Adolescencia

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva


E s una etapa desconcertante para los padres.  Los hijos piden libertad y necesitan protección; reclaman independencia y sienten una íntima necesidad de fuerza en la autoridad; piden amor y son hoscos, irritantes; se creen hombres y mujeres muy capaces, y son todavía niños vacilantes.

 

Su impotencia para regir de manera definitiva su conducta y sus actos, los lleva a la constante rebeldía, a la sistemática protesta a todo lo que nace de la inseguridad en sí mismos y de la turbación natural que les producen los cambios físicos y espirituales a que están sujetos.  No comprenden los padres que ser adultos es una dura prueba.  Que se crece con dolor.  Que se madura con lágrimas, de esas que no saben explicar.  Y la estabilidad no llega sino después de muchos sobresaltos.

 

Muchas veces, la adolescencia es un momento desgarrador.  Ya no basta el amor de los padres, ni los argumentos serios, reflexivos.  Hay un nuevo elemento contra quien luchar:  las pasiones.

 

Son necesidades, apetencias, deseos, verdaderas convulsiones internas que los sacuden, y ante las cuales no saben cómo responder, ni qué explicar, ni a dónde irán a parar en cada sacudida.

 

De pronto aparecen silencios, disimulos, nuevas tácticas para que ese tumulto de sensaciones que los alteran pasen inadvertidas a los ojos de los padres.  De pronto se levanta un dique que interrumpe esa tibia corriente de intimidad que hasta entonces había tenido.

 

Es el momento en que el alma de los padres destila más amargura.  El momento de penetrar en esa vida interior que hoy quiere vivir el hijo, y que por fuerza vivirá.  El momento de descifrar, de intuir, de poner el dedo en la misma llaga de la crudeza y penetrar.  Siempre hay una hendidura, un rescoldo, una rendija por donde pueda entrar el amor de los padres para ayudar al hijo.

 

Si has vivido para él y lo conoces, ¡siempre la hay!