V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 5, 1-11:
Levantemos el corazón.

Autor: José Portillo Pérez    

 

 

  Levantemos el corazón. 

   1. Faltan pocos días para que empecemos a conmemorar la Cuaresma, los 40 días precedentes al Triduo de Pascua. Durante el citado periodo le pediremos a Dios que nos siga limpiando de nuestras imperfecciones a través de nuestras oraciones y obras. No podemos sentirnos purificados si carecemos de fe, así pues, la Iglesia, con gran sabiduría, nos insta a que recordemos nuestra vocación. Todos los cristianos practicantes vivimos en torno a Dios cumpliendo una misión que nuestro Padre común nos ha encomendado. Existen gran variedad de misiones entre nosotros, pero todas tienen la finalidad de conducirnos al Reino de Dios, independientemente de si somos religiosos o laicos.

   El primero de los Profetas mayores, Isaías, se turbó en la presencia de Dios. A nosotros no nos impresiona el hecho de que "Dios es amor" (1 JN. 4, 8) porque oímos esa verdad cada vez que celebramos la Eucaristía, pero aún en nuestros días muchos de nuestros hermanos comparten la creencia judía de que la justicia y el amor no se compenetran entre sí, de manera que piensan que ante el Todopoderoso los hombres débiles -para ellos la debilidad es el castigo del pecado o impureza- han de perecer ante la ejecución del castigo de Dios por la inminente e inevitable aplicación de la justicia divina. La gran mayoría de nuestros sacerdotes han perdido la costumbre de hablar del infierno y el purgatorio, unos porque no creen en la existencia de esos estados, y otros porque saben que esas creencias afortunadamente se están extinguiendo.

   Un ángel tocó los labios del Profeta con una brasa, simbolizando de esa forma el cuidado que debemos tener los cristianos a la hora de emitir juicios y proclamar la Palabra de Dios. Este hecho nos insta a leer toda la información que cae en nuestras manos entre líneas, dado que tenemos que cerciorarnos de la verdad referente a todo lo que acaece en nuestro entorno social para no emitir juicios tan improcedentes como temerarios. Si purificamos nuestra lengua estaremos dispuestos para decirle al Señor las palabras del Profeta: "Aquí estoy, envíame a mí a ejecutar tu misión". ¿De quiénes podemos decir que tienen mucho amor y coraje para pedirle a nuestro Padre y Dios que los ayude a conocer la aparente infinitud de la miseria humana para cambiar ese estado por la experiencia de la gracia divina? No seamos mediocres y egoístas pidiéndole a Dios que nos resuelva los problemas a nuestros seres queridos y a nosotros, y supliquemos estar siempre ocupados en la evangelización activa y en mil actividades más para sentirnos útiles ante nuestros ojos.

   De la misma forma que el episodio de la pesca milagrosa que San Lucas nos narra detalladamente en su Evangelio fue crucial a la hora en que los Apóstoles optaron por seguir a Jesús, el Señor se manifiesta a través de sus obras en nuestra vida para que vivamos como auténticos cristianos. Quizá muchos de nosotros nos parecemos a Pedro el incrédulo e impulsivo. Quizá hemos imitado a Pedro al sentirnos invadidos por el miedo a la hora de experimentar la vivencia de Dios.

   2. A Jesús le gustaba predicar en el lago de Genesaret, pues el Mesías disfrutaba reteniendo a aquellos hombres que, después de haber pasado toda una noche pescando, independientemente de su cansancio, se gozaban escuchando la Palabra de Dios. Muchas veces, cuando Jesús se dirigía a la multitud a horillas del mar de Genesaret, solía predicar desde una barca, por dos razones: evitar agresiones por parte de los más fanáticos miembros de su religión, y estar a la vista de su público.

   3. De igual forma que los pescadores de este Evangelio sacaron sus redes llenas de peces, porque, entre otras cosas, trabajaron en grupo, debemos tener presente esta enseñanza evangélica, que nos invita a compartir trabajos, alegrías y penalidades en nuestras comunidades eclesiásticas. El Cristianismo no consiste únicamente en celebrar la Eucaristía dominical, pues es bueno que todos aquellos que profesamos la misma fe nos unamos para glorificar a Dios sirviendo a aquellos de nuestros hermanos más desfavorecidos material o espiritualmente, así pues, si Jesús no hubiera tenido la intención de hablarnos de amor fraterno en este pasaje del médico San Lucas, ¿cual hubiera sido la razón por la cual nuestro Maestro se vió impulsado para obrar la pesca milagrosa?

   4. Cuando Simón escuchó la petición de Jesús de alejar su barca lago a dentro, quizá le dijo al Nazareno: Hemos estado pescando toda la noche, y, con lo que hemos pescado, sólo conseguiremos una miseria. Si acepto cumplir tu voluntad, te obedezco para demostrarte que el estómago del hombre no se sacia con palabras emotivas, sino con comida. ¡Cuántas veces hemos puesto en duda el amor de Dios con respecto a nosotros! Al final del episodio que San Lucas nos narra en el Evangelio correspondiente a la Eucaristía que estamos celebrando, Jesús oyó estas palabras del impulsivo Pedro: Señor, tú eres un gran hombre, actúas con el poder de Dios, pero yo sólo soy un pescador cargado de años y miedo, déjame en paz, no irrumpas con tus acciones en mi vida.

