Oración por la Pasión del Señor

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant



 

Señor mío Jesucristo, tu sentenciado y condenado por los mismos que te habían aclamado poco antes, tu callas y nosotros huímos. Señor, déjame imitarte, uniéndome a ti por el silencio cuando alguien me haga sufrir.

 

Y ahora Señor, que carga más pesada llevas al hombro, haz Señor que yo comprenda el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, pequeñas molestias a veces, achaques, mi soledad. Déjame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y la de mis hermanos, mi cruz de cada día.

 

Y ahora tú caes, Señor, caes por mi, para redimirme, para levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir otra vez. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino junto a Ti

 

Señor, haz también que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia. ¡Ayúdame Madre!

 

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular. ¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos. ¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de Cirineo?  

 

Verónica es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "que dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones. Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán".

 

Caes, por segunda vez Señor, y luego será por tercera vez en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.  Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación?  ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?

 

Muchas veces, tendría yo que analizar el porque de mis lágrimas, el porque de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.  Debería llorar por mi falta de cariño y amor hacia tus innumerables beneficios de cada día, ¡OH! cuánto me quieres.  

 

Más agotado, te quedan pocas  fuerzas, caes desfallecido nuevamente, Y digo Señor. me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz. Déjame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos.

 

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas. A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo

 

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.

 

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Por eso beso tus llagas, tus heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias! Has muerto por salvarme, por salvarnos. Déjame responder a tu amor con amor, quiero cumplir tu voluntad, trabajar por mi salvación, y la de mis hermanos, ayudado de tu gracia.

 

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable, déjame estar a tu lado, déjame  que hoy y siempre estar junto a  Ti y te compadezcas de mí.

 

¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

 

Todo ha terminado ya Señor, pero no, porque después de la muerte, espero la Resurrección.