Domingo III de Adviento, Ciclo C

Autor: José Portillo Pérez



San Lucas. 3,10-18


1. La misión de san Juan el Bautista.


"Vino un hombre, enviado por Dios, llamado Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que creyeran por medio de él. No era él la luz, sino testigo de la luz" (Jn. 1, 6-8) San Juan Apóstol y Evangelista, nos presenta al Bautista como testigo o mártir de la luz. ¿Qué significaba para el último de los Profetas ser testigo de la luz divina? El ángel que le anunció a Zacarías el nacimiento de su hijo, se expresó en estos términos: "A muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el poder y el espíritu de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc. 1, 16-18) Cuando el sacerdote Zacarías recuperó la voz, definió la futura misión de su hijo recién nacido en estos términos: "Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos" (Lc. 1, 76)

El nacimiento de nuestro Profeta fue muy prodigioso, así pues, siendo Isabel y Zacarías muy mayores, cuando la gente decía que la Madre del Profeta era maldita de Dios por cuanto no había podido dar a luz nunca, el Bautista fue concebido por mandato expreso de la Palabra de Dios y la santificadora acción del Espíritu Santo. Nosotros no sabemos qué les llamó más la atención a los judíos, la concepción milagrosa de San Juan, o la curación de Zacarías, quien perdió la voz al no creer las palabras del ángel que le anunció su paternidad en el Templo de Jerusalén.

En los años de su juventud, el Bautista se separó de sus padres, y empezó a formar parte de una comunidad de esenios, los cuales se caracterizaban porque vivían en el desierto, y apenas se comunicaban con quienes no seguían su estilo de vida. Si durante su niñez el Profeta fue preparado por sus padres estrictamente para servir al Señor, al adoptar una nueva forma de vida, fue tan impactante la vida de los esenios para el que había de preparar el camino del Señor, que este se convirtió en precursor de desdichas. Aún en nuestros días hay personas que siguen diciendo que el demonio, el mundo y la carne son nuestros infernales enemigos, pero, en el fondo de sus corazones, sin apreciar los avances de las ciencias relacionadas con el estudio del pensamiento, estos hermanos nuestros se mortifican para adorar a Dios.

Cuando el Profeta consideró que estaba formado espiritualmente para predicar, se retiró de su comunidad contemplativa, y empezó a predicar, haciendo que la gente lo buscara, pues, siendo esenio, no podía mezclarse con los que eran del mundo, para evitar contagiarse con los vicios que formaban parte de la actitud de esas personas. San Marcos nos describe la forma de vestir del Bautista en su Evangelio en estos términos: "Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre" (Mc. 1, 6)

Juan gritaba en el desierto de Judea: "Convertíos, porque el reino de Dios está muy cerca" (Mt. 3, 2) En aquel tiempo los judíos vivían padeciendo los efectos de la dominación romana y de su rebeldía nacionalista. En el año 63 antes de Cristo, el Emperador romano profanó el Templo de Jerusalén asesinando a todos los sacerdotes que protegían la parte más sagrada del recinto religioso, el Sancta-Sanctorum en la cual estaba contenida el arca de la Alianza, con la intención de adueñarse del conocido tesoro de los israelitas. Para conseguir su propósito, muchos sacerdotes cayeron bajo el poder de las espadas romanas. La sorpresa del Emperador fue mayúscula cuando este descubrió que el tesoro de los judíos sólo eran los libros que componen la Ley mosaica. A partir de aquel hecho, la supervivencia de los judíos fue una batalla muy difícil, dado que estos no les permitían a los romanos que instalaran imágenes paganas de dioses ni de emperadores en el Templo. En el año en que nació Jesús, Tiberio César estaba haciendo un censo de los habitantes del Imperio para cobrar un tributo que sumió a muchos contemporáneos del Señor en el más profundo estado de miseria. Para cobrar los impuestos, Roma se valía de judíos que, a parte de cobrarles a sus hermanos de raza lo que Roma les pedía, se quedaban para enriquecerse con una buena parte de la hacienda de los más desfavorecidos. Muchos judíos vivían con la esperanza de que un Mesías político-militar acabara con aquel estado de frustración nacional, pero, los más fervorosos siervos de Yahvéh, se alegraron profundamente cuando oyeron la voz firme de Juan, el Profeta que anunciaba la llegada del Reino de Dios.

