IV Domingo de Adviento, Ciclo C

San Lucas 1,39-45

Autor: José Portillo Pérez    

 

 

Pongámonos en camino. 

   ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestras relaciones familiares? Aunque creamos que nos mantenemos perfectamente vinculados a las personas que más amamos, es probable que exista la posibilidad de mejorar la calidad de las relaciones que mantenemos con las mismas, por ejemplo, aumentando las atenciones que tenemos con ellas, dedicando más tiempo a conversar con ellas, etcétera.

   Alfredo es un gran trabajador, de hecho, hace años, todos los días, -incluso los fines de semana-, desde las ocho de la mañana, hasta las doce de la noche, trabajaba, bien en su despacho, bien visitando a sus clientes, porque se preocupaba demasiado por mantener el elevado tren de vida de su familia. Ante la insistencia de Rosa, -su esposa-, un día de Navidad, Alfredo rehusó a trabajar durante la tarde, con la intención de pasar unas horas con su mujer y su hija ana.

   Contra todo pronóstico que la familia hubiera podido haber esperado, en parte, el encuentro que mantuvieron fue bastante desagradable. Por una parte, Alfredo no podía evitar el hecho de dejar de pensar en su negocio ni un sólo momento, por la simple razón de que vivía consagrado a la realización de su actividad laboral, hasta el punto de que llegó a dejar de lado a quienes, aunque eran las personas que más amaba, y por las que trabajaba día y noche, nunca se preocupó de demostrarles el amor que sentía por ellas, un hecho que, la tarde en cuestión de la que os hablo, le pasó factura.

   Por su parte, después de escuchar a su marido durante más de cinco interminables horas de hablar del inventario anual que tenía que terminar rápidamente porque el año finalizaba y no tenía tiempo de hacerlo, y de las decenas de pedidos de sus clientes que tenía que atender al mismo tiempo, le dijo que se sentía muy sola, que su marido nunca había dejado de obsequiarla con bienes materiales, pero que prefería renunciar a sus muchos lujos, con tal de poder pasar siquiera una hora al día junto a él.

   Alfredo estuvo a punto de ofenderse dado que pensó que Rosa despreciaba los regalos que él le había hecho a base de trabajar miles y miles de horas con tal de justificar su ausencia, pues, lo único que le faltaba el día que en parte hacía mal en dejar de cumplir su obligación por capricho de su mujer, era que ella no valorara su esfuerzo, ya que, después de todo, era él quien tenía la responsabilidad de mantener económicamente a su familia.

   Con gran paciencia, Rosa le dijo a su marido que lo apreciaba y lo admiraba, pero que, llegó a ser tan insoportable la soledad a la que él la sometió involuntariamente durante sus diez años de convivencia, que llegó a pensar en buscar a otro hombre que le hiciera la vida más soportable, pero que nunca se atrevió a hacerlo, por causa de sus creencias religiosas.

   Alfredo comprendió lo que su mujer le dijo, se disculpó por el dolor que le causó, y, cuando escuchó a su hija que acababa de despertarse y lloraba en la cuna, la cogió entre sus brazos, y se llevó una gran sorpresa cuando la pequeña se conmovió por causa del miedo que le produjo el hecho de estar en los brazos de un desconocido. Después de dejar a la pequeña en la cuna, Alberto lloró y se maldijo por ser tan ambicioso y torpe, y, cuando se le pasó el dolor que le causó la comprensión del error que había cometido, se comprometió firmemente a vivir más unido a quienes más merecían su amor, aunque ello le supuso la pérdida de varios miles de dólares, lo cuál le mereció la pena, si tenemos en cuenta que hizo más feliz a su familia.

   Alfredo se emocionó mucho cuando Rosa le dijo:

   -Todas las noches, cuando llegas de la oficina, lo primero que haces es darme un beso. Después, cuando vas a la habitación de Ana, también le das un beso, pero, como ella duerme y nunca quieres despertarla, no te conoce, ni siquiera sabe que la amas.

