Confesion, acto inteligente

Autor: Alejo Fernández Pérez   

alejo_fp@terra.es

 

 

Breves notas  

Pocas cosas nos cuestan tanto trabajo como reconocer un error y pedir perdón. Los políticos nos dan un ejemplo clamoroso. ¡ Nunca se equivocan, y la culpa siempre es del otro! Y, sin embargo, es la forma más inteligente de cortar cualquier inicio de pelea.   

Aquí y ahora, escribimos para católicos y simpatizantes, así que, damos por supuesto- quizá sea mucho suponer- que , en general , sabemos  por qué, cuando donde y como hay que confesar nuestras culpas. Cualquier catecismo o devocionario lo trata. Lo que nos importa aquí es otra cuestión: 

¿ Por qué la gente no se confiesa o lo hace tan poco hoy? Podría ser por: 

1.-     Nuestra falta de coherencia, esa doble vida permanente entre lo que decimos ser y lo que en realidad somos y hacemos. Muchos religiosos han terminando contagiándose de la mediocridad moral en que vivimos. En una importante celebración, antes de la comunión, un sacerdote advirtió: “Recordamos que sólo deben comulgar aquellos que no tengan pecado mortal o cometerían un grave sacrilegio”. La larga cola ya formada para comulgar quedó muy reducida.  

2.-     Dificultades.- Para confesarse hay que ir al confesionario y arrodillarse ante el sacerdote, pero ¿cuándo y dónde ? Pues resulta, que las confesiones, sobre todo para las personas que no frecuentan la Iglesia , no saben a que hora, en qué iglesia y en qué días son. No hay una parroquia donde estén expuestos, donde pueda ser visto sin entrar en la Iglesia los horarios de misas, de confesiones y los nombres de los confesores, como sucede en algunas poblaciones. Por otra parte los sacerdotes están poco en el confesionario porque no van los fieles; y los fieles no van, porque no está el sacerdote. Desgraciadamente esto está sucediendo en todo el mundo cristiano. ¿Quién habla de la confesión?   Y la confesión es el primer paso para que el hijo perdido regrese al hogar del Padre. Cualquier empresa o comercio, que tiene algo que ofrecer, da todas las facilidades a sus clientes. En la Iglesia católica, donde empieza a haber competencia, el que quiera algo tiene que venir expresamente a preguntar; así que  mejor será que curas y laicos demos un poco más de facilidades a los alejados, no sea que “los buenos hijos” no seamos tan buenos hermanos 

3.- ¿De qué nos confesaremos? 

 a)En primer lugar de los pecados mortales: no matarás, no robarás, no mentirás,…es decir, los de siempre. Estas negaciones no son más que unos límites mínimos que nunca deberíamos traspasar. Pero el cristianismo no es una religión de negaciones. Los más importantes de todos los mandamientos, del cual penden todos los demás, son: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.  

b)En segundo lugar, de los pecados contra el amor.  Los religiosos y los laicos que se confiesan varias veces al mes y comulgan diariamente se confiesan casi únicamente de los pecados de amor. Cuando muramos- decía San Juan de la Cruz- “solo se nos examinará de amor” El catolicismo es, pues,  una religión – posiblemente la única-  que se resume en una sola palabra: AMOR. El buen hijo nunca miente, roba, maltrata u ofende de cualquier otra forma a su Padre, pero el Padre no se conforma con eso, quiere ser amado, que se le trate con cariño, que nos acordemos de su cumpleaños, le quitemos trabajo, le hagamos un regalito de vez en cuando, mantengamos conversaciones con él. Tampoco olvidemos, dijo Cristo,  que “El que me ama es el que cumple mis mandamientos” Para lo conflictos humanos la receta es siempre una receta de amor: ama y te amarán; gruñe y te gruñirán; alaba y serás alabado. 

