Las religiones unidas por la paz: de Asís 1986 a Asís 2002

Autor: Padre Luis Montes, V.E.

 

 

 

El encuentro de Asís

El 25 de enero de 1986, Juan Pablo II sorprendió al mundo con el anuncio de la primera cumbre de líderes religiosos del mundo, en Asís.

Como explicó el mismo Santo Padre en aquella ocasión, “La Santa Sede desea contribuir a suscitar un movimiento mundial de oración por la paz que, pasando por encima de las fronteras y naciones y alcanzando a los creyentes de todas las religiones, llegue a abrazar al mundo entero”.

Meses después, en Lyón (Francia), el sábado 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, apenas veintitrés días antes, desde el anfiteatro de los mártires, lanzaba al mundo otro inesperado llamamiento: “a todas las partes en conflicto en el mundo envío un llamamiento ardiente para que observen al menos durante toda la jornada del 27 de octubre, una tregua completa de combates”. 

El mensaje se hizo llegar a los Jefes de Estado y Gobierno de los 113 países que entonces mantenían relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En aquel 27 de octubre, en la gran mayoría de los 43 países donde había guerra o terrorismo, callaron las armas. 

Al Papa le vino a la mente esta iniciativa a raíz de la propuesta de las Naciones Unidas de proclamar 1986 como año mundial de la paz. El encuentro de Asís, según algunos autores, fue el acontecimiento más importante en el marco de esa convocatoria. 

“La base de la idea del Papa, como explicó el Cardenal Etchegaray, -en aquella época presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz-, a sus colegas, era que las tradiciones religiosas del mundo disponían de ‘profundos recursos’ con que abordar los conflictos internacionales. Uno de ellos era su compromiso con la oración”[1].

A esto se le añadió el ayuno y se propuso que el acto integrara movimiento para comunicar la idea de peregrinación: así surgió la idea que fuese en la ciudad de Asís, donde el mismo Papa sería peregrino.

En la cita participaron 71 dirigentes de religiones no cristianas, 54 de las cristianas, y 25 representantes del episcopado mundial. 

Juan Pablo II recibiría a los demás integrantes en la Porciúncula. Cada líder tendría un lugar para rezar con su comitiva, y se dirigirían todos juntos a la plaza frente a la Basílica. Allí cada dirigente rezaría solo. Al final, con un discurso del Santo Padre se daría fin al ayuno, roto en un ágape común.



Un nuevo Asís

Recientemente, con ocasión de la inestabilidad mundial producida por los ataques terroristas del 11 de setiembre y el posterior ataque a Afganistán, el Papa ha vuelto a hacer una invitación semejante. Ha convocado a los líderes de las distintas religiones a un día de oración por la paz, en Asís, el 24 de enero de 2002, es decir, a 15 años exactos del anuncio del primer encuentro.


Efectivamente, el 18 de noviembre, en el Ángelus dominical con los peregrinos, además de pedir a los católicos de todo el mundo un día de ayuno para el 14 de diciembre (último viernes del mes de Ramadán, sagrado para los musulmanes), hizo el llamamiento de este segundo Asís a los líderes religiosos, y de modo especial, a los musulmanes.

Dijo literalmente el Santo Padre:

“Quisiera, además, anunciar que tengo la intención de invitar a los representantes de las religiones del mundo a venir a Asís el 24 de enero de 2002 a rezar por la superación de las contraposiciones y por la promoción de la auténtica paz. Queremos encontrarnos juntos en particular, cristianos y musulmanes, para proclamar ante el mundo que la religión no deben ser nunca motivo de conflicto, de odio y de violencia. Quien acoge verdaderamente en su interior la palabra de Dios, bueno y misericordioso, no puede no excluir del corazón toda forma de odio y enemistad. 

En este momento histórico, la humanidad necesita ver gestos de paz y escuchar palabras de esperanza. Como dije hace quince años, al anunciar el encuentro de oración por la paz que se celebraría en Asís en el mes de octubre sucesivo: «Es urgente que una invocación común se eleve con insistencia desde la tierra hasta el Cielo para implorar del Omnipotente, en cuyas manos está el destino del mundo, el gran don de la paz, presupuesto necesario para todo compromiso serio al servicio del auténtico progreso de la humanidad».


El espíritu de Asís

La novedosa idea de un encuentro de líderes religiosos se vuelve a presentar actualmente con motivo del gran mal del terrorismo y la violencia. El Santo Padre, consciente de que Dios saca de los males grandes bienes, vuelve a proponer que los hombres se unan en búsqueda de “una visión común: el sueño de la unidad de la familia humana”, según las palabras que utilizara en el Mensaje a los participantes del XV Encuentro internacional de oración por la paz.

Es decir, que con motivo de los grandes males que aquejan hoy a la humanidad, Juan Pablo II vuelve a proponer lo que él mismo denominó “el espíritu de Asís”. 

Dice el Papa que “el sueño de la unidad de la familia humana”, él lo hizo suyo cuando invitó a sus “hermanos cristianos y a los responsables de las grandes religiones mundiales para orar por la paz: uno junto a otro, ya no uno contra el otro”.

