Busquemos el Reino de Dios

Autora: Noris Capín

Sitio Web:  ¡Mujer, levántate!,

Autora del libro: ¡Mujer, levántate!

 

 

A veces se nos olvida caminar en pos de la santidad. Dios no nos ha llamado a la mediocridad de espíritu, sino que nos ha elegido para levantarnos en medio de las dolencias y las situaciones precarias de la vida. Debemos olvidar las gratificaciones que nos llevan a ser personas dependientes de las distracciones externas.Tenemos que expulsar los perennes deseos de poseer más y más, sin importarnos de qué manera lo vamos a lograr. Sin embargo, si tuviéramos la oportunidad de pedir tres deseos a Dios, encontraríamos muy natural que cumpliera con nuestros caprichos sin tener en cuenta la importancia de buscar Su Gracia.

      Pero los anhelos que persigue la mente, no siempre cumplen con los deseos del alma.  La mayoría de las veces preferimos recompensar nuestra vida, con las cosas que producen un contento superficial. Abandonamos entonces las necesidades inmediatas, las cuales transitan sin rumbo por la mente y no por el corazón.

     No obstante, y a pesar de todo, Dios nos dice en el Salmo 37:4 “Ama al Señor, con ternura, y Él cumplirá tus deseos más profundos”.

     Lo que mantiene salvo a nuestro espíritu, es poder escoger lo verdadero y real. La falsa alegría que divierte al espíritu, se desvanece de inmediato; pues el satisfacer nuestros deseos mundanos con trivialidades que no tienen valor espiritual, hace que al final quedemos vacíos.

    Vivimos en esa lucha constante, y nos desgastamos por subsistir por encima de nuestras posibilidades monetarias. El consumismo nos derriba, nos atropella y nos lleva a tener deudas.

    Sin embargo, el Reino de Dios nos ofrece todo lo contrario. El Señor desea que nos unamos a Él, para que nuestros sueños se realicen de una manera sana y fructífera. Su intención para con nosotros, es que vivamos una vida plena, con aspiraciones verdaderas y un corazón abierto a las necesidades de otros.

    Dios desea que destruyamos nuestra condición de ser esclavos del dinero, de la avaricia y de la envidia, para que preparemos nuestro corazón a estar atento a las bendiciones que Él nos brinda.

   Dice la Palabra del Señor: “por eso debemos acercarnos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22).  Hay algo que nos protege de la superficialidad y que nos dicta el corazón, y es Su Palabra.

   Busquemos, pues, el Reino de Dios, antes que el reino del mundo. Busquemos las recompensas de Dios, antes de buscar las recompensas del hombre. Vayamos por la Gloria de Dios, en vez de glorificarnos por nuestros alcances y éxitos personales.

Pidamos al Señor tres deseos: Salud, amor y caridad. Salud para el cuerpo, amor para el espíritu y caridad para nuestros semejantes.

  “Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho” (Hebreos 10:23).

 

Artículo editado para La Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami.  Abril 2007.

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Autora del libro ¡Mujer, levántate!
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