Reflexión Bíblica
 “No todo el que me dice “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos” Mt 7, 21. 24-27

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

Del mismo modo como se pueden descubrir lo profetas verdaderos de los falsos, se pueden desentrañar los cristianos verdaderos de los aparentes, porque no es suficiente creer lo que Cristo enseña, es necesario ponerlo en práctica: Diríamos que esta enseñanza resume mucho de la doctrina del Señor, porque nos habla de la necesidad de poner en obra sus enseñanzas.

Lo que evangeliza al hombre es el Evangelio, porque evangelizar es convertir, cristianizar, reconciliar, enseñar y así nos lo pidió Cristo: "Id y enseñad a todas las naciones" (Mt 28,19) ,¿pero enseñad que? El Evangelio de Jesucristo. La salvación, llega a través de la Revelación comunicada al mundo por Cristo, El es Verdad y Luz que da Vida Eterna. (Jn 14,6-10). El es el Pan de la Vida, la Luz del Mundo, la Puerta, la Resurrección, el Camino, El glorifica al Padre. Cristo le da un sentido nuevo a nuestra vida, vino a salvarnos, se quedó con nosotros, "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos, me serviréis de testigos hasta los confines de la Tierra" (Hech 1,8).

¿Y Quién entrará en el Reino de los cielos? Así lo dice Cristo, “El que hace la voluntad de mi Padre”. El plan que trazó el Padre sobre el Reino tiene creencias y exige obras. No basta un ingreso idealista y soñador. No basta decir: “¡Señor, Señor!” queriendo confiar mágicamente en él, pero sin poner la conversión de su vida en la práctica de los mandatos de Dios. 

Dice el Señor: El que escucha mis palabras y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio que edificó su casa sobre arena. Es decir nada sacamos en oír la palabra de Cristo y luego no practicarla o no ponerla en obra. Cuando oigamos el Evangelio, reflexionemos y convirtamos en acción su contenido ya mismo, por eso Jesús también nos dijo: El que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente que edificó su casa sobre roca. No se trata en este contexto bíblico del hombre inteligente o intuitivo, con un gran sentido práctico, sino del que cree y obedece las enseñanzas y, en general, el que hace de su vida el Evangelio. 

La conclusión es clara: la vida cristiana está sólidamente construida, como el edificio bien cimentado, si la fe se traduce en hechos, no en expresiones de deseos.

Y así es como Cristo no enseña, “No todo el que me dice “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Cristo llamó a su Padre “mi Padre” en sentido excepcional. Cuando habla para otros dice “vuestro Padre,” o “tu Padre,” pero, al contraponerle con El, es “mi Padre.” Mt, que confiesa en su evangelio la divinidad de Cristo (Mt 12:6.8; 11,), con esta expresión habla de su filiación divina.

Contemplemos bien la palabra de Nuestro Señor Jesús, el siempre nos advierte y así lo hace en este fragmento del evangelio. Aquí nos invita a reconocer a aquellos que aparentan llevar una buena vida en las palabras, pero en los hechos y en sus obras no son ejemplos de nada. Esto, porque los hechos y las palabras son necesarias de cumplir por igual a los que sirven al Señor. Y aún hay más exigencia, una y otra cosa son necesarias, pero estas deben ir acompañada de de la aceptación y del cumplimiento de la voluntad de Dios.

Es necesario entonces estar atentos para distinguir de los buenos y los malos maestros. Debemos en otras palabras, cuidarnos de nos ser engañados por los que hablan en nombre de Cristo, pero entienden mal las verdaderas enseñandas y las acomodan a su manera y sus estatus de vida. Porque de ellos dice: “Haced y guardad lo que os digan. Pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen” (Mt 23:3). El control de autenticidad cristiana en el Reino está en las obras. “Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra” Es el cristiano auténtico. Ni vale como excusa el haber hablado en su nombre, o ir a misa cada domingo, o haber hecho hermosos comentario del sentido del Evangelio si no lo hacemos acción, si no lo convertimos en trabajo y en una tarea que debemos cumplir.

Así es, como si confesamos nuestra fe, debemos vivir nuestra fe, es decir vivir según la palabra de Jesucristo, si no es así, no entraremos al Reino de los Cielos. El camino del Reino de los Cielos, incluye aceptación y obediencia a los propósitos y planes de Dios, y no se esta caminando por el, por el solo hecho de repetir sus nombre.

Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. No es otra la voluntad del Hijo que la del Padre que esta en los cielos, son palabras que hemos oído con mucho énfasis de Jesús. Pongamos nosotros el mismo empeño, el mismo interés y esfuerzo en imitar a Jesús, aceptando y haciendo la voluntad del Padre en los hechos y las palabras. Pero no dejemos de tener presente, que para pertenecer al Reino, no basta con invocar al Señor, auque sintamos que lo hacemos con fe viva, es indispensable cumplir la voluntad de Dios y hacer una vida coherente a los principios y enseñanzas de Jesucristo.

Dice Jesús; Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Esto es frente a muchas dificultades, nuestra fe y nuestros principios no han de caerse y nuestra Iglesia permanece firme. La lluvia, representa el elemento que al unirse con la arena arrastra nuestros principios, pero si cae sobre roca, no le hace mella, los torrentes, representan los impulsos de avaricia, los vientos las soberbias. Estamos expuestos a encontrarnos con muchas dificultades, toda clase de peligros contra nuestra fe, pero el que se funda sobre Cristo, permanece en pie y ninguna adversidad lo derriba.

Pongamos entonces el “Hágase tu voluntad” que rezamos cada día en practica y disposición de cumplirla, viviendo siempre conforme a ella y para que no nos sea tan difícil, alimentemos nuestro corazón de la Palabra de Dios con la lectura y comprensión de los Evangelios, para que sepamos bien lo que nos dice el Señor y que es lo que nos pide.


Jesús nos dijo: Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la Practican (Lc 11, 28)

Por comprender esto, Gracias Señor

¡Oh Señor, todo lo que nos enseñas, es maravilloso