Laicos en la Iglesia

Autor: Alejo Fernández Pérez   

alejo_fp@terra.es

 

 

En la Iglesia, desde Cristo, con quien llegó la plenitud de los tiempos, todo está dicho. El único progreso residirá en un mayor acercamiento de los  hombres y mujeres a Cristo y su doctrina. Las dificultades las encontraremos en ¿Cómo y con quién?

Luiggi, joven sacerdote argentino, hace una serie de preguntas sobre como formar a los laicos de su parroquia y resolver con eficacia los numerosos trabajos que se le vienen encima. Además, desea que  laicos y curas queden contentos. Amigo Luiggi,  si yo lo supiera sería Ministro o ,por lo menos, Obispo. En cualquier Parroquia, a poco que se mueva el personal, aparece un trabajo desbordante mezclado con conflictos personales. O aprendemos a hacerles frente o  nos amargarán la existencia.

En la  Iglesia existe una documentación abundante al respecto, que abarca desde el  Catecismo de la Iglesia Católica hasta los diferentes escritos emitidos por el  Vaticano y por cualquier diócesis o parroquia. Los tropiezos surgen al empezar a tratar con “personas de carne y hueso”. Para estos casos, no hay normas fijas que valgan, aunque sí unos principios generales descritos en lo que llamamos “Relaciones humanas”. Para resolver, en lo posible, estos conflictos, lo único que te puedo ofrecer es mi experiencia como Jefe de Estudios y como Director de Centros de Enseñanzas durante muchos años con más de mil alumnos y sus correspondientes padres y profesores.

En líneas generales, se suelen seguir los pasos siguientes:

1.                 Elegir al presidente, director o como le queramos llamar. De esta elección dependerá en gran parte el éxito o el fracaso del trabajo. Debe ser “uno solo” o 9 una. “Es preferible un alcalde regular a dos buenos.” Se procurará que sea una persona bien formada, preferible con estudios superiores, que ya hay muchos, y , a ser posible,  que haya triunfado en su carrera o negocio. En la actualidad, no es suficiente querer hacer el bien hay que saber hacerlo. Y no es fácil. Partamos de la base de que el equipo debe funcionar igual o mejor que el de cualquier empresa. Cuando se trabaja para el Señor no podemos ser menos exigentes que cuando se hace para cualquier negocio y en los negocios no sirve cualquiera. Por otra parte, es indispensable que sea una persona ejemplar como católica

2.                 Equipo directivo. El presidente debería tener libertad para forma su equipo directivo, tres en total es buen número. Consulte con el sacerdote y personas apropiadas. Puesto que  será responsable del éxito o fracaso, también debería ser responsable de la elección de las personas. Aunque haya un equipo directivo general para todo el grupo, hay ocasiones en las que conviene designar un equipo temporal para que se ocupen de un problema específico, normalmente de corta duración.

3.                 Plan. En primer lugar, aunque parezca de Perogrullo, hay que fijar con claridad que es lo que se pretende. Después,  La primera tarea del Equipo Directivo será elaborar un Plan realizable, dejándolo abierto para modificarlo si surgen imprevistos. Que surgirán.  Hay que planificar el trabajo de cada día y estudiar sus resultados finales.

4.                 Repartir trabajo. Se buscarán las personas adecuadas a las que asignar cometidos concretos. Cada persona en su trabajo debe disfrutar de un suficiente campo de libertad. No pasa nada si alguno se  equivoca. Que se equivocará. En general, cada uno debe saber en cada momento, que es lo que se espera de él

5.                 Reuniones periódicas. Es importante que sea el mismo día de cada semana y a la misma hora. Servirán  para seguir el desarrollo de  los planes, modificarlos, homogeneizar el equipo, provocar nuevas ideas…Deben ir muy bien estudiadas por el Presidente . Al final se hará un resumen, las conclusiones se anotarán en un diario y se asignarán a cada uno los trabajos. A la semana siguiente se dará cuenta de los resultados. Tan importante como resolver los problemas habituales es la creación de otros que hagan frente a problemas nuevos o futuros.

6.                 Elogios y broncas. Sacerdote y Presidente no deben escatimar elogios a los que funcionan bien, y ser comprensivos y alentar a los “rezagados”. Nunca se reñirá ni criticará a nadie delante de otras personas: Murmuraciones y críticas no deben ser  toleradas en ningún caso, aunque haya motivos sobrados. Todo se puede decir y debe ser dicho, pero no de cualquier forma. Todo aquello que provoque divisiones o deserciones indica que algo no funciona, y el 50% de la culpa, por lo menos, será,  es, siempre del que manda.