   Siguiendo el ejemplo de Alfredo, aunque quizá no faltamos a la celebración de la Eucaristía dominical, y aprovechando el hecho de que tenemos que hacer un examen de conciencia preciso para confesar nuestras deficiencias ante nuestro director espiritual -el cuál representa a Dios-, quizá deberíamos plantearnos la posibilidad de mejorar nuestra vida, tanto a nivel espiritual, como a nivel material.

   Os propongo una serie de preguntas (muchas de ellas acompañadas de reflexiones bíblicas) que espero que nos sirvan a todos para hacer nuestro examen de conciencia particular:

   Respondamos a las preguntas antes de leer las citas bíblicas que las acompañan: 

   -¿Asistimos todos los Domingos y días de guardar a las celebraciones de la Eucaristía?

   "Que nadie deje de asistir a las reuniones de su iglesia, como algunos tienen por costumbre. Por el contrario, animaos unos a otros, tanto más cuanto que estáis viendo que se acerca el día del Señor" (HEB. 10, 25).

   -¿Participamos activamente en las celebraciones de la Eucaristía?

"Una cosa pido al Señor y es lo que busco:

habitar en la casa del Señor toda mi vida,

contemplar la belleza del Señor examinando su templo" (SAL. 27, 4).

   -Procuramos que las celebraciones litúrgicas y las reuniones formativas nos sean provechosas espiritualmente y para aumentar el número de nuestros amigos, o nos distraemos y sólo asistimos a las mismas, no por amor a Dios y a sus hijos los hombres, sino por temor a no ser dignos de alcanzar la salvación?

   "Toda Escritura está inspirada por Dios y es provechosa para enseñar la verdad, para rebatir el error, para reformar las costumbres, para educar en la rectitud. Con ella, el creyente estará perfectamente equipado para toda clase de obras buenas" (2 TIM. 3, 16-17).

   -¿Contribuimos con las obras que se llevan a cabo tanto en nuestras Diócesis como en nuestros templos?

   "Proclama el mensaje (el Evangelio) e insiste en todo momento, tanto si gusta como si no gusta. Argumenta, reprende, exhorta, echando mano de toda tu paciencia y tu competencia en enseñar" (2 TIM. 4, 2).

   -¿Nos esforzamos para aumentar nuestro conocimiento de Dios y de la Iglesia, sabiendo que ello puede mejorar la calidad de nuestra vida cristiana?

   "El reino de Dios no es cuestión de palabras (que se lleva el viento), sino de eficacia (de las buenas obras de los creyentes)" (1 COR. 4, 20).

   -¿Nos guardamos la fe que profesamos para nosotros, o damos testimonio de nuestra esperanza en nuestro entorno social?

   "Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza (fe cristiana) a cualquiera que os pida explicaciones. Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto" (1 PE. 3, 15).

   -¿Asistimos a catequesis o a otros encuentros formativos con el fin de aumentar el conocimiento que tenemos de Dios y de la Iglesia?

"No desdeñes, hijo mío, la instrucción de Yahveh,

no te dé fastidio su reprensión,

porque Yahveh reprende a aquel que ama,

como un padre al hijo querido.

Dichoso el hombre que ha encontrado la sabiduría

y el hombre que alcanza la prudencia;

más vale su ganancia que la ganancia de plata,

su renta es mayor que la del oro.

Más preciosa es que las perlas,

nada de lo que amas se le iguala" (PR. 3, 11-15).

   -A la hora de actuar en nuestro entorno social, ¿procuramos cumplir la voluntad de Dios, o procedemmos como si no fuéramos cristianos?

   "En otro tiempo érais tinieblas, pero ahora, injertados en Cristo, sois luz. Portaos como quienes pertenecen al reino de la luz, cuyos frutos son la bondad, la rectitud y la verdad. Procurad ver claramente lo que agrada al Señor" (EF. 5, 8-10).

   -¿Qué significa para nosotros el Mandamiento de la Ley de Dios que nos obliga a amar a Dios sobre todas las cosas, y hasta qué punto cumplimos el citado Precepto?

   "Sois hijos amados de Dios. Procurad pareceros a él (imitadlo)" (EF. 5, 1).

