Reflexión Bíblica

“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha dado a conocer a los sencillos” Lc 10, 21-24

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

En aquel tiempo, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien” 

Jesús vio la ganancia de muchos, es decir la sumisión de numerosos a la fe por la operación del Espíritu que había dado a los santos apóstoles. Por eso dice el Evangelio que Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, esto es, en los efectos que provienen del Espíritu Santo. Como amante en extremo de los hombres, el Señor considera también como motivo de alegría la conversión de los pecadores, y de ella da gracias y alaba al Padre, que es el Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo mantenido ocultas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños, a los sencillos. 

Cuado menciona a los sabios, esta refiriéndose a los fariseos y a los escribas que eran los intérpretes de la ley, cuando habla de los prudentes, son aquellos que eran instruidos por los escribas. Así sabio se llama al que enseña y prudente al que aprende. El Señor llama pequeños o párvulos a sus discípulos, porque los eligió, no de entre los doctores de la ley, sino de entre la gente del pueblo y los pescadores; los cuales se además se llaman párvulos, pequeños o sencillos, porque no son hombres que tiene en su intención el hacer daño.

Reza Jesucristo, Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Solamente el Padre puede entender y manifestar la profundidad del misterio de Jesús, y el ha querido abrir este secreto a los humildes (1 Cor 1,26). Jesús es el único que puede conocer al padre y solo el padre puede conocerlo a El. Jesús se coloca en una comunión con el Padre totalmente única.

Pero El Hijo vino para dar a conocer al Padre, para esto El nos pide sencillez, humildad en el corazón, estar vacíos y despojados de nosotros mismos. El ha querido abrir este secreto a los humildes, a los sencillos, no a los hombres instruidos, que en muchas ocasiones se creen capaces de llegar a conocer las cosas de Dios por sus propios medios y esfuerzos, estos son los soberbios, estos son los que se cierran al Evangelio, por eso el Señor se goza de que los pequeños y sencillos se abran a la verdad de Dios.

Alabado sea Jesucristo, Bendito sea por siempre el Señor, porque nos eligió a pesar de nuestra miseria espiritual, para darnos a conocer al Padre, entonces esta dignidad que nos regalo, nos debe hacer permanecer en humildad, a fin de continuar siendo dignos del Señor Jesús y nos siga amorosamente mostrando al Padre. 

Que esto sea un gran estimulo, para que el conocimiento del Padre sea en nuestras vida algo cada vez más intenso. No dejemos por ningún motivo de orar y por eso todos los días de nuestras vidas, no olvidemos de dar las gracias, por toda la gran bondad y misericordia de Dios.

Jesús siempre nos ha mostrado bondad por todos nosotros, así fue como también nos dijo en una ocasión “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11:25-30) El conoce bien el corazón de los hombres y son estas unas palabras muy alentadoras, muy gratificante. Jesús sabe que es allí donde se vive la fatiga, la aflicción, el dolor y la desesperanza. Jesús nos invita de esa manera, invita a todos los oprimidos, a los que tienen pesar, a los que sufren de la miseria, ¿Dónde más puede el hombre encontrar las palabras mas esperanzadoras?. ¿Dónde podríamos encontrar más alivio y consuelo?

Dice el Señor: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven” Ser cristiano es querer vivir como Cristo, tener sus mismos sentimientos, ¿existe un plan de vida mejor?, respondamos amorosamente que no, y dispongámonos a vivir como Jesús, tener sus mismos sentimientos, mirar a los hombres con sus ojos, aprender de su corazón a vivir del amor del Padre y a entregar ese amor a nuestros hermanos en gestos pequeños y humildes. Son hermosas palabras para la meditación y para acogerlas plenamente en nuestras vidas, como cuando nos dice “Vengan a mí”, que es buscar una frecuente intimidad con Jesús, es querer sanar nuestras heridas, es pedir perdón, es querer la reconciliación, es estar preparados para recibir la gracia.

Vengan a mi, es una gran invitación para disfrutar la compañía de Jesús, para encontrar paz, para aliviar nuestros dolores y penas, son palabras suaves, pero con gran calor de comprensión y afecto. 

Aceptemos con gozo la invitación y vayamos a Jesús, con intensos momentos de oración, digámosle nuestros proyectos y necesidades, presentémosle nuestros anhelos y contémosle nuestras angustias.

Jesús busca y quiere hacernos partícipes de su misma vida. Por eso también nos dice: “Aprendan de mí”. Es una oportunidad para experimentar el gozo de la Trinidad, el gozo de saberse el Hijo amado del Padre, el gozo del Espíritu Santo que consuela y anima y fortalece.

Por comprender esto, Gracias Señor

¡Oh Señor, todo lo que nos enseñas, es maravilloso