c) Hay otras muchas cosas de las que ni se nos ocurre confesarnos: a) De no hacer nuestros trabajos con la mayor perfección posible, de las chapuzas. Un tornillo mal puesto puede acarrear un accidente de coche; b) de conducir peligrosamente o con dos copas de más. No matarás. c) De perder nuestro tiempo y hacérselo perder a los demás, una forma de robo como otra cualquiera,. d) De no hacer la vida amable a los demás  gruñendo, criticando, murmurando, sin decir una palabra de estímulo o amable a nadie; cosas que no matan pero hacen la vida triste…  

d) También tenemos olvidados a los gravísimos pecados de omisión. A veces lo más grave no es lo que hacemos bien o mal, sino lo que pudiendo hacer no hicimos.  Lc 12, 46-48 nos dice : “Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ello, recibirá muchos azotes....A quien mucho se le da , mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá”. La parábola de los talentos es más que expresiva 

3.       ¿Por qué tenemos que confesarnos de la forma como lo hacemos y  con un sacerdote?  En el catolicismo hay un párrafo definitivo: Mt 16, 18-20 “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos” Palabras de trascendental importancia dogmática pues en ella se basa la jefatura del Papa ,  su poder de legislar y la seguridad de que a la barca de Cristo no habrá tormenta que la hunda. Por supuesto, si mañana el Papa estima que la forma de confesarse debe ser sustituida por otro procedimiento más acorde con los tiempos, pues se obedece y en paz, ya que dicha forma que no es un dogma. Lo que si es dogma es su facultad de legislar. O sea,  El que manda, manda y cartucho al cañon, que dicen los artilleros 

4.      ¿Por qué la confesión frecuente? Hace poco, tras una reunión de niños con el Papa una niña le pregunta ¿ Por qué hay que confesar frecuentemente? El Papa respondió: Y ¿Por qué barre y limpia la casa tu mamá todos los días? Aunque tenga poco polvo y suciedad la limpia sin esperar a que la casa huela mal y se convierta en una pocilga. Como el polvo, las pequeñas ofensas ensucian el alma y las amistades, y poco a poco esta suciedad, si no la eliminamos, nos acarreará serios disgustos. Recordemos que los pecados veniales son la antesala de los mortales. 

5.      Importancia de la confesión. Importa porque en el fondo de nuestros corazones están grabados unos sentimientos que nos dicen, cuando nos comportamos bien o mal de acuerdo con la ley del Señor. En el primer caso, nos sentimos felices y contentos, como reconoce quien salva a uno de morir ahogado; en el segundo, algo nos desasosiega y nos quita la paz, como cuando robamos o herimos a alguien. Herir o matar a una persona nos puede doler hasta el punto de confesarnos nosotros mismos culpables ante la policía. Preferimos varios años de cárcel en paz, antes que la libertad cargados con el peso de nuestra culpa. Si ofendemos a nuestro marido, mujer o a un amigos nuestras relaciones con el ofendido pueden convertir nuestra vida en un infierno, por eso es tan conveniente la reconciliación, pidiendo  perdón o perdonando. También importa porque  Yahvé es nuestro mejor amigo, Rey, maestro, médico, defensor,…y no va a ser menos que nuestro prójimo . Su infierno podría mucho peor y para toda la eternidad. 

 En el Catecismo de la Iglesia Católica se sigue recomendando vivamente el sacramento de la penitencia o de la reconciliación. Un verdadero milagro  de amor. Sin embargo, no oímos a ningún sacerdote recordar a las muchedumbres que se acercan a comulgar sobre el grave pecado de hacerlo en pecado mortal. Unos por otros y la casa sin barrer. ¿Hasta cuándo? La Cuaresma es hoy una buena oportunidad que pasa frente a nosotros. Mañana quizá sea tarde. 

Muy duro es pedir perdón a los hombres y muy grave para los cristianos no hacerlo ante Dios. Y sin pedir perdón y perdonar, no hay ni habrá nunca paz. En otro de nuestros escritos sobre la confesión dijimos, y ahora repetimos: “En estos días en que tantas personas andan agobiada por depresiones, y ansiosas de paz y equilibrio espiritual, pocas terapias encontrarán  tan gratificantes como una confesión bien hecha”. Solo tiene un defecto: ¡ES GRATIS!