Cuando los fariseos y los saduceos supieron que la gente se dejaba bautizar por Juan, se interesaron por oír la enseñanza del Profeta, por si a caso el mensaje que este predicaba era peligroso para quienes vivían una situación delicada, pues, si querían mantener su privilegiada situación económica, debían ser amigos del pueblo de Dios y de Roma. El Bautista, para no perder la costumbre de hablar con su exagerado tono de esenio, al ver a los colaboradores de Roma que contribuían con los conquistadores a la hora de hacer desgraciados a los más desprotegidos, gritó apasionadamente: "¡Hijos de vívora! ¿quién os ha avisado para que huyáis del inminente castigo¿" (Mt. 3, 7) Todos los habitantes del país, exceptuando a los zelotes o sicarios, respetaban profundamente a los fariseos y a los saduceos, ¿qué querría decir Juan al proferir semejante amenaza? Por si los oyentes del Profeta tenían alguna duda con respecto a la causa por la cual El se había expresado en estos términos, el hijo de Zacarías añadió: "Demostrad con hechos vuestra conversión y no os hagáis ilusiones pensando que sois descendientes de Abraham. Porque Dios puede hacer que de estas piedras le broten descendientes a Abraham. Ya está el hacha preparada para cortar de raíz los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego" (Mt. 3, 8-10) Los oyentes de Juan, pudieron entender claramente que el nuevo predicador hablaba contra ellos, así pues, tuvieron que tomar la resolución de cerrarle la boca al Bautista, antes de que este decidiera que era otro falso mesías de los que ellos en las últimas décadas habían asesinado entre 4 y 6 docenas aproximadamente.

Con el fin de averiguar si Juan se proclamaba mesías a sí mismo, los saduceos le enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para que lo interrogaran, pues, la sinceridad y nobleza del testimonio del Profeta, había influído sobre el pueblo de manera que muchos llegaron a creer que Juan era el enviado de Dios que ellos habían esperado durante muchos siglos. El testimonio de Juan fue tajante: "-Yo no soy el mesías" (Jn. 1, 19) El público y los seguidores del Profeta se asombraron al oír aquellas palabras. ¿Cómo podía ser Juan un simple Profeta que se expresaba con tanta claridad? ¿Por qué no era Juan el Mesías? Si el Bautista no era el Mesías, ¿por qué se exponía ante quienes tenían poder para segar su vida?

Los enviados de los saduceos no desistían de su intento de hacer que Juan cayera en la trampa que le querían tender. Ellos le preguntaban al hijo de Isabel: -¿Eres Elías, Isaías, Jeremías...? ¿Quién eres? ¿Qué dices de ti y de tu actitud? Como Juan no decía de sí mismo que era un antiguo Profeta encarnado, volvieron a preguntarle: -Si no eres ninguno de nuestros Profetas del pasado y tampoco eres el Mesías, ¿eres el Profeta que harás el trabajo del Mesías? Juan dijo: -No lo soy. Los saduceos, desesperados, preguntaron nuevamente: -¿Por qué no dices abiertamente que eres un nuevo mesías? Quienes nos han enviado a interrogarte, nos han dicho que te pidamos que seas tan claro al definirte como al intentar amedrentarnos con tus amenazas respecto de nuestra futura condenación, así pues, requerimos una respuesta tuya que sea concisa. Juan exclamó: -Yo soy aquel de quien dice Isaías en su Emmanuel que allanará los caminos del Señor. Yo he venido al mundo para allanar los montes de la soberbia humana para disponerle al Señor un pueblo que escuche su Palabra. Los saduceos no necesitaban interrogar más a Juan, pues ya podían acusarle de mentir a la gente haciéndose pasar por uno de los personajes bíblicos más relevantes, como lo era Elías, según podemos leer en la Profecía de Malaquías, quien anunció la encarnación del citado Profeta en la persona de San Juan Bautista.

Algunos de los comisionados para interrogar a Juan eran fariseos. Sabemos que los fariseos se diferenciaban de los saduceos en su apego a la espiritualidad. Los fariseos siguieron acosando a Juan: -Si tú no eres ni el Mesías ni un Profeta relevante, ¿qué créditos tienes para incitar al pueblo a ser bautizado por ti? Juan exclamó: -Yo sólo bautizo con agua, pero en medio de vosotros hay uno a quien ni siquiera conocéis que vino después que yo pero es más grande que yo, El será quien os bautizará con agua y Espíritu Santo.

Los comisionados quedaron perplejos ante la respuesta de Juan, ¿qué sentido tenía que uno de los Profetas del pasado fuese reencarnado para anunciar la venida de otro nuevo Profeta? En el caso de que el personaje vaticinado por Juan fuese el Mesías político-militar tan esperado, ¿no podría el enviado de Yahveh promocionarse por sus propios medios prescindiendo de un personaje tan fanático como molesto? El anuncio del Bautista había sido profetizado en las Sagradas Escrituras, pero la alta sociedad de Israel, no supo conocer al Precursor del Mesías.

