel bajan hasta este mar dándole vida.

 

            Una serie de peculiaridades: riquísimo contenido en sales, 25%, asfixiante calor y alta presión atmosférica, como corresponde a los casi 400 m bajo el nivel del mar en que se encuentra uno, confieren al lugar propiedades medicinales para enfermedades reumáticas y especialmente es útil para el tratamiento de la psoriasis. Tal vez era esta la lepra que sufría el dignatario sirio Naaman, que Eliseo curó. Sin vida aparente, pero existe a nivel microscópico, hundida entre rocas agrestes, esta masa de agua de 76 km de norte a sur, por 17 km.de este a oeste, tiene una profundidad que oscila entre los 10 y los 400m.

 

            En su orilla occidental y al sur se sitúan las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra, donde vivía Lot, las que fueron destruidas en tiempos de Abraham. Todavía ahora algunos parajes conservan sus nombres.