   -En el caso de hacerles promesas a Dios y a los Santos, ¿procuramos cumplirlas?

   "Si un hombre (o mujer) hace un voto a Yahveh, o se compromete a algo con juramento, no violará su palabra: cumplirá todo lo que ha salido de su boca" (NM. 30, 3).

   -¿Nos comprometemos a cumplir nuestras promesas con la intención de mejorar la calidad de nuestra vida cristiana y de hacer el bien, o prometemos cosas insignificantes sobornando a Dios y a sus Santos para que nos hagan grandes favores?

   "Ni siquiera jures por tu propia cabeza, porque no está en tu mano hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos. Decid simplemente: "Sí" o "No"; todo lo que se diga de más procede del maligno" (MT. 5, 36-37).

   -Cuando vivimos bajo la incertidumbre, ¿nos refugiamos en la oración y en la lectura de la Biblia y de los documentos de la Iglesia, o recurrimos al Tarot y a otras prácticas esotéricas?

   "Conságrate, en espera de mi llegada, a la lectura pública de las Escrituras, a la exhortación y a la enseñanza" (1 TIM. 4, 13).

   "Por eso es preciso que empuñéis las armas que Dios os proporciona, a fin de que podáis manteneros firmes en el momento crítico y superar todas las dificultades sin ceder un palmo de terreno. Estad, pues, listos para el combate: ceñida con la verdad vuestra cintura, protegido vuestro pecho con la coraza de la rectitud y calzados vuestros pies con el celo por anunciar el mensaje de la paz (el Evangelio). Tened siempre embrazado el escudo de la fe, para que en él se apaguen todas las flechas incendiarias del maligno. Como casco, usad el de la salvación, y como espada, la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios. Y todo esto hacedlo orando y suplicando sin cesar bajo la guía del Espíritu; renunciad incluso al sueño, si es preciso, y orad con insistencia por todos los creyentes" (EF. 6, 13-18).

   -¿Amamos y respetamos a nuestros padres, aunque se dé el caso de que no mantengamos muy buenas relaciones con ellos?

   "Vosotros, los hijos, como creyentes que sois, obedeced a vuestros padres (siempre que ello no os obligue a actuar contra vuestra conciencia)... Y vosotros, los padres, no hagáis de vuestros hijos unos resentidos, sino educadlos, instruidlos y corregidlos como lo haría el Señor" (CF. EF. 6, 1. 4).

   -En el caso de tener problemas que perjudiquen las relaciones que mantenemos con nuestros familiares, ¿nos impide nuestro amor propio excesivo hacer algo para acercarnos a quienes más amamos, con el fin de solventar las diferencias que nos separan de los mismos?

   "Si alguien presume de conocer alguna cosa, es que ignora todavía cómo hay  que conocer. Pero si ama a Dios, entonces es objeto del conocimiento amoroso de Dios" (1 COR. 8, 2-3).

   -¿Son la fidelidad y el respeto normas de la convivencia de nuestra vida matrimonial?

   San Pablo les escribió a las mujeres de Éfeso un consejo que también debemos aplicarnos los hombres:

   "Las mujeres respeten a sus maridos, como si del Señor se tratase" (EF. 5, 22).

   -¿Somos excesivamente exigentes con nuestros hijos?

   -¿Somos justos y equitativos en nuestras relaciones con nuestros hijos, padres, cónyuges, hermanos, otros familiares y amigos?

   "No trates duramente a los ancianos. Exhórtalos, más bien, como harías con tu padre. Con los jóvenes, pórtate como un hermano. Trata a las ancianas como a madres, y a las jóvenes como a hermanas, con toda pureza" (1 TIM. 5, 1-2).

   -¿Somos víctimas del odio o de los celos?

   -¿Somos víctimas de la envidia?

   "Sabido es cómo se comportan los que viven sometidos a sus bajos instintos: son lujuriosos, libertinos, viciosos, idólatras, supersticiosos. Alimentan odios, promueven contiendas, se enzarzan en rivalidades, rebosan rencor. Son egoístas, partidistas, sectarios, envidiosos, borrachos, amigos de orgías, y otras cosas por el estilo. Os advertí en su día y ahora vuelvo a hacerlo: esos tales no heredarán el reino de Dios" (GÁL. 5, 19-21).