Juan repetía todos los días las mismas palabras: Que los ladrones devuelvan lo que roban, que los que tienen bienes repartan la mitad de sus posesiones con los pobres, que los que tienen ropa la repartan con quienes no tienen... Estando el Profeta cierto día anunciando la Palabra de Dios a su modo, oyó una voz que lo dejó perplejo: -Bautista, ¡bautízame! Se trataba de Jesús, aquel de quien el Espíritu Santo le dijo a Juan: "Yo te haré saber quien es el que bautiza con agua y Espíritu Santo cuando El se acerque a ti, porque el Espíritu bajará y permanecerá sobre El" (Jn. 1, 33)

Fueron muchos los que se asombraron al ver cómo los dos primos se disputaban el honor de ser bautizados el uno por el otro. Juan decía: -Bautízame tú, yo no tengo valor ante ti". Jesús decía: "Bautízame tú, no me prives del valor de sentirme sumido en la miseria para valorar y amar más la Divinidad de Dios". Como Juan era reacio a bautizar a Jesús, el Señor exclamó: "Juan, hazme el favor de cumplir las Escrituras y bautízame, dame la dicha de recibir tu bautismo". Juan no pudo oponerse al razonamiento del Señor, y accedió por fin a bautizar al Mesías. Es fácil imaginar la contradicción que Juan tuvo que soportar al tener que decirle a Jesús: "Yo te bautizo para que te conviertas al Señor arrepintiéndote de todos los pecados que hayas cometido en tu vida pasada".

Este es el testimonio que el Bautista dio de su experiencia al bautizar a Jesús: "Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo... He visto como el Espíritu bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él... Puesto que lo he visto, testifico que éste es el Hijo de Dios" (Jn. 1. 29. 32. 34).



2. ¿Por qué oramos durante el tiempo de Adviento?



El Adviento es para nosotros los cristianos católicos semejante al inicio del año cívico. En este tiempo que comenzamos a celebrar hace dos semanas renovamos nuestra fe adquiriendo nuevamente nuestro compromiso bautismal de vivir cerca de nuestro Señor. Con esta intención, al iniciar los estudiantes su trabajo anual,

la Iglesia, utilizando actos rituales sencillos y con un amplio significado teológico, intenta concienciar a sus catequistas de la necesidad que todos tenemos de conocer la Palabra de Dios, para predisponerlos a atender a los niños de primera Comunión, a los adolescentes que trabajan en grupos de perseverancia, a los que se preparan arduamente para confirmarse, a quienes se forman llenos de ilusión para recibir el Sacramento del Matrimonio, a los ancianos que

se sienten ignorados por sus seres queridos, etcétera.

Todos los días 1 de enero nos marcamos una serie de metas a conseguir, pero, a pesar de ello, nosotros hemos adquirido una serie de costumbres que no deben transformarse, pues, si modificamos los citados hábitos, nuestra vida puede dejar de tener sentido en cierta forma. Sírvanos como ejemplo ilustrativo

para comprender esta meditación el crecimiento de las rupturas matrimoniales causado en muchas ocasiones por la inexistencia del diálogo entre los cónyuges. De la misma forma que los matrimonios se disuelven si los cónyuges no se expresan sus sentimientos constantemente y las relaciones entre padres e hijos

se debilitan si éstos no dialogan con mucha frecuencia, nuestra fe se extingue de nuestros corazones si no oramos o hablamos con nuestro Padre y Dios.

Una de las razones por la que no podemos comunicarnos con Dios consiste en que, basándonos en nuestros conocimientos mercadotécnicos, nos negamos a comprender la forma de vida que Jesús nos propone en los Evangelios. ¿Cómo podemos ser sencillos como los lirios en un mundo tan sofisticado como el nuestro? Nuestro entorno adopta cada día un aspecto parecido a los componentes de un entorno de programación informático cifrado en los caracteres de un idioma ininteligible.

