A mi Madre

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva


Tu amor anda conmigo, yo lo conozco, y camina a través de mis sueños, hasta en la oración entra callado.

 

Y aunque cierre el relicario de tu recuerdo, tu sonrisa lo abre a cada rato y me bendices. Así cumples con tus últimas palabras.  Pareces el vuelo de un ángel o el soplio tibio sobre mi vida.

 

            Qué dulce resistencia la tuya para marcharte, Dios tuvo que forzarte.  ¡Y qué débil yo para quedarme!  ¡Qué desprotegida con mi dolor y qué frágil con esta ausencia a cuestas!

 

            Pero ya aprendí ese pequeño milagro cotidiano con el que nos acompañamos.  Ya aprendí a dar un salto hacia el sol en tu busca.  Ya aprendí que la muerte no es aquella muralla de sombra que te llevaba lejos, sino un muro de cristal a través del cual te miro los ojos y te aprieto a mi corazón.

 

            Aprendí a contemplarte como lo hacía antes entre las paredes de mi casa.  A no hacerte objeto de mi desgracia, de mi desperación y de mi rebeldía.  No quieres que yo sea barro de los que reniegan, sino arcilla de los esperanzados, de los que nunca pierden su brasa de amor y de fe.

 

            Aprendí a darte un corazón caliente y una fragancia viva, no ese llanto amargo que te hacía volver a morir todos los días.  Lo que pudo haberme destruido, es como una enredadera de rosas que nos sigue apretando y perfumando.

 

            Aprendí que hasta el silencio de la muerte tiene sus grietas de palabras.

 

            Aprendí que el hielo de la ausencia se derrite con un beso todas las noches.

 

            Aprendí cómo se quiebra la incomunicación y se abre una nueva ruta que se van ensanchando hasta Dios.

 

            Aprendí que nada puede cortar ese cordón tibio que nació entre las dos, en ese último apretón de manos que me diste.

 

            Aprendí que el amor se escabulle, vuela como un pequeño pajarito y se las arregla para llegar a ti.

 

            Aprendí a ser tu lamparita encendida y tu rosa siempre roja, la que inclina la corola y alarga el tallo para alcanzarte.  Si aquí viviste para mi amor, estoy segura de que allá mi amor te ocupa toda.

 

¡Bendita seas!