Nazaret

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Tierra Santa

 

 

             El peregrino puede visitar en poco más de dos horas los principales lugares de interés bíblico que hay en la población, pero si lo hace así, la visita será superficial y sólo guardará memoria de una serie de edificios, piedras, calles y poco más. Para gustar el encanto de la Villa, debe uno permanecer mucho más tiempo.

 

            En la antigua Nazaret, de poco menos de 500 habitantes, vivía una chiquilla, que seguramente había nacido en la cercana Séforis, o Diocesarea. Le habian puesto por nombre María, como se llamaba la hermana de Moisés. El lugar donde residía, después de las recientes excavaciones (1955-62) puede considerarse que es arqueológicamente cierto. Así pues, el momento más importante de la historia trascendente, aquel en que la aceptación de esta joven de no más de 12 años, suponía o no el inicio de la salvación humana, se puede datar con bastante precisión hacia el año 6 a. de C. Y anclar en la geografía del lugar concreto que se señala en la basílica de la Anunciación. Cuando el peregrino está allí, le parece oír todavía las palabras de la Virgen y le parece notar en las paredes de la gruta las huellas, o el calor, que ella dejó. La piedad cristiana colocó una estrella de mármol con la frase en latín: aquí de la Virgen María el Verbo se hizo carne. La arqueología científica moderna afirma que el sí de María se pronunció unos dos metros más adelante de la inscripción. Tanto mejor así, al peregrino le es posible colocarse en el mismo lugar, para asombrarse primero y tratar de escuchar una voz en su interior, después escudriñar y descubrir cuál es el plan de Dios para con él. Lo importante entonces es saber decir que sí, cada uno a su manera.

 

            La actual basílica, inaugurada el año 1969, ha sabido conservar todo lo que de antiguo tenía valor, desde lo que queda de la casa de María, una gruta de caliza blanca, los restos de la iglesia sinagogal, una gran pila para practicar los bautismos por inmersión, mosaicos conmemorativos, y hasta el monumento a Conon, un cristiano pariente de Jesús que murió mártir. Pero el edificio no es un almacén de restos arqueológicos. La iglesia es de una belleza extraordinaria; toda ella, desde la linterna de la cúpula, hasta el plano inferior, pasando por el decorado interior y el trabajo en relieve de sus puertas de bronce, es un canto a la Madre de Dios. Es la casa de María de Nazaret, desposada, y después casada, con José, pero lleva en los plafones de sus muros los "apellidos", las advocaciones con que se la venera en todo el mundo.

 

            A no más de 100 m.y dentro todavía del recinto franciscano, está la más modesta iglesia de San José, o de la Sagrada Familia. En su interior alberga lo que podríamos considerar fueron los sótanos de la casa donde Jesús vivió obediente, trabajando y creciendo, a la vista de su Padre-Dios y a la de sus vecinos. En estos subterráneos guardaban el vino, el trigo y el aceite. Todavía se pueden ver los silos excavados en la roca donde almacenaban estas provisiones, al abrigo de ladrones o alimañas. Rezar en este lugar, celebrar su fe en el mismo lugar donde la Sagrada Familia celebraba la vida, es un privilegio impresionante que en varias ocasiones me ha sido concedido. Una lectura apropiada para hacerla aquí, o para hacerla recordando este lugar, es la homilía pronunciada por el Papa Pablo VI, cuando visitó Nazaret. 

 

            Situado entre ambas iglesias hay un pequeño museo de reciente instalación. Tal vez por ser reciente muchos ignoren su existencia. Es pequeño en superficie pero interesante por su contenido. Encuentra en él el peregrino el primer saludo a María que poseemos, las primeras súplicas, los primeros testimonios que tenemos de que gente de su entorno y gente de lejanas tierras iban a la gruta con devoción. Son "graffiti" rescatados recientemente, así como objetos de cerámica, algunos con inscripciones, que nos demuestran que Nazaret ignorado por el Antiguo Testamento, había sido un lugar habitado desde tiempos primitivos. A su lado todavía pueden verse algunas de las casitas de la antigua Nazaret, donde aún se conserva el horno para hacerse el pan, o la anilla para sujetar al borrico, semejante sería el domicilio de Santa María.

 

            A no más de 100 m. de todo lo explicado, dentro del recinto de las Damas de Nazaret, se puede visitar una parte de la zona sepulcral de la localidad, su visita es importante porque alberga un antiguo sepulcro en muy buen estado, tal vez el mejor sepulcro pequeño que se conserva en de toda Tierra Santa, pequeño se advierte, ya que así debía ser el del Señor. Aparte de esta enseñanza, hay indicios de que pudiera tratarse del sepulcro del Justo José.

 

            A poco más de 1 km. de la basílica se encuentra la de San Gabriel, regida por monjes ortodoxos griegos. En su interior alberga la "fuente de la Virgen", allí donde sin duda iría a buscar agua, allí donde, según antiguas leyendas, tuvo lugar el primer encuentro del Ángel con María, pero que esta, llena de turbación, no se atrevió a aceptar en un lugar público y marchó deprisa y al llegar a su casa fue cuando consintió el dialogo. Es una iglesia de rito oriental, adornadas las paredes y el iconostasio con bellos iconos. El peregrino devoto bebe del agua que mana aún hoy para sentirse más unido con el misterio que le embarga.

 

            Aunque en Nazaret exista una iglesia de la sinagoga, impresionante por su austeridad y por el recuerdo que evoca, el lugar donde se asentaría la que visitaba Jesús no está allí, según dicen los arqueólogos, parece que se debería situar en el lugar que ocupan los cimientos de la actual mezquita de la localidad.

 

            Hay algunos otros lugares de menor importancia, pero, dada la brevedad de este opúsculo, no puedo dar noticia de ellos.