7.                 Errores. El temor al error ha predominado en la Iglesia sobre el amor a la verdad, sobre todo tras Lutero. El espíritu inquisitorial – algo más que la Inquisición- ha paralizado durante siglos el pensamiento de católicos y algo menos el de  los protestantes. Laicos y sacerdotes, incluso Obispos han estado constantemente frenados por el miedo a errar. Ante cada problema, carentes de iniciativa, todos miraban hacia los inmediatamente superiores y estos hacia los de más arriba. Resultado: Nadie se equivocaba, porque nadie hacia nada, o hacia mucho menos de lo que debía. Sin errores no hay progreso. Nos dice Julián Marías que por temor al error  “La decadencia del pensamiento cristiano desde el siglo XVII ha sido pavorosa”

8.                 Buenos jefes. Tampoco olvidemos que los jefes perfectos, los buenos para cada uno de no­sotros, no existen. Hay que trabajar con los que tenemos. Si les ofrecemos nuestro apoyo, y los controlamos en el cumplimiento de sus obligaciones, seguro que serán aceptables.

9.                 Medios de comunicación. Cualquier trabajo desarrollado en la Iglesia puede, y debería, ser un medio de apostolado. No aprovechar su difusión en los medios de difusión puede ser un grave pecado de omisión. Ir buscando periodistas y escritores católicos dispuestos a colaborar.

10.            Controlar.  Será una de las  principales tareas del sacerdote y del Presidente elegido.  Es un error la pretensión de querer hacerlo uno todo sin delegar nada en nadie. Lo esencial es que  la tarea se haga bien, sin importar por quien. La libertad en el trabajo con el control de su ejecución son tareas complementarias , que se apoyan y favorecen los resultados

11.            Activismo. Corremos, ha dicho Benedicto XVI,  el peligro de trabajar mucho en el campo eclesiástico, haciéndolo todo por Dios, pero totalmente absorbidos por la actividad, sin encontrar a Dios. Los compromisos ocupan el lugar de la fe, pero están vacíos en su interior. O sea,  la oración debe preceder a la acción y es mucho más importante.

12.            Previsión.- Los trabajos hay que preverlos con bastante antelación, que puede ser de meses. Alguien debe “pensar en futuro” y estar preparado para enfrentarse a problemas nuevos , desconocidos u olvidados. El mundo está cambiando a una velocidad pasmosa, y “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Las sectas, nuevas formas de vida, movilidad en el trabajo, educación para el futuro, inmigrantes,… están llamando a nuestras puertas. Internet es indispensable para ver “por donde van los tiros”.

13.            Defender nuestra fe. En la catequesis se está olvidando un  capítulo crucial: Aprender y enseñar a defender nuestra fe, nuestro estilo de vida cristiano. Muchos catequistas se lamentan de que tras varios años de enseñanza a niños y jóvenes les roban fácilmente la fe los cuervos de siempre, en cuanto salen a la calle. Los recursos empleados por las  ideologías del odio: Comunismo y sus primos, Nueva Era, Nuevo Orden Mundial y algunas de las más de  casi treinta mil sectas que existen han de ser contrarrestados sin complejos y hasta con un poco de chulería. Algunos escritos sobre como defender nuestra fe hoy día los encontrarán en http://alejofernandezperez.autorcatolico.org  y en http://www.conocereisdeverdad.org/   así como en otras muchas páginas web católicas

14.            No nos agobiemos. Se hace lo que se puede, se trabaja con ilusión , se reza, se encomienda el trabajo a la Virgen y se pone todo en manos del Espíritu Santo.  Él sabe mejor que nadie  que es lo mejor para la Iglesia. El Espíritu Santo no necesita de nosotros, pero exige nuestra colaboración. Trabajemos como si todo dependiese de nuestro esfuerzo , pero confiaremos todo en el Señor. Después, descansemos en paz. La victoria la dará  el Señor con poca o mucha gente, con poco o muchos euros y con muchos o pocos errores y sólo tendrá en cuenta el amor con que trabajemos por Él.

15.            Armonía. Como sea hay que conseguir la armonía entre todos los componentes del grupo. No es fácil, pero si posible. A veces se obtiene con calderetas, reuniones de café ,  con copitas de vino y con alguna que otra comida en algún bar o restaurante. Esforcémonos en el difícil arte de escuchar y no pretendamos monopolizar todas las conversaciones ni querer tener siempre razón. Cuando  todos hablan al mismo tiempo solo resulta barullo y confusión. Decía San Pablo: “Hágase todo con decoro y con orden”.

                                             Mérida (España) 9 marzo 2006

                                             Alejo Fernández Pérez

                                             Alejo_fp@terra.es

Sobre los laicos véase.

a) El Catecismo de la Iglesia Católica

b) Los artículos “Participación o sumisión” y “La hora de los laicos” de Alejo

c) El Sumo Pontífice, con fecha 13 Agosto 1997, ha aprobado de forma específica el presente decreto general ordenando su promulgación.

INSTRUCCIÓN SOBRE ALGUNAS CUESTIONES ACERCA DE LA COLABORACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN EL SAGRADO

MINISTERIO DE LOS SACERDOTES

Señala instrucciones muy concretas para cada caso