Fiesta: Sagrada Familia de Jesús, María y José

San Lucas 2, 41-52: Ejemplaridad de la Sagrada Familia.

Autor: José Portillo Pérez    

 

 

Ejemplaridad de la Sagrada Familia. 

   Con mucha razón decimos que la institución familiar está viviendo tiempos difíciles, así pues, muchos matrimonios se disuelven por diversas causas, muchos desean que el aborto y la eutanasia se legalicen... Todos los problemas que afectan a las familias en el mundo, se deben al hecho de que hasta los creyentes en muchas ocasiones nos apartamos de la presencia de Dios, de manera que hacemos todo lo que nuestro Padre común desaprueba, a pesar de que la experiencia que tenemos de tal hecho nos indica que no debemos desobedecer a nuestro Creador.

   Aunque no comprendemos los misterios de Dios, esa excusa no debe ser utilizada por nosotros para desobedecer a nuestro Padre común, pues, al contrario, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, -la cual vivió circunstancias difíciles de comprender y aceptar-, debemos esforzarnos para no renegar de la fe que profesamos.

   Consideremos el caso de María, pues, siendo adolescente, se preparaba para casarse con un hombre al que probablemente ni siquiera conocía, simplemente porque su padre -o su tutor legal- quiso comprometerla con José en matrimonio, tal como se hacía en aquel tiempo, sin contar con la autorización de ella. Aunque en la Biblia no se nos describen los sentimientos que María tenía con respecto a su futuro, porque el hecho de ser mujer significaba que había de someterse a la voluntad de su padre o tutor antes de estar casada y después de contraer matrimonio tenía que someterse a su marido, no es extraño el hecho de que tuviera miedo, al ni siquiera saber cómo la iba a tratar José después de que empezara a vivir con ella. Gracias al autor del Protoevangelio de Santiago, sabemos que los padres de nuestra Señora se llamaban Joaquín y Ana.

   Hubo en Israel un hombre llamado Elí el cual se casó y murió sin hijos. Jacob, -hermano de Elí-, asumió la obligación legal de casarse con la viuda de su hermano, y de tener un hijo con la misma, el cuál fue hijo legal de Elí, e hijo carnal de Jacob. Este hijo del que os hablo es San José, del cuál sabemos que era lo que en griego se denominó tekton, es decir, carpintero, albañil, y, en general, lo que hiciera falta en cada momento. Mientras que María al ser mujer no tenía la capacitación legal para elegir a su marido, José sí eligió a su prometida libremente, lo cuál nos hace pensar que era feliz pensando en la conclusión de la celebración de su unión conyugal con María. José debía ser feliz esperando de María fidelidad y obediencia plena, virtudes indispensables para una buena ama de casa y madre de sus hijos.

   Para los creyentes fue Dios, y, para quienes carecen de fe, fue el destino el que le hizo una buena jugarreta a la joven pareja cuya historia estamos recordando. María aceptó el hecho de ser ni más ni menos que la Madre de un Dios que se caracterizaba por asumir la vivencia de los más marginados para, al asumir la debilidad humana, manifestarse a los hombres como el Todopoderoso Creador del Universo y Redentor de la humanidad. Aunque nunca dejará de sorprendernos la forma que Dios tiene de hacerse amar por los hombres, María vivió todo un trauma cuando tuvo que decirles a sus familiares que estaba embarazada, pero que su Hijo no era de José, sino de Dios. Lo más creíble en aquella situación que se dio en una sociedad tan machista como la palestina, era que María, o bien había sido violada, o había ejercido la prostitución libremente, lo cuál la hacía digna de morir lapidada, con el fin de que las mujeres que conocieran aquel hecho, se abstuvieran de serles infieles a sus maridos.

   En cierta manera, hemos cometido un error al hacer inaccesible la santidad convirtiendo a los Santos en héroes inimitables, pues, muchas veces alabamos las virtudes que los caracterizaban, y olvidamos que ellos fueron hombres y mujeres de su tiempo que optaron por confiar en Dios, costárales lo que les costó ese hecho, por el cuál los tenemos como ejemplos a seguir.

   Podemos pensar que cuando José aceptó a María y a su Hijo se acabaron los problemas de ambos, y que vivieron felices, pero, la unión de José y María, sólo constituyó el principio de una larga cadena de sufrimientos, pues nuestra experiencia nos dice que, una vez que tenemos un problema, nos aparecen muchas más dificultades en cualquier parte que fijamos la vista.

   Cuando a María le faltaba poco tiempo para que diera a luz, tuvo que viajar a Belén junto a José, pues ambos tenían que empadronarse, para que se cumpliera la Profecía de Miqueas, el Profeta que predijo que el Mesías tenía que nacer en belén.

   Por si José y María no habían sufrido bastante, tuvieron que afrontar la humillación de ver nacer a su Hijo en un establo. Esa humillación no hubiera sido tan grande si los padres del Señor hubieran sido mendigos de por vida, pero, al ser visitados por los pastores que por su pobreza eran considerados ladrones, y no sin razón, tuvieron que aprender que Dios no hace acepción de personas.

   En el Templo de Jerusalén, Simeón agravó el dolor de José y María, indicándoles que nuestra Señora sentiría cómo una espada le traspasaría el corazón, cuando viera morir a su Hijo.

