Solemnidad. Epifanía del Señor.

San Mateo 2, 1-12: La epifanía o manifestación de Jesús.

Autor: José Portillo Pérez    

 

 

1. Origen de la celebración de la Epifanía. 

   Los antiguos habitantes de Egipto y de Arabia, durante la noche del cinco al seis de enero, celebraban la fiesta pagana del nacimiento del dios Aion, el cual se manifestaba de una manera especial al renacer el sol, pues para ellos el solsticio de invierno acontecía en torno a la citada fecha. En la citada fecha también se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos, el cual, lo mismo que le sucedió a Jesús, fue asesinado y resucitado según quienes creían en él, y se hacía comer por sus creyentes, los cuales celebraban ese significativo hecho en medio de una gran fiesta marcada por los placeres que actualmente caracterizan la Navidad de mucha gente. De la misma forma que los cristianos occidentales comenzaron a celebrar la Navidad el veinticinco de diciembre con la intención de hacer desaparecer los saturnales romanos, los cristianos orientales comenzaron a celebrar la Epifanía del Mesías el seis de enero, con el propósito de cristianizar las celebraciones paganas relacionadas con el culto al sol y al dios Dionisio.

   Los cristianos occidentales empezaron a celebrar la Epifanía del Señor a mediados del siglo IV. 

   2. ¿Qué información hay en la Biblia referente a la Epifanía del Señor? 

   "Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido  a adorarle. En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá,

no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;

porque de ti saldrá un caudillo

que apacentará a mi pueblo Israel.".

   Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba  delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y  le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino" (MT. 2, 1-12). 

   3. Interpretación del anterior texto de San Mateo y enseñanzas que podemos extraer de la fiesta de la Epifanía del Señor. 

   -Los Reyes Magos, -los cuales no eran judíos-, representan a los paganos, y a quienes buscan la luz de Dios, porque comprenden que la libertad sin contar con el Mesías se convierte en prisión, la fe en oscuridad y el amor en vacío espiritual. Cuando los cristianos auténticos se encuentran con el Señor, le dan a nuestro Salvador todo lo que tienen, y se ponen a su servicio. Un ejemplo de ello es San Pablo, el Santo Apóstol de los gentiles, que les escribió a los Filipenses:

   "Quiero conocer a Cristo, experimentar el poder de su resurrección, compartir sus padecimientos y morir su misma muerte. Espero así alcanzar en la resurrección el triunfo sobre la muerte. No quiero decir que haya logrado ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado por Cristo Jesús. No, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero, eso sí, olvido lo que he dejado atrás, y me lanzo hacia adelante en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto. Esto deberíamos pensar cuantos presumimos de auténticos creyentes. Y si  en algo pensáis de otra manera, que Dios os ilumine también en este punto" (FLP. 3, 10-15).

   -Dado que los Reyes Magos no eran hermanos de raza de Jesús, creemos que la estrella que les condujo a la presencia del Mesías es símbolo del Evangelio, la Buena Noticia divina de que Dios, por medio de la Pasión, muerte y Resurrección de su Hijo, ha redimido a la humanidad, independientemente de que actualmente sigamos siendo víctimas del dolor y del pecado, y símbolo de la fe que debemos comunicarles a nuestros prójimos los hombres.

   San Pablo escribió:

   "Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a una vida consagrada a él, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque tal ha sido su designio salvador. Es un don que nos concedió por medio de Cristo Jesús antes incluso que el tiempo existiese, y que ahora se ha hecho manifiesto por la aparición de Cristo Jesús, nuestro Salvador, cuyo mensaje de salvación ha destruido a la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad" (2 TIM. 1, 9-10).

   -Los Reyes Magos hicieron un gran sacrificio al dejar sus comodidades para aventurarse en el seguimiento de la estrella que los condujo a la presencia del Mesías, así pues, cuando llegaron a Jerusalén, debieron sufrir un golpe duro cuando ni Herodes ni los judíos sabían que había nacido el Rey del Israel espiritual de Dios, pero, a pesar de ello, no renunciaron a la realización de la misión que los condujo a Palestina. Los Reyes Magos son el ejemplo perfecto que deben recordar los que no son capaces de hacer muchas cosas ante el miedo que les produce la posibilidad de fracasar.

   Ya que los predicadores, -independientemente de que seamos religiosos o laicos-, tenemos que llevar a feliz término una empresa muy difícil, si consideramos que el Evangelio es rechazado por la mayor parte de la humanidad, apliquémonos las palabras del Apóstol:

   "Proclama el mensaje e insiste en todo momento, tanto si gusta como si no gusta. Argumenta, reprende, exhorta, echando mano de toda tu paciencia y tu competencia en enseñar" (2 TIM. 4, 2).