   -¿Nos ciega el deseo de mantener relaciones sexuales con personas con las que no nos hemos unido por el Sacramento del Matrimonio?

   "Sois hijos amados de Dios. Procurad pareceros a él y haced del amor norma de vuestra vida, pues también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio que Dios recibe con agrado. Y en cuanto a la lujuria, a cualquier clase de impureza o a la avaricia, ni siquiera se mencionen entre vosotros. Así deben comportarse los creyentes. Y lo mismo digo de las obscenidades, conversaciones estúpidas o chistes indecentes, cosas todas que están fuera de lugar; lo vuestro es dar gracias a Dios. Tened bien entendido que ningún lujurioso, ningún indecente, ningún avaro -la avaricia es una especie de idolatría-, tendrá parte en la herencia del reino de Cristo y de Dios" (EF. 5, 1-5).

   -¿Nos hemos valido de la mentira con tal de dañar la imagen que alguna persona tiene ante la sociedad?

   -¿Realizamos bien nuestro trabajo?

   -En el caso de tener subordinados en el trabajo, ¿cómo los tratamos?

   -En el caso de tener problemas con nuestros subordinados, ¿somos los causantes de esas dificultades?

   -¿Presionamos a nuestros trabajadores excesivamente?

    "Por vuestra parte, amos, tratad a vuestros servidores de igual manera. Prescindid de amenazas y tened en cuenta que tanto vosotros como ellos pertenecéis a un mismo amo, que está en los cielos y no entiende nada de favoritismos" (EF. 6, 9).

   -En el caso de no tener subordinados, ¿somos honrados a la hora de realizar nuestro trabajo, y tenemos buenas relaciones con nuestros superiores y compañeros?

    "Los que seáis esclavos debéis acatar con profundo respeto y lealtad de corazón las órdenes de vuestros amos temporales, como si de Cristo se tratara. No en plan adulador o como alguien que se siente vigilado (algo prácticamente imposible para muchos trabajadores es esta práctica en tiempos de crisis, ya que los llamados "pelotas" en términos coloquiales hacen lo imposible para meterse a los empresarios en el bolsillo, para dejar sin trabajo a sus compañeros), sino como esclavos de Cristo, que tratan de cumplir con esmero la voluntad de Dios. Prestad vuestros servicios de buen grado, teniendo como punto de mira al Señor y no a los hombres. Y recordad que el Señor recompensará a cada uno según el bien que haya hecho, sin distinguir entre amo y esclavo" (EF. 6, 5-8).

   "Los que están bajo el yugo de la esclavitud deben considerar a sus propios amos como dignos de respeto. Así nadie podrá denigrar el nombre de Dios ni su enseñanza" (1 TIM. 6, 1).

   -¿Hemos deseado en alguna ocasión algún bien de alguna persona hasta el punto de llegar a robar el mismo?

   "Más aún, sigo pensando que nada vale la pena en comparación con ese bien  supremo que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él renuncié a todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo" (FLP. 3, 8).

   -En el caso de ser pobres, y a pesar de que tengamos necesidad de bienes de los que difícilmente podamos prescindir, ¿sabemos actuar como verdaderos hijos de Dios que creen que el tiempo de su prueba ha de pasar, o permitimos que nuestra miseria atente contra la fe que profesamos?

   "Contentémonos, pues, con no andar faltos de comida y de vestido. Los que se afanan, en cambio, por ser ricos, se enredan en mil tentaciones y se dejan dominar por un sinfín de insensatos y dañosos deseos que hunden a los hombres en la perdición y la ruina. La avaricia es la raíz de todos los males, y no faltan quienes, arrastrados por ella, han perdido la fe y ahora son presa de múltiples remordimientos" (1 TIM. 6, 8-10).

   -En el caso de tener dinero y bienes materiales, ¿nos solidarizamos con los pobres, o sólo pensamos en aumentar nuestras riquezas?