Tenía ante sí una gran visión: “todos los pueblos del mundo en camino desde diversos puntos de la Tierra para congregarse ante el único Dios como una sola familia”. Según el Santo Padre “aquella tarde memorable, en la ciudad natal de San Francisco, aquel sueño se hacía realidad: era la primera vez que representantes de diversas religiones del mundo se encontraban juntos”.

Durante estos quince años, la Comunidad San Egidio se ha encargado de continuar estas reuniones de oración y reflexión. Muchos líderes religiosos se han unido a aquellos primeros en un clima de amistad que ha dado no pocos frutos de paz. Incluso no creyentes, en su búsqueda de la verdad, han participado en estos encuentros.


Características de estos encuentros

No acababa el Papa de proponer la reunión de Asís 1986 cuando se levantaron críticas en algunos sectores tradicionalistas católicos por lo que se consideraba un acto de sincretismo religioso. ¿Acaso la reunión de dirigentes religiosos de todo el mundo en un mismo lugar no daría a entender que la Iglesia Católica consideraba igualmente válidas a todas las tradiciones religiosas? ¿Cómo iba el Papa a rezar con personas que veneraban a otro Dios, o a varios?

Sin embargo, Juan Pablo II, en la organización de los actos pidió que quedara claro un criterio fundamental: evitar hasta la más mínima apariencia de relativismo religioso. 

Según el cardenal Roger Etchegaray, uno de los organizadores principales, el Papa dio la consigna: “no rezar juntos sino estar juntos para rezar”. Es decir que no podía ser una oración conjunta universal sino que se debía “encontrar una fórmula para que cada cual pueda rezar a su manera y reunirse luego con los otros”. 

No debía haber ningún grupo que interfiriera en la oración de otras religiones; ni tampoco habría una oración común, ha explicado el purpurado vasco-francés. Cada religión, pudo rezar en lugares distintos con fidelidad a sus propias creencias, con pleno respeto a todos los demás creyentes. 

Como bien decía un artículo aparecido en el periódico vaticano L’Osservatore Romano “en un mundo donde se reza muy poco, el hecho inaudito de que se junten para rezar creyentes de diversas religiones cobra un valor excepcional. ¿Qué mejor respuesta al secularismo generalizado que este viaje, este encuentro cuyo único motivo es hablar de Dios cada cual a su manera?”.

El mismo Papa, ha explicado en más de una ocasión, las características tanto de la primera reunión en 1986, como las que siguieron a cargo de la Comunidad San Egidio.


1- Manifiestan al mundo que es bueno iniciar el siglo XXI no con discrepancias, sino con una visión común: el sueño de la unidad de la familia humana.

2- Se busca “que una invocación común se eleve con insistencia desde la tierra hasta el Cielo para implorar del Omnipotente, en cuyas manos está el destino del mundo, el gran don de la paz, presupuesto necesario para todo compromiso serio al servicio del auténtico progreso de la humanidad”.

3- Ayuda a todos los hombres a levantar la mirada y dirigirla hacia lo alto, hacia el único Dios y Padre de todos los pueblos de la Tierra. Algo importantísimo en este mundo donde el ateísmo ha impregnado a tantas sociedades.

4- Se aprende a “estar juntos y a rezar según la propia tradición religiosa, sin confusión y en el respeto mutuo, conservando cada uno íntegras y sólidas las propias creencias”.

5- No es rezar juntos sino estar juntos para rezar.

6- Se llevan a cabo en un clima de fraternidad: el “espíritu de Asís”.

7- Significa reconocer que las diferencias no nos empujan al enfrentamiento sino al respeto, a la colaboración leal y a la edificación de la paz.

8- Han producido abundantes frutos de paz y de verdadera amistad.

9- Han llegado a ser “un signo de paz”, un “signo de los tiempos”.


Como se puede ver, estos encuentros se mantienen lejos tanto de la intransigencia religiosa como del relativismo. La Iglesia, como madre sabia se adecua a las necesidades de sus hijos y obra con inteligencia para llevar a los hombres a Jesucristo.

Afirma el Santo Padre que "el diálogo es también importante para proponer una firme base de paz y alejar el espectro funesto de las guerras de religión que han bañado de sangre tantos períodos en la historia de la humanidad"[2], pero además "establece sobre todo condiciones más seguras para la paz" [3] . ¿Es que en la actual situación mundial alguno puede poner en duda esta afirmación?

Tomemos por ejemplo el Islam. Según un estudio hecho hace un tiempo, el fanatismo y el terrorismo en el Islam representa solamente el 5 %. Pero si a los ojos de los mil millones de musulmanes ese se presenta como el verdadero islamismo, muchos más se dejarán arrastrar por la corriente de la violencia. Por eso, el único modo de derrotar el fanatismo islámico es el diálogo con el verdadero Islam. La búsqueda común (por ejemplo entre católicos y musulmanes) de la justa paz debilitará al terrorismo que busca apoyarse en la religión.

Es un camino no tan ruidoso pero mucho más efectivo para derrotar al terrorismo que la respuesta militar. Porque va las bases del verdadero problema. 


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[1] George Weigel, Testigo de Esperanza, Plaza y Janés, 1999, Barcelona, pág. 685.

[2] Novo Millennio Ineunte 55

[3] Mensaje a los participantes del XV Encuentro internacional de oración por la paz, 28 de agosto de 2001