Mirando con el Corazón

Autor: Manuel Izquierdo

 

 

Le dijo el zorro al Principito: "sólo se puede ver bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". De igual forma, Yavé ya había advertido a Samuel: "El hombre se fija en apariencias, pero el Señor se fija en los corazones".

Jesús sana un ciego de nacimiento. Su condición le impidió ver el físico de Jesús. Sólo sintió las manos que ponían el lodo en sus ojos. Luego escuchó unas palabras que le ordenaban lavarse en la piscina de Siloé. Aquel ciego sabe que alguien llamado Jesús ha obrado un gran milagro pero no puede identificarlo. Desconoce su rostro. Desconoce el color de sus vestimentas. Desconoce su estatura y peso.

El ciego, sin embargo, no tenía que ver a Jesús con sus ojos. Después de todo, el milagro ocurrido en la obscuridad hace que el ciego mire con su corazón al corazón de Jesús. Así pudo percatarse de que aquel profeta perseguido por los fariseos venía verdaderamente de Dios.

Lo esencial es invisible a los ojos. Cabe preguntarse hoy: ¿Como mira mi corazón? ¿Con miopía de indiferencia? ¿Con astigmatismo de odio? ¿Con glaucoma de rencor? ¿Con catarata de envidia?

Jesús es Luz. Luz que aclara. Luz que rompe con la obscuridad de la noche más obscura. Luz que cura mi ceguera que encierra mi corazón. Luz de Luz. Luz que me hace ver lo que ahora no veo. Porque, después de todo, lo esencial es invisible a los ojos.