   "Pues si hay prontitud de voluntad (de practicar la caridad) es bien acogida con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene. No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad. Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad (en el caso de que paséis necesidades más adelante), como dice la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos" (2 COR. 8, 12-15).

   -¿Utilizamos Internet con el fin de crecer personalmente y de hallar lo que necesitamos, o lo hacemos con tal de buscar aquello que puede afectar nuestra personalidad y nuestra convivencia familiar?

   "Lo que quería deciros en la carta es que no tengáis trato con quien presume de cristiano y es lujurioso, avaro, idólatra, calumniador, borracho  o ladrón. Con alguien así, ¡ni sentarse a la mesa! (No se trata de odiar a estas personas ni mucho menos de marginarlas, sino de instarlas a que recorran las sendas del bien)" (1 COR. 5, 11).

   -¿Abusamos del tabaco, el alcohol o de algún tipo de droga?

   "No seáis irreflexivos; tratad, más bien, de descubrir cuál es la voluntad de Dios. Ni os emborrachéis, si no queréis dar en el libertinaje; llenaos, por el contrario, del Espíritu, y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados. Cantad y tocad para el Señor desde lo hondo del corazón, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (EF. 5, 17-20).

   -En el caso de depender de los efectos de algún medicamento antidepresivo que nos revitalice psicológicamente, ¿nos esforzamos por permanecer activos y mejorar al no mortificarnos con nuestros pensamientos no realistas, o, dejando de confiar tanto en Dios como en nosotros (quien no confía en sí mismo desconfía de Dios), permanecemos inactivos, como si los fármacos nos curaran mágicamente?

   "También en el reír padece el corazón,

y al cabo la alegría es dolor" (PR. 14, 13).

"Si te dejas abatir el día de la angustia,

angosta es tu fuerza" (PR. 24, 10).

   -En el caso de padecer depresión, ¿tenemos tendencia a aislarnos, o luchamos por encontrar a familiares, amigos e incluso especialistas que nos comprendan?

"Ansiedad en el corazón deprime al hombre,

pero una palabra buena le causa alegría" (PR. 12, 25).

"El amigo ama en toda ocasión,

el hermano nace para tiempo de angustia" (PR. 17, 17).

   "Mejor es reprensión manifiesta

que amor oculto.

Leales son las heridas del amigo,

falsos los besos del enemigo" (PR. 27, 5-6).

   -¿Cómo actúan los jóvenes, tanto en la Iglesia, en su domicilio, en su entorno educativo, entre sus amigos, y en sus lugares de ocio?

   San Pablo escribió un consejo muy digno de ser aprovechado por los jóvenes:

   "Que nadie pueda hacerte de menos por ser joven. Al contrario, que tu palabra, tu conducta, tu amor, tu fe y tu limpio proceder te conviertan en modelo para los creyentes" (1 TIM. 4, 12). 

   Después de haber considerado las preguntas expuestas, hagamos la lista de nuestros pecados y deficiencias, la cuál no es semejante a la lista que utilizamos para hacer nuestras compras en un supermercado, así pues, más que hacer un listado exacto de todas las acusaciones que tenemos en contra nuestra, os propongo que hagamos algo individualmente o acompañados de alguien en quien confiemos, lo cuál consiste en hacer la lista de pecados y defectos que acostumbramos a hacer todos los años, la cuál constará de dos columnas:

   1. en la columna de la izquierda escribiremos nuestros pecados y defectos.

   2. En la columna de la derecha escribiremos lo que vamos a hacer, -aparte de cumplir la penitencia que se nos imponga-, para no volver a cometer los mismos pecados, y para intentar, -en conformidad con las posibilidades que tengamos en cada momento de nuestra vida-, superar las deficiencias que nos caracterizan.

   Si pensáis que la Confesión como Sacramento no es una pantomima, ¡atreveos a llevar a cabo este ejercicio!, pero, si lo hacéis acompañados, no les riñáis a quienes os hablen de defectos que tenéis que no queréis reconocer u os cuesta un gran esfuerzo hacerlo.

   Que Dios os colme de bendiciones.