Los encuentros por la paz, ¿qué sentido tienen? 

Autor: Padre Luis Montes, V.E.

 

 

 

        El Papa ha iniciado en el año 1986 una nueva modalidad de diálogo interreligioso: los encuentros de líderes religiosos por la paz. Los dos más importantes han sido, sin duda, Asís 1986 y Asís 2002. Pero ha habido otros. Pocos días antes del encuentro en Asís de este año, se realizó en Alejandría –con motivo de los tristes acontecimientos que sacuden la Tierra Santa-, un encuentro para condenar la violencia, entre líderes cristianos, musulmanes y judíos. 

Cada vez que se anuncia la convocatoria de uno de estos encuentros se levantan voces en contra. Muchos los consideran encuentros sincretistas y relativistas. A esa objeción ya hemos hecho mención en el artículo Las religiones unidas por la paz: de Asís 1986 a Asís 2002. 

Hoy queremos dar respuesta a otra objeción. Muchos se preguntan: ¿qué sentido tienen esos encuentros? ¿producen frutos? ¿o son meras reuniones donde se habla de algo muy lindo pero sin sentido real? 

En concreto vamos a detenernos un poco en este Asís 2002, para ver como lo han visto sus protagonistas. Evidentemente deberá pasar mucho tiempo para que quede de manifiesto su importancia, y en definitiva su influencia en el mundo. 

Es de notar que Asís 2002 ha sido el encuentro de líderes religiosos más representativo de la historia. Ha sido también el encuentro ecuménico más importante de todos los tiempos, pues nunca hasta ahora habían participado en este tipo de iniciativas líderes cristianos de todas las confesiones. En esta ocasión, estaba presente el patriarcado de Moscú (el de mayor número de fieles en la Ortodoxia), que en el pasado había rechazado este tipo de invitaciones del Papa. 

En una entrevista a Zenit expresaba Mons. François Nguyen Van Thuan, uno de los principales organizadores del encuentro: 

Para comprender las motivaciones profundas que han llevado al Santo Padre a tomar esta iniciativa, tenemos que referirnos a su mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año. Nos encontramos frente a la primera reflexión orgánica del magisterio pontificio sobre el fenómeno del terrorismo. El Papa va más allá del punto de vista común. Tras el 11 de septiembre, la gente ha quedado estremecida. La superpotencia económica, financiera y militar se ha descubierto tremendamente vulnerable. Hay una demanda de seguridad, hay una improrrogable petición de justicia. 

Juan Pablo II comparte estos sentimientos pero dice algo más: la sed de justicia puede convertirse en venganza si no hay disponibilidad al perdón y a la reconciliación. De aquí la exigencia de un gesto fuerte que proponga a esta verdad fundamental, sin la cual el mundo se hundirá en nuevos y lacerantes conflictos. 

Es decir que el contexto son los atentados del 11 de Setiembre y la posterior respuesta militar contra Afganistán. 

El Santo Padre afirma en su mensaje a la Jornada Mundial de la Paz de este año que los sufrimientos de pueblos y personas, entre las cuales se encontraban amigos y conocidos suyos, a manos de los totalitarismos nazi y comunista siempre lo han interpelado y han animado su oración. A la pregunta ¿cuál es el camino que conduce al pleno restablecimiento del orden moral y social, violado tan bárbaramente? responde el Papa: No solo la justicia, sino la justicia unida al perdón. Y esa es la única respuesta posible al 11 de Setiembre. Y el motivo último es que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo. Por ello no basta, sino que debe ir unida al perdón que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas. La paz, que es tranquilidad en el orden y no mero cese de hostilidades pretende una profunda recuperación de las heridas abiertas, y para ello es necesaria no solo la justicia sino también el perdón. 

Tanto la respuesta política como militar se muestran insuficientes. Esta es una consideración netamente religiosa y por lo tanto es necesaria que sea asumida y enseñada por los líderes religiosos, y asimilada por los gobernantes, políticos y por todos los creyentes. 

Es la respuesta al terrorismo fundamentalista que pretende imponer por la violencia lo que considera como verdad, violando así la dignidad del ser humano y, en definitiva, haciendo un ultraje a Dios. En palabras de Juan Pablo II el terrorista no solo instrumentaliza al hombre, sino también a Dios, haciendo de Él un ídolo, del cual se sirve para sus propios objetivos (nº 6). Por lo mismo el terrorismo fanático no es religioso sino falto de religión. 

Pero, como deja en claro Mons. Van Thuan, en la cita de más arriba, es también una respuesta al mundo que busca combatir el terrorismo: la justicia humana es algo tan frágil que confiar en ella sola para buscar la paz es condenarse a no encontrarla nunca. 

La justicia humana nunca es pura, en ella se mezclan siempre intereses mezquinos. La inclusión del perdón, en cambio, inserta un elemento divino que consigue lo que la justicia sola no alcanza. Basta hacer una aplicación de esto al conflicto palestino-israelí, o a la lucha contra el terrorismo, o a cualquier guerra del siglo XX por ejemplo, para que quede patente su exactitud.


Las respuestas que propone el Santo Padre son: 

1- La oración

2- El diálogo.

3- La predicación del mensaje de Cristo.


1- La oración 

“Si la paz es un don de Dios y en Él está su manantial, ¿dónde puede buscarse y construirse si no es con una relación íntima con Él? Edificar la paz en el orden, en la justicia y en la libertad, por tanto, requiere el compromiso prioritario de la oración, que es apertura, escucha, diálogo, y en definitiva, unión con Dios, fuente originaria de la auténtica paz” (intervención en Asís). 

En realidad, solo quienes no tienen fe en el poder de la oración pueden objetar bajo este respecto la eficacia de la reunión en Asís. Los líderes religiosos no solo han pedido a Dios por la paz sino que ha dado un testimonio elocuente de la importancia de la oración. Algo doblemente necesario en un mundo donde muchas veces se niega a Dios abiertamente.