El autor de los Salmos se cuestionaba con mucha frecuencia: "¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean fracasos? Se alían los reyes del mundo, los príncipes conspiran contra el Señor y su Mesías" (Sal. 2, 1-2). La soledad a la que nos enfrentamos muchos cristianos practicantes es una de las causas

por las que la mayoría de los miembros de la Iglesia somos cada día más partidarios de reunirnos en grupos de Liturgia, meditación y oración, en comunidades físicas yo virtuales, pues, el autismo a que

nos enfrentamos en muchas ocasiones, puede servirnos para abnegar de nuestra fe. Todos conocemos casos de políticos que cambian de ideología con cierta frecuencia, pero, cuando un cristiano reniega de su fe y ha vivido en contacto con realidades espirituales superiores a muchos de los actos y acontecimientos

que caracterizan nuestra existencia mortal, tiene que admitir que le falta un motivo que le dé a su vida el carácter sobrenatural o imperecedero que únicamente

puede gozar al abrazar nuestra fe. Por su parte, Pablo de Tarso, les escribió a los cristianos de Roma la causa fundamental que explica nuestra carencia de fe: "¿Cómo van a invocar a aquel en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en El si no han oído su mensaje? ¿Y cómo van a oír su mensaje que no ha sido

proclamado? Y, finalmente, ¿cómo va a proclamarse ese mensaje, si no existen los mensajeros?" (Rom. 10, 14-15). El texto de Pablo que estamos meditando puede ayudarnos a concienciarnos con respecto a la necesidad que

tenemos de conocer y predicar la Palabra de Dios a tiempo y destiempo.

¿Qué tenemos que hacer para adquirir el conocimiento de la Palabra de Dios? Para ello lo que tenemos que hacer es leer la Palabra de Dios contenida en la Biblia, atender a la instrucción de la Iglesia, y, finalmente, extraer enseñanzas morales de las circunstancias que vivimos diariamente, así pues, quienes

están acostumbrados a comunicarse con Dios frecuentemente, tienen la experiencia de que nuestro Padre común les habla a través de sus vivencias ordinarias, por simples que los citados acaeceres sean a los ojos de ellos.

El mensaje de Dios ha sido difundido por los judíos y los cristianos durante muchos siglos, pero, si no hemos sabido llegar al corazón de todos los hombres, no hemos de considerar que ellos son pecadores, sino que debemos buscar la forma apropiada para hacer que nuestros prójimos confíen en nuestro Criador.

Aunque el tiempo que le dedicamos a la oración depende del ímpetu con que respondemos a nuestra vocación, es conveniente que nos ejercitemos hablando con nuestro Padre y Dios frecuentemente, así pues, además de pedirle por nuestras necesidades y las carencias de nuestros prójimos, es bueno que nos acostumbremos

a contarle a nuestro Padre y Dios todo lo que hacemos, de la misma forma que hacemos lo propio con aquellos de nuestros familiares y amigos en quienes confiamos plenamente.

Durante los días de esta primera semana de Adviento vamos a adquirir el compromiso de aumentar nuestro tiempo de oración gradualmente. Para lograr nuestro objetivo, vamos a rezar el Padre nuestro una vez todos los días lentamente, meditando el significado teológico de todas las frases que componen la citada

oración que Jesús nos enseñó.

3. (Padre nuestro, n.o 1.).

4.

3. Todos necesitamos a Dios.



Todos conocemos la forma en que el pecado entró en el mundo. Adán y Eva desobedecieron a Dios, pues comieron del fruto del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal. Adán y Eva no necesitaban vivir la experiencia del sufrimiento ni de la muerte, porque nuestro Padre común les dijo que, si esperaban a que finalizara el tiempo que él fijó para que le demostraran que lo amaban viviendo en su presencia en el Edén, les llevaría al cielo, pero, Adán y Eva, se enfrentaron a lo que desconocían y temían, con tal de llegar a ser iguales a nuestro Criador. A partir de este relato que se encuentra en el capítulo 3 del primer volumen de la Biblia, los hombres de todos los tiempos, hemos vivido alejados de Dios. ¿Cuál es la causa de esta separación?

"Tenía mi amado (Dios) una viña en una ladera fértil -nos dice Isaías en su Emmanuel-. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres" (IS. 5, 1-2). Nuestro Padre celestial creó un mundo semiperfecto para que nosotros le adoráramos, y viviéramos como hermanos. Dios cercó y despedregó su viña, es decir, dotó a Adán y a Eva con una serie de dones y virtudes, como la inmortalidad de su alma, y la imposibilidad de ceder a las enfermedades y de morir, a este respecto, podemos entender el hecho de que nuestro Padre común plantara vides escogidas en su viña. Dios edificó en medio de su viña una torre y un lagar, es decir, nuestro Santo Padre estableció su morada en nuestros corazones, quiso vivir entre nosotros, para que le convirtiéramos en el centro de nuestra existencia. Dios esperaba que su viña diese uvas, pero sólo dio uvas agraces.

¿Qué sucedió para que no se llevara a cabo el propósito inicial de nuestro Padre común de salvarnos sin que conociéramos las miserias que nos afectan a todos de alguna manera?

"Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podría hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres¿" (IS. 5, 3-4). ¿Cometió nuestro Padre común algún error al crearnos? ¿Es Dios culpable de la comisión de los pecados con que los hombres marcan su vida? Podemos decir con toda certeza que Dios es culpable de que mucha gente peque porque él nos ha creado libres para que decidamos lo que hemos de hacer en cada momento de nuestra vida, pero, ¿podemos decir que los pecadores hacen el mal porque Dios quiere que ello suceda? Un ejemplo ilustrativo de esta meditación es la traición de Judas, así pues, si el hijo de Iscariote no hubiera vendido a Jesús como si su Maestro hubiera sido su esclavo, ¿cómo hubiera podido llevarse a cabo nuestra redención? Quizá pensamos que si Dios hablara como lo hacemos nosotros podríamos comprender lo que quiere que hagamos, pero ello no es cierto, dado que tenemos una gran tendencia a ignorar los consejos que nos dan nuestros familiares y amigos más cercanos, las personas en quienes más confiamos.

"Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada. Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella" (IS. 5, 5-6). ¿Hemos de interpretar los dos últimos versículos del primer Isaías que estamos meditando como la constatación de que hemos sido abandonados por Dios por causa de nuestras transgresiones del cumplimiento de su Ley? Los creadores de la Terapia Cognitiva de la Depresión, antes de aplicarles a sus clientes técnicas cognitivas yo conductuales para ayudarles a superar sus depresiones, les explicaban a los mismos el fundamento teórico de dichas técnicas terapéuticas, con el fin de que ellos pudieran someter los pensamientos que coartaban sus sentimientos a una prueba de realidad. Dios no nos ha abandonado, pero, si él nos explica las razones por las que hemos de esforzarnos para vivir en su presencia y le ignoramos, lo único que puede hacer para impedir que cometamos graves errores, es privarnos de la libertad que nos concedió inicialmente.

Hoy empezamos a vivir la tercera semana del tiempo de Adviento, así pues, sólo faltan ocho días para que celebremos la primera venida de nuestro Hermano y Señor a nuestro encuentro. Hoy hemos de preguntarnos: ¿Necesitamos a Dios? Si respondemos a la pregunta anterior afirmativamente, hemos de preguntarnos: ¿Qué quiere Dios de nosotros? Si nuestro Criador no quisiera nada de nosotros, es obvio que no se nos hubiera revelado. En el Evangelio de San Juan encontramos las siguientes palabras de Jesús: "-Lo que Dios espera de vosotros es que creáis en su enviado" (JN. 6, 29). Si Dios quiere que creamos en Jesús, vamos a intentar aumentar nuestra fe durante los días que faltan para que celebremos el tiempo de Navidad. Ahora bien, ¿de qué forma vamos a preparar la celebración del cumpleaños de nuestro querido Hermano? ¿Qué podemos hacer para que Dios se sienta acogido en nuestros corazones? Por una parte, debemos preparar la celebración de la Navidad a nivel material, es decir, hemos de cenar con nuestros familiares y amigos la noche en la que celebraremos la Natividad del Hijo de María, podemos demostrarles a nuestros seres queridos que les amamos haciéndoles algunos regalos, debemos asistir a la celebración de la Eucaristía de la media noche de Navidad, etcétera. Nuestro Señor quiere que vivamos una Navidad cargada de emociones positivas, pero este hecho no ha de hacernos olvidar el texto lucano: "-El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo" (LC. 3, 11). Si Jesús vendrá a nuestro encuentro durante el tiempo de Navidad, nosotros, durante las fiestas que se avecinan, vamos a ir al encuentro de nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo. No vamos a privarnos de ir a algunos centros comerciales para comprar las cosas que necesitamos para celebrar la Navidad ni de ver la TV, pero sería muy constructivo el hecho de que les dediquemos bastante tiempo a nuestros niños, pues ellos

necesitan que juguemos con ellos, y que conozcamos sus problemas. Vamos a dedicarles tiempo a nuestros padres y a nuestros abuelos, vamos a hacer que ellos se sientan amados, que vean que, aunque pasamos mucho tiempo lejos de ellos por causa de nuestro trabajo, no les olvidamos.

Concluyamos esta meditación pidiéndole a nuestra Santa Madre que nos ayude a sensibilizarnos de nuestros prójimos, pues ella, a pesar de que estaba en estado de gestación, no desestimó la posibilidad de servir a la madre de San Juan Bautista, ya que la mujer de Zacarías dio a luz a su hijo en una edad bastante avanzada.