   -Aunque probablemente los Reyes Magos tenían la esperanza de encontrar al Redentor de las naciones en un palacio, no les flaqueó la fe cuando encontraron a Jesús en una casa que sólo podía ser habitada por una familia muy pobre. Este hecho nos enseña a dejar que Dios sea Dios, y no lo que nos convenga en cada momento de nuestra vida.

   San Juan nos instruye:

   "Si vamos diciendo que estamos unidos a Dios pero vivimos en tinieblas,  mentimos y no practicamos la verdad. Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces todos participamos de la misma vida, y la muerte de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado" (1 JN. 1, 6-7).

   -De la misma forma que los Reyes Magos le hicieron regalos a Jesús, nosotros, no sólo deberíamos hacerle regalos al Señor, sino hacer lo posible por purificar nuestras intenciones, para que nuestros dones sean frutos de corazones marcados por el amor y la sinceridad.

   -Deberíamos pensar de qué manera ha marcado nuestra vida (si ello ha sucedido) nuestro Hermano y Señor Jesús, pues, ya que Él nos ha redimido, deberíamos corresponder su amor predicándoles la Palabra de Dios a nuestros prójimos los hombres. 

   4. Lo esencial del Cristianismo. 

   Ya que al aceptar la revelación de Dios a nosotros sus hijos la Iglesia nos pide que les transmitamos a nuestros prójimos el gozo que significa para nosotros el hecho de ser hijos de un mismo Padre celestial, permitidme que os proponga que hagamos un ejercicio entre nuestros familiares y/o amigos, el cual consiste en que les digamos a los mismos lo esencial del Cristianismo, con el fin de que los tales se conviertan a nuestro Padre y Dios.

   ¿Qué es para nosotros lo esencial del Cristianismo?

   ¿Cómo podríamos sintetizar el contenido de nuestra fe para que quienes no creen en Dios sientan el deseo de leer los Evangelios y de asistir a las celebraciones eucarísticas?

   Lo esencial del Cristianismo es que Dios se nos ha revelado por medio de su Hijo amado. Lo esencial del Cristianismo es que Dios se nos ha revelado de una forma sensible, según nos narra este hecho San Juan en su Evangelio:

   "Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad" (JN. 1, 14).

   El autor de la Carta a los Hebreos, escribió:

   "Dios habló en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas, y lo hizo en distintas ocasiones y de múltiples maneras. Ahora, llegada la etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien trajo el universo a la existencia" (HEB. 1, 1-2).

   Lo esencial del Cristianismo es que Dios, compadecido del hecho de que el mal en todas las formas que el mismo se manifiesta ha azotado a la humanidad desde que el hombre existe sobre la haz de la tierra, en la pequeñez de un Niño indefenso necesitado de los cuidados sin los que cualquier niño moriría irremisiblemente, y por medio de la Pasión, muerte y Resurrección de su Hijo, nos ha manifestado su omnipotencia, con el fin de hacernos vivir en su presencia, cuando aprendamos a ser tan bondadosos como lo es Él. 

   "   5. Jesús y los ateos. 

   Aunque actualmente podemos dedicarle mucho tiempo a la evangelización de nuestros oyentes en el supuesto caso de que encontremos a algunas personas que estén dispuestas a conocer nuestra fe, en los primeros tiempos del Cristianismo, los minutos que los creyentes podían dedicarle a la evangelización de sus oyentes, eran decisivos para que los tales aceptaran o rechazaran nuestra fe. Hay que dar por supuesto que muchos de quienes decidían creer en Dios en esas charlas circunstanciales no tenían una fe completa y mucho menos el tiempo necesario para ser instruidos en el conocimiento del Señor y de su Iglesia, pero, a pesar de ello, entre aciertos y errores, los tales tenían que dejarse conducir por el Espíritu Santo, para que la tercera Persona de la Santísima Trinidad, atendiendo a la capacidad de ser perfeccionado de cada uno, los ayudara a abrazar sus nuevas creencias. Os digo esto porque muchos de nuestros hermanos consideran que el ciclo de evangelización de cada persona necesariamente tiene que pasar por un largo periodo catequético, pero, por razones que escapan a nuestra capacidad de retener a quienes nos escuchan predicar el Evangelio, -dado que somos sembradores de la Palabra de Dios, y no recolectores de los frutos que nuestra predicación produce en quienes nos escuchan-, tenemos que orar para que el Espíritu Santo complete nuestra tarea, la cuál fue comenzada por nosotros, bajo la inspiración del amor procedente del Padre y del Hijo.