2- El diálogo 

El Santo Padre ha afirmado anteriormente que "el diálogo es también importante para proponer una firme base de paz y alejar el espectro funesto de las guerras de religión que han bañado de sangre tantos períodos en la historia de la humanidad", pero además "establece sobre todo condiciones más seguras para la paz". 

Ante el terrorismo que instrumentaliza a Dios y a la religión se debe implementar el diálogo con las demás religiones para proclamar valientemente que la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu de la religión y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra en nombre de Dios o de la religión, comprometerse a hacer todo lo que sea posible para desarraigar las causas del terrorismo (de la declaración). 

Presentamos la respuesta que dio Mons. Van Thuan ante el periodista que le preguntaba si “Es posible dialogar estos temas con quien tiene una visión completamente opuesta”, por la fuerza del testimonio de este confesor de la fe: 

Se puede abrir un diálogo con todos. Lo experimenté durante mis años de prisión en Vietnam. Entre mis compañeros de desventura había católicos pero también budistas de diversas confesiones. En la vida normal, era difícil que un budista se hiciera amigo de un católico, sobre todo si se trataba de un budista animado por el fanatismo. En la cárcel comenzamos a hablar, a dialogar, hasta considerarnos hermanos. No sólo con los budistas sino también con quien se decía ateo, como los carceleros. Nos hicimos amigos. Alguno me ayudó. Un policía me consiguió la madera con la que pude fabricar una pequeña cruz que tuve siempre escondida en el jabón y que, ahora, revestida de hierro, es mi cruz pectoral. Comprendieron que el cristianismo no era su enemigo. Todo esto con un diálogo paciente. Nunca, repito nunca, el genuino sentimiento religioso puede hacer violencia. 

3- La predicación del mensaje cristiano: el Santo Padre lo propone con el ejemplo. El que dialoga no desecha las propias convicciones. Así el Papa no teme proclamar el mensaje del perdón que nos trajo Nuestro Señor. Al hacerlo proclama la Buena Nueva del Evangelio. 

La efectividad del mensaje cristiano es algo que sabrán aceptar todos los católicos. Pero incluso muchos no cristianos, y aún algunos que se proclaman no creyentes, saben ver que Juan Pablo II es el mayor líder espiritual sobre la tierra por su convicción católica. 

Ciertamente los frutos más grandes son los estrictamente sobrenaturales, en especial lo que significa el poder de la oración: se le pide a Dios que ilumine los corazones de los gobernantes para que comprendan la necesidad de la paz. Se pide que los creyentes sean fermento de paz. Los mismos líderes religiosos que rezan juntos reciben de lo alto nuevas fuerzas.

Pero además, el mismo encuentro es una enseñanza en sí mismo. Decía el Papa la víspera del 24: “Confío que esta iniciativa, además de los efectos espirituales que se escapan a los cálculos humanos, pueda contribuir a orientar los espíritus y las decisiones hacia sinceros y valientes propósitos de justicia y perdón. Si así sucede, habremos contribuido a consolidar las bases de una paz auténtica y duradera”. 

Es lo que afirma con feliz expresión Mons. Van Thuan “la fuerza del ejemplo”: “Yo creo que habrá una gran eficacia, sobre todo a nivel de educación. Es lo que el Santo Padre llama la pedagogía del perdón. El gesto de Asís tiene la fuerza del ejemplo. Es como si todos los líderes religiosos dijeran al mundo: mirad cómo se puede caminar todos juntos por el camino de la paz, aún respetando las diferencias de cada uno”.

Siendo la religión el más poderoso motor de las voluntades es importante que los líderes religiosos unidos enseñen la justicia y la paz. 

Por eso, el Papa exigió que “las personas y las comunidades religiosas manifiesten su más neto y radical repudio de la violencia, de toda violencia, a partir de la que pretende disfrazarse de religiosidad, inspirándose en el nombre sacrosanto de Dios para ofender al hombre”. 

Y que así esta verdad sea asimilada por los creyentes. Como afirmaba uno de los participantes en Asís, el Rabino Kronish: “es esencial que se pase del liderazgo religioso a las zonas periféricas de los países”. 

Nadie piensa que será algo automático, pero sí necesario. En opinión de Kamel al-Sharif, secretario general del “Consejo Islámico Internacional para la da'wa y la ayuda “los criterios políticos son diversos de los espirituales y se fundan en los intereses, en la soberanía nacional y en otros conceptos materiales. Es posible que esta iniciativa espiritual no tenga una incidencia inmediata en el campo político, pero las fuerzas espirituales tienen siempre su peso y estamos disponibles a unir nuestra voz a la de quienes reclaman la paz y la justicia. Habrá que insistir sin duda en esto, pues la alternativa son ulteriores guerras y destrucción”.

Según el abad Barsanuphe, representante del patriarcado ortodoxo de Moscú en Francia, presente en Asís, “hará falta tiempo para que se dé una auténtica toma de conciencia. Pero las religiones están aquí, desempeñando su papel. La organización de este encuentro convocado por el Papa, después del 11 de septiembre constituye la única y auténtica respuesta de las religiones. Ha sido un acierto el que el Papa de Roma haya tomado esta iniciativa por las demás religiones”. 

Conclusión 

Creemos que con el tiempo quedará patente la visión profética de este Papa también en lo relativo a los encuentros de oración de líderes religiosos por la paz. Lo que hoy parece difícil de juzgar por la cercanía, por lo nuevo del proyecto, se verá más claro a la distancia. Y como pasa muchas veces con las grandes ideas, el tiempo hará ver como obvia esta genialidad del actual sucesor de San Pedro.