   5. Jesús no desea que nos conformemos con lo que nos hemos superado a lo largo de nuestra vida hasta este preciso instante, de hecho, es muy positivo el hecho de que sigamos luchando para perfeccionarnos en todos los terrenos en que nos movemos. Los minusválidos sabemos mucho de este tema, pues aún nos quedan muchos obstáculos que superar para vivir al mismo nivel que lo hacen quienes no tienen afecciones de ningún tipo.

   6. Al igual que les ocurriera a Pedro y a sus tres compañeros el día en que aconteció la pesca milagrosa, en algún momento de nuestra vida, nosotros también nos hemos percatado del amor y poder del Dios Uno y Trino, así pues, también estamos llamados a ser pescadores de hombres, esto es, evangelizadores dispuestos a trocar el mal por bien, el dolor por gozo, bajo la inspiración del Espíritu Santo.

   Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y Dios que nos ayude a ser buenos pescadores de hombres en los mares de nuestra vida.

nte que pensemos que el hecho de amenazar a nuestros oyentes con la idea de que van a ser excomulgados gracias a Dios que no funciona, porque ellos conocen perfectamente su libertad para decidir sobre lo que quieren hacer con su vida, y porque para nosotros mismos es más agradable buscar la forma de acercarnos a ellos, no para hacerlos sufrir y dominarlos por la fuerza, sino para establecer relaciones de amistad y/o de hermandad.

   El abogado estadounidense Darrow Clarence afirmó: "La primera parte de nuestra vida es arruinada por nuestros padres, y la segunda por nuestros hijos". Igualmente, al predicar el Evangelio, podemos arruinarnos la vida pensando que somos grandes pecadores o ejemplos de fe insuperables, y les podemos amargar la vida a nuestros oyentes o lectores, haciéndoles creer que son pecadores irremediables.

   Jesús, en el Evangelio de hoy (LC. 4, 21-30), explica en la Sinagoga de Nazaret cómo Dios en el pasado se compadeció de dos paganos en vez de favorecer a dos miembros del pueblo de los hebreos, lo cual enfureció en gran manera a los judíos que pensaban que, dado que sus antepasados fueron los primeros habitantes del mundo que conocieron a Yahveh, ellos eran los únicos merecedores de ser favorecidos por nuestro Padre común.

   Otro gran ejemplo de soberbia lo vemos en la parábola del hijo pródigo (CF. LC. 15, 11-32). El hijo mayor del protagonista del citado relato obedecía a su padre, pero no se sometía a este por amor, sino ambicionando la posibilidad de adueñarse de todas las posesiones del mismo.

   Por su parte, San Pablo, en la segunda lectura correspondiente a la Eucaristía que estamos celebrando, nos recuerda que debemos vivir inspirados en el ejemplo que nos dio nuestro Señor Jesucristo, para lo cuál nos dice con respecto al amor algo que deberíamos recordar siempre:

   "El amor es comprensivo y servicial: el amor nada sabe de envidias, de jactancias, ni de orgullos. No es grosero, no es egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor nunca muere" (1 COR. 13, 4-8a).

   A quienes son exigentes con quienes les predican la Palabra de Dios, y a quienes pretenden que quienes les rodean se adapten a ellos en todos los aspectos de la vida, se les presentan en las lecturas de hoy tres ejemplos de humildad dignos de ser imitados, porque los tales se adaptan al cumplimiento de la voluntad de nuestro Padre común.

   -Jeremías, en la primera lectura, a pesar de que se siente incapaz de cumplir la difícil misión que Dios le encomienda de ser un signo de contradicción para sus hermanos de raza, da el paso decisivo para cumplir la voluntad de nuestro Creador a pesar de sus muchas dudas y del miedo que lo caracteriza, pues, si el Todopoderoso le ha encomendado que lleve a cabo una determinada misión, también le procurará la forma de cumplir la misma.

   ""Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí... Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar ante ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. TE harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo -oráculo de Yahveh- para salvarte" (JER. 1, 4-5. 17-19).

   -En la segunda lectura, San Pablo, un gran Santo que sobrevivió a calamidades aterradoras con tal de no renunciar a la fe cristiana que profesaba, con su himno de la grandeza del amor, nos demuestra la clase de cristianos que debemos ser, pues el citado Apóstol de nuestro Señor, nos dice:

   "DE toda suerte de pruebas puedo salir airoso, porque Cristo me da las fuerzas" (FLP. 4, 13).