   La huida a Egipto para salvarle la vida al Señor fue muy dolorosa, así pues, ¿cómo se explicaba el hecho de que Dios no defendiera por Sí mismo a su Hijo de las manos del tirano Herodes? Y, por otra parte, ya que Dios envió a un ángel para poner a salvo a Jesús, ¿por qué no hizo un pequeño gesto para salvarles la vida a los Santos Inocentes de Belén?

   Después del regreso de Egipto a Nazaret, José tuvo que hacerles entender a sus vecinos que, si lo apreciaban, que tenían que respetar a María, dado que él la amaba como su esposa, y no le iba a consentir a nadie que la tratara como si fuera una prostituta.

   Quizá los problemas familiares que tenemos que afrontar actualmente nos hieren porque queremos solventarlos con la misma rapidez que cambiamos de cadena de TV. Para que un matrimonio no se disuelva hace falta que tanto el hombre como la mujer que lo constituyen caminen en la misma dirección. Aunque algunos problemas no se resuelven nunca, sólo el amor puede fortalecer a las familias para sobrevivir a los mismos sin acabar con los corazones sangrantes.

   Yo les digo a los jóvenes que conozcan a sus novios/as y que se olviden de casarse sin conocerse pensando que se podrán divorciar en cualquier momento, porque el matrimonio cristiano no es un dulce que apenas lo mordemos nos impresiona por su buen sabor y una vez que lo digerimos nos amarga las entrañas, pues el citado Sacramento debe ser la demostración de que es posible que un hombre y una mujer se amen, aún más allá de las dificultades que tengan que afrontar.

   El matrimonio cristiano es un contrato cívico-religioso entre un hombre y una mujer, los cuales se fortalecen inspirados por su amor, con el fin de trabajar para crecer en todos los niveles, lo cual ha de hacerles fuertes para superar las dificultades que se opongan a la realización de los proyectos que forjan con el fin de alcanzar la plenitud de la felicidad.

   Por supuesto que todos los matrimonios que duran más de una semana tienen que discutir miles de veces, pero ello no significa necesariamente que los cónyuges están condenados a no entenderse nunca, sino que tienen que aprender a escucharse y actuar unas veces a favor de uno y otras veces a favor del otro, de manera que el amor cubra todas las pequeñas insatisfacciones que no han de convertirse en obstáculos que acaben separando lo que no se debe separar, porque el mismo Dios es quien lo ha unido, pues, un proverbio egipcio, dice: "Antes de poner en duda el buen juicio de tu mujer, fíjate con quién se ha casado ella".

   El pasado verano vi un documental de TV. en el que se entrevistaba a un grupo de jóvenes con la idea de hacerles ver a los espectadores del mismo cómo entienden los jóvenes españoles el concepto de la sexualidad. Una de las primeras preguntas que respondieron los citados jóvenes, era la siguiente: ¿Cuál es tu ideal de persona del sexo contrario? Todos los entrevistados sólo hicieron alusión en sus respuestas a los cuerpos que deseaban tener entre sus brazos, olvidando que, cuando dos personas conviven mucho tiempo, no es el amor de la belleza, sino la belleza del amor, la que hace maravillosa la unión de quienes se aman verdaderamente.

   Muchos de los que creen que el matrimonio sólo hay que disfrutarlo en los primeros años de convivencia, viven la siguiente frase de Gabriel García Márquez: "El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno". La segunda etapa del matrimonio, que está constituida por los años en los que, después de haberse independizado los hijos, los padres terminan con el cumplimiento de la gran mayoría de sus múltiples responsabilidades, deben recordar su primer amor, para disfrutar "a tope" los años de convivencia que les resten. No comprendo lo egoístas que son los jóvenes que, todos los fines de semana, se quitan a sus hijos de encima, y se los dejan a sus padres, sólo para divertirse, olvidando que, quienes hicieron todo lo que pudieron y mucho más por ellos, también tienen derecho a disfrutar un poco.

   Con respecto a la educación de los hijos, me voy a permitir daros un consejo a los padres, dado que muchos de los que habéis tenido una infancia difícil, habéis tomado la equivocada decisión de que a vuestros descendientes no les falte ni un sólo capricho. Os digo que os habéis equivocado porque, tanto a los niños como a los adultos, hay que administrarles las dádivas que se les conceden, con el fin de evitar que sean grandes egoístas cargados de un excesivo e injustificable amor propio.

   También me voy a permitir deciros que no hagáis a vuestros hijos excesivamente dependientes de vosotros, porque sufrirán mucho cuando sean mayores si no saben desenvolverse por sí mismos, y porque nadie os va a tener por santos si intentáis justificar como creáis que os sea posible que vuestros hijos han llegado a ser lo que son gracias a vuestros desvelos. Una cosa es hacer el bien por amor al cumplimiento de la Ley de Dios, y otra cosa es hacer el bien para esconder la carencia de autoestima de que se es víctima o el egoísmo excesivo que daña a dichos bonachones y a quienes desgraciadamente se benefician de sus supuestas buenas obras.

   Pidámosle a la Sagrada Familia de Nazaret que le pida a nuestro Padre común que nos ayude a vivir su buen ejemplo de fe.