   Supongamos el hipotético caso de que le predicamos el Evangelio a alguien que, aunque se compromete a leer los Evangelios, y cree en la Persona de Jesús, rechaza nuestra fe, pero vive los valores predicados por nuestro Señor. Mi experiencia personal me ha hecho comprender que muchos ateos, aunque no creen que Jesús es Dios, ven en nuestro Señor a un gran hombre digno de imitar, por causa de sus valores, los cuales, al irse extinguiendo de nuestras sociedades actuales, nos hacen constatar cómo muchos hombres actúan irracionalmente.

   El no creer en Jesús como Dios, sino como hombre digno de imitar, no significa una negación de nuestro Señor, sino la adquisición del compromiso de comunicarles a los hombres la necesidad que tenemos de vivir inspirados por los valores de nuestro Salvador.

   Los no creyentes, al leer la Biblia, pueden encontrar un reflejo de su vida, y una síntesis de la historia de la humanidad, la cuál, en algunas ocasiones, ha estado marcada por la vivencia de valores humanos positivos, y, en otras ocasiones, ha registrado episodios de tiranía que únicamente han servido para cometer injusticias y hacerles sufrir a los débiles.

   A veces, los éxitos que alcanzamos provocan estados de crisis, cuando comprobamos que los mismos nos aportan nuevas exigencias, así pues, aunque a partir de la Revolución Industrial se cambiaron muchas estructuras sociales, la historia es testigo de que el citado cambio político-económico social no le aportó al hombre del siglo XIX ni del XX -ni nos aportará a quienes vivimos en este siglo- la felicidad completa, pues los valores espirituales no dependen ni de la riqueza ni de la pobreza que caracterice nuestra vida.

   A pesar de que los ateos rechazan todos los conocimientos que no les son aportados por la ciencia, muchos millones de ellos tienen que aceptar el hecho de que la ciencia nos aporta muchas enseñanzas, pero no nos hace conscientes del deber que debemos realizar en nuestra vida, dado que, quienes se han sacrificado por alguna causa a lo largo de la historia, no lo han hecho por amor a la ciencia, sino teniendo presentes sus valores morales.

   Si muchos cristianos podemos asimilar nuestra religión como una forma de vida, y aquellos de nuestros hermanos que temen por la salvación de su alma asimilan la misma como una exigencia ineludible, los no creyentes ven en la Biblia la máxima expresión de los sentimientos del hombre, la necesidad que este tiene de encontrar el sentido de su vida, y la comprensión de que los avances que nuestras sociedades modernas experimentan carecen de sentido, si no están inspirados en un maduro crecimiento psicológico y moral de toda la humanidad.

   Las palabras del Señor: "«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva."" (MC. 1, 15), pueden significar para quienes no son creyentes: El tiempo se ha cumplido y es posible la existencia de un mundo perfecto, es decir, lo que en el principio de la existencia del Socialismo parecía una utopía, es totalmente posible; fortaleceos moralmente y luchad denodadamente para que lo más pronto posible vivamos esa realidad.

   Jesús nos exige a los creyentes que vivamos totalmente entregados a nuestros compromisos cristianos, y, si somos honrados en la vivencia de los mismos, toda la humanidad, -creyentes y no creyentes-, nos daremos cuenta de que debemos exigirnos a nosotros más de lo que les exigimos a los demás, dado que la sociedad perfecta llamada Reino de Dios será resultante del sacrificio personal y no de la explotación de los débiles.

   Es necesario que los cristianos nos comprometamos con la evangelización, pero, si no conseguimos convertir a algunos de nuestros oyentes al Evangelio, deberemos evitar el hecho de juzgarlos, porque, quienes mucho se exigen a sí mismos, al comprender lo difícil que es el hecho de crecer a cualquier nivel en la vida, evitarán el hecho de juzgar temerariamente a los demás.

   Quienes no creen en Dios, pero creen que el hombre puede crear un mundo perfecto, al comprender que el bien se consigue por el camino del sacrificio personal, no ven en la muerte de Jesús un fracaso a pesar de que no son cristianos, sino la máxima expresión de lo que deberíamos estar dispuestos a hacer, cada cuál, desde nuestro estado actual, con el fin de alcanzar la vivencia en el mundo perfecto añorado por los comunistas y los socialistas.

   Finalizo esta meditación diciéndoos que depende en gran parte de nosotros los cristianos el hecho de que todos -creyentes y no creyentes-  nos esforcemos para lograr la pronta instauración del Reino de Dios en el mundo, para lo cuál, nos es preciso respetar a quienes no comparten nuestras creencias, ora porque no son católicos, ora porque no creen en nuestro Padre común" (De: "¿Por qué debemos predicar el Evangelio los cristianos?", un artículo que os puedo enviar completo por correo electrónico, si me lo pedís a:

loli627167575@gmail.com