   -En el Evangelio, volvemos a recordar un conocido relato de lo que le sucedió a nuestro Señor cuando regresó a Nazaret después de empezar su Ministerio público, en el que constatamos, -una vez más-, cómo el Mesías hizo acopio de su fe y humildad, en el día en el que sus convecinos lo llevaron a la cima de un monte con el fin de asesinarlo.

   A pesar del sufrimiento que caracterizó la vida del Hijo de María, nuestro Señor dijo en cierta ocasión:

   «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera." (MT. 11, 28-30).

   Si bien los predicadores tenemos que ser respetuosos con quienes no comparten nuestras creencias, debemos defender nuestros valores, así pues, -a modo de ejemplo-, no debemos apoyar la práctica del aborto con tal de ganarnos la confianza de nuestros oyentes, pues el derecho que los no nacidos tienen a vivir no les debe ser negado en ningún momento ni siquiera de palabra.

   Jesús nos dice cómo quiere que seamos sus seguidores:

   ""Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas"" (MT. 10, 16).

   -DE la misma manera que las serpientes se arrastran por el suelo, Jesús quiere que los que creemos en Él tengamos los pies firmemente apoyados sobre la tierra, lo cual se traduce en que evitemos el hecho de vivir únicamente mirando al cielo, para que así no nos olvidemos de nuestros deberes terrenales.

   -De la misma manera que las serpientes no se caen porque están apoyadas en la tierra, los cristianos debemos mantenernos firmemente unidos a la Iglesia y no debemos de dejar de ejercitar la fe que nos caracteriza, para evitar el hecho de sucumbir bajo los efectos del pecado.

   -De la misma forma que las serpientes carecen de brazos, evitemos el hecho de utilizar los nuestros para apegarnos a las vanidades, la sensualidad y los respetos humanos cuya finalidad consiste en alejarnos de Dios, de la Iglesia y de nuestros hermanos los hombres.

   -Así como las palomas pueden volar, nuestro corazón debe aspirar al hecho de alcanzar el cumplimiento de las promesas divinas que aguardamos.

   -Ya que antiguamente las palomas eran utilizadas para enviar mensajes de un lugar a otro, dichas aves son símbolos de los cristianos que tenemos la vocación de predicar la Palabra de Dios con nuestro ejemplo de fieles discípulos de Jesús y con las palabras que nos inspire el Espíritu Santo.

"Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh;

cierta como la aurora es su salida;

vendrá a nosotros como la lluvia temprana,

como la lluvia tardía que riega la tierra" (OS. 6, 3).

 

   2. ¿Qué era la justicia según los autores de la Biblia, y cómo quiere Dios que ejercitemos la misma?

 

   Para los hebreos la justicia no consistía en adjudicarle a cada miembro de la sociedad lo que le pertenecía, pues la misma únicamente era sinónimo de fe. Bajo esta óptica, no ha de extrañarnos el hecho de que los grandes personajes mencionados en las Sagradas Escrituras por su buen ejemplo sean considerados justos por causa de la fe que le profesaron a nuestro Padre común.

   En nuestro tiempo, aunque no estamos en contra de la veracidad de la definición bíblica de la justicia, amparándonos en muchos textos bíblicos, consideramos que, quienes tenemos fe en Dios, no podemos dejar de hacer el bien, no para salvarnos, sino para que la citada virtud no sea reducida en nuestros corazones a un mero acto teatral.

   En la Biblia, leemos:

"Así dice Yahveh:

No se alabe el sabio por su sabiduría,

ni se alabe el valiente por su valentía,

ni se alabe el rico por su riqueza;

mas en esto se alabe quien se alabare:

en tener seso y conocerme,

porque yo soy Yahveh, que hago merced,

derecho y justicia sobre la tierra,

porque en eso me complazco

-oráculo de Yahveh-.

He aquí que vienen días -oráculo de Yahveh- en que he de

visitar a todo circuncidado que sólo lo sea en su carne" (JER. 9, 22-24).

   De la misma manera que Dios visitó a todos los hebreos que circuncidaron su carne y no su corazón, también juzgará a quienes se bautizaron y sólo fueron cristianos de palabra, y no hicieron obras dignas de los hijos de nuestro Padre común.

El Creador les dice a los creyentes que aman excesivamente las riquezas y se olvidan de demostrar cómo aman a Dios ayudando a los más pobres y débiles del mundo a vencer sus dificultades:

"Yo detesto, desprecio vuestras fiestas,

no me gusta el olor de vuestras reuniones solemnes.

Si me ofrecéis holocaustos...

no me complazco en vuestras oblaciones,

ni miro a vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados.

Aparta de mi lado la multitud de tus canciones,

¡no quiero oír la salmodia de tus arpas!

¡Que fluya, sí, el juicio como agua

y la justicia como arroyo perenne!" (AM. 5, 22-24).

Concluyamos esta meditación reflexionando en oración el siguiente versículo del profeta Miqueas:

"-«Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno,

lo que Yahveh de ti reclama:

tan sólo practicar la equidad,

amar la piedad

y caminar humildemente con tu Dios."" (MI. 6, 8).