Dos mares bañan orillas de Israel

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Tierra Santa

 

 

             Al sur, a 350 km. de Jerusalén,  un pequeño trozo del Mar Rojo, en la actual Eilat, la antigua Eloth, es su única salida al Océano Pacífico. La Biblia dice que por aquí llegaba oro de Ofir, en tiempos de Salomón. Cerca de esta orilla están las minas de cobre de Timná, donde trabajaban esclavos egipcios. Este puerto tenía gran importancia comercial, también  hoy la tiene, además de turística, económica y estratégica. 

            Toda la frontera oeste de Israel la recorre el Mar Mediterráneo. Pero el pueblo bíblico no es un pueblo marinero. En la cosmovisión israelítica el mar no tiene buena reputación, las "aguas inferiores" del relato inicial del Génesis acaban en terribles abismos. El comercio marítimo lo ejercerán los pueblos limítrofes. Y le llegarán por el mar cedros del Líbano para el Templo, oro de Tarsís (que para los arqueólogos es la ibérica Tartesos), plata, marfil y hasta monos y pavos reales, pero los barcos serán fenicios y posteriormente romanos. 

            El Mediterráneo para el Nuevo Testamento es muy diferente. Es un mar al que deberíamos llamar Mar Apostólico, o Mar Santo, pues lo surcaron probablemente Juan, con seguridad Pedro y sobre todo Pablo que lo convirtió en su autovía de evangelización. La primera historia de la Iglesia, la de la época apostólica y la inmediata posterior, tiene como escenario al Mare Nostrum, como le llamaban los antiguos, como conductor de fe, de teología y gracia. Unía Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Roma, Lyon, Tarragona y el norte de África.