Hay victoria en Cristo Jesús

Autora: Noris Capín

Sitio Web:  ¡Mujer, levántate!,

Autora del libro: ¡Mujer, levántate!  

 

 

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“Porque fuiste fortaleza para el débil,

fortaleza para el pobre en su aprieto,

parapeto contra el temporal, sombra

contra el calor.”

                                     Isaías 25:4

Hay victoria en Cristo Jesús

La mejor forma de mantener la pureza del alma, es estar en frecuente oración e íntima relación con el Padre Celestial. Sin embargo, en numerosas ocaciones somos sorprendidos por las insidias del mal, sensación que desorienta la espiritualidad que deseamos tener en nuestra vida. Es por ello,, que Jesús nos aconseja que oremos incesantemente, para que no caigamos en las garras divisorias de la tentación.

El poder dar paso a la solemnidad del Espíritu de Dios, nos conduce a combatir las influencias del maligno. Esa fuerza destructiva que invade la tranquilidad de nuestro ser, se caracteriza por desequilibrar la paz que vive en nosotros. En los momentos en que la tentación estremece la estabilidad del alma, nos damos cuenta de que somos frágiles criaturas expuestas al azote continuo del mal. 

Sin embargo, estas influencias no son acciones premeditadas por nuestra parte, sino que son motivadas por un poder engañador llamado pecado, el cual tiene el dominio de abastecer la mente con pensamientos opuestos a nuestra voluntad e integridad personal. Ese poder que intimida nuestro bienestar interno, trae como consecuencia momentos de oscuridad espiritual y honda tristeza.

No obstante, cuando somos atacados inconscientemente por esa acción devastadora del enemigo del hombre, no debemos temer, sino que tenemos que orar y pedir al Espíritu Santo la intervención restauradora que nos ha hecho vivir en la luz.

Al estar envueltos por esa nube que opaca el dominio propio y degenera la unción de Dios, tenemos que ahuyentar su autoridad negativa, para rescatar la presencia de Dios en nuestra vida. El toque sublime del Señor hace que nuestros pensamientos se consoliden en Su Santo Espíritu, para que el designio de Dios en Jesús, cumpla con la tarea de salvarnos de esa seducción arrolladora, que nos aparta de la verdadera felicidad interna. 

Según las Sagradas Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento, la influencia del mal se difunde a través del mundo entero y, de acuerdo a las impresionantes palabras del Apóstol San Juan, en el capítulo 5, versículo 19 de su Evangelio: "El mundo está todo bajo el maligno", lo cual se refiere también a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad. Presencia que se hace más fuerte a medida que nos alejamos de Dios y Sus mandatos. 

No obstante, al ser Dios conocedor de nuestras infracciones humanas, Él nos hace sentir una ola refrescante y consoladora cuando de verdad deseamos ser rescatados por Su inefable y poderosa misericordia.

La efusión del Santísimo nos transporta a una dimensión solidaria con Él, y nos anima a la resurrección paulatina de nuestra vida espiritual.

El respeto que nos hace no ofender a Dios con nuestras calamidades diarias, nos lleva a meditar sobre el mal y las conductas contrarias a las enseñanzas de Dios y la Iglesia. Esa doctrina es confesada y anunciada en el Evangelio, donde se nos presenta la acción del enemigo contra todos los fieles y, en especial, contra aquellos que sirven al Reino de Dios.

El Espíritu Santo frena nuestra riendas, poniendo un alto a la insubordinación, para recordarnos la oración santifícadora del Padre Nuestro, oración que nos enseñó Jesús, para que estemos vigilantes ante los engañosos ofrecimientos del maligno: "no nos dejes caer en tentación; líbranos del mal". Con esta oración, Jesús nos reviste de valor para vencer al enemigo: con mando y absoluta libertad.

El poder restaurador de Dios se opone a las influencias seductoras del mal, conduciéndonos a encontrar la paz perdida, y encaminándonos por la senda correcta mediante el poder inigualable de la oración.

La comunicación con Dios nos encamina a buscar una respuesta a nuestras preguntas. Es, por lo tanto, la vía que nos conduce a vivir en la fe y a estar de acuerdo con la ley de Dios.

El anuncio del Reino de Dios nos enseña que hay victoria sobre el enemigo. Aunque ese estado de lucha interna nos derribe en momentos de confusión y fragilidad humana, no debemos olvidar que existe un Dios que sobrepasa toda acción del enemigo, y que nos lleva a la reconciliación interna con nosotros mismos. El poder de la oración ilumina el corazón del creyente, y guía con amor hacia la verdadera paz del alma.

Dice la Palabra de Dios en Isaías, capítulo 9, versículos 1-2: “El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín.” 

Editado para la Voz Católica, periódico de la Arquidiócesis de Miami.

September 2008