Las madres del mundo te pedimos

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva

 

 

Te pedimos las madres del mundo, que toques el corazón de los hombres, cuyas bocas no hacen más que herirse y cuyas manos no hacen más que matarse.

 

¡Y que se acaben las guerras!

 

Esta inclinación a la violencia nos ha puesto como estuvieron tus discípulos una vez: a punto de zozobrar, de hundirnos en el abismo.

 

Pero no hay barca perdida, no hay noche sin estrella, no hay camino sin brújula, si Tú apareces en el mar.

 

Eres el único que sabes dónde tiene el hombre moderno un toque blando, un toque de luz, un resquicio por donde tu amor pueda entrar a perdonar lo que tu justicia rechaza.  ¡Y nos salves!

 

No queremos victoria ni derrota, sino corazones latiendo y viviendo por su patria.

 

No queremos vencedores ni vencidos, con unos jóvenes insensibles, renegados desquiciados.  No queremos tributos ni héroes, sino hijos sanos, sencillos, laboriosos.

 

No queremos pasar a la historia por lo que hemos conseguido con batallas, sino por lo que hemos logrado con la paz.

 

No queremos actores de la guerra, sino creadores del orden.

 

No más triunfos de las armas, sino de la justicia.

 

Esos jóvenes que empiezan  a despuntar quieren ver la luz, no esperar el día para ver la muerte.

 

Tú que moriste perdonando, haz que los hombres se miren en paz, se tiendan los brazos y se acaben las guerras.

 

Que no haya más llanto de madres por la ambición del mundo.  Ni el mundo abuse más de tu perdón.  ¿Quiénes, sino las madres del mundo, se van a acercar a Ti para pedirte que nos mantengas las sonrisas y nos cuides los hijos, para que no tengan que matar ni exponerse a que los maten?

 

Mira a las madres del mundo como una legión infinita de náufragos asidos a tu fe, pidiéndote una labor de rescate.

 

Algunos miran impasibles el dolor de los demás y a tu cruz, como si fuera de piedra.  Pero quedan todavía los que se pegan a ella y la llevan sobre sus hombros, pidiendo una nueva redención.

 

Supiste, como hijo, lo que duele el llanto de una madre.  Pregúntale como madre lo que vale la vida de un hijo.

 

¡Y sálvalos, Señor!