Reflexión bíblica

"un tesoro escondido en un campo” Mt 13, 44-46

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. ¿Qué tesoro es tan valioso para vender todo lo que se tiene?, ¿Qué merece desprenderse de cuanto se posee para conseguir otro bien?, ¿Que hallazgo puede producir inmensa alegría?, no cabe la menos duda que lo que encontró el hombre tiene un valor inestimable, inmedible, y lo más grande en valor, es el Reino de Dios, y por el se puede renunciar a todo, y esta sería la mejor decisión tomada.

En efecto el que encuentra un tesoro como este, el Reino de los Cielos, debe dejarlo todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene terrenalmente, es indudable, que no podemos comparar los bienes terrestres con la posesión de Dios, “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” (Mt 6-24). 

Jesús también nos agrega esta parábola; El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran esfuerzo por conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor de Cristo, como el Reino de Dios, con fe, veremos que la valoración de la posesión de Dios, que es el tesoro que nos habla Jesús, no puede tener ninguna comparación.

Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo, especialmente de lo que no somos, y de mucho de lo que somos y de cuanto aprisiona nuestro corazón. Es así como nuestros afectos, o inclinaciones, pasiones e instintos, esto es, todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos el corazón de nosotros mismos, este podrá ser ocupado por Dios.

Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un intercambio o entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es así, como nos pone el ejemplo de un negociante, para indicarnos que es un hombre que conoce el valor de las cosas, y se desprende de todo por una perla fina.

Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a todo, porque la renuncia a lo material tiene el mejor de los premios, como es la posesión de Dios.

Y nos alegramos, porque Jesús nos motiva a desprendernos de bienes transitorios e inferiores, también estamos contentos porque esta es una invitación que nos permite una reflexión, no sobrevalorar bienes que en nada aportan para hacernos de esa perla preciosa, que es la palabra de Jesús, que es la Gracia del Señor, es la joya que nos permitirá conseguir el Reino de los Cielos.

Por comprender todo esto, Gracias Señor.