La duda

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva

 

 

L a duda es como un diálogo constante e inquietante que vas a sostener contigo misma. 

Martilleas preguntas, y luego salen las respuestas com flechas que nunca dan en el blanco, que se disgregan si encontrar el camino, perdidas en un  mar de conjeturas. 

Hay una duda que es lloviznita, goteo imperceptible.  No falta amor, sino confianza en el amor.  No carecemos de amistad, pero falta nuestra aptitud de seguridad en esa amistad.  No es absoluta incomprensión, es un manto de reservas.  No es falta de capacidad para darnos, es miedo inseguridad, titubeo, indecisión. 

Las dudas son estrellitas pequeñas que se encienden y se apagan, pero quitan la paz y el sosiego.  La duda destruye, resquebraja.  Es como el granito de arena que de tanto frotar nuestro amor, lo va deteriorando. 

La duda es algo que sale a la superficie, aunque constantemente la estamos sepultando. 

La duda es desear a veces acabar de morir antes que seguir viviendo en esa inseguridad y esa incertidumbre. 

¡Ay, mujer!  No arrastres tu amor por ese abismo de la duda,.  No lo destroces así, de rasguño en rasguño, atisbando, vacilando, naciendo y desfalleciendo por momentos. 

La duda acecha culpas por todas partes, culpas rondándote la vida.  A la duda no le basta lo que ve.  Sigue ahondando en la sospecha, segura de que en algún techo va a aparecer lo que busca. 

La duda es un tormento.  Y el tormento es veneno para la felicidad.  Es como ahondar una herida en vez de curarla, como congelar el cariño en vez de calentarlo, como una sombra cambiando el color a los ojos del amor. 

¡Ay, mujer!  El amor se necesita íntegro.  No lo contamines con tu propia enfermedad, ni lo denigres con ese dudar constante. 

El amor, cuando es amor, se compromete entero, ni hay que explicarle, acorralarlo, convencerlo.
            Con esa duda a cuestas tu amor se desintegra, se evapora.  Es como un viento quemándote que te va quitando gajos, flores, frutos. 

La duda te va a ir consumiendo, mujer.  El amor se va a morir entre tus manos, como rosa que no riegas, como niño que no consientes y no cantas, como alas de mariposa triturada que se convertirán en polvo… un polvito amarillo que te ciega. 

Quiera Dios que cuando vuelvas a la luz, no sea demasiado tarde.