Niño cubano

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva

 

 

 

¡Ay mi niño!… ¡Qué temprano tuviste que despertar a la vida!  A qué corta edad te desataron los amarres de tu patria… Y de ese nido soleado, tibio, fácil, risueño y alegre, te pusieron a navegar en países inmensos, oscuros, difíciles, hostiles, desconcertantes.  Más que captar la magnitud de tu tragedia, la presentías, y más que abarcar el concepto de patria, la llorabas.  No con lágrimas de niño que cosquillean el alma, sino con lágrimas de hombre hecho de golpe, que estrujan el corazón.  

El cielo azul, la palma sonriente y un pañuelo mojado, fue lo que trajo prendido en el recuerdo… Y aquella sensación de solidez que da saber quién eres, lo que vales y qué puesto ocupas en la sociedad.  Hoy lleva mente de anonimato, no se le nota ni se le distingue, forma parte de una masa estandarizada, desheredada, de pocos derechos, sin perfiles diferenciados ni tierra propia.  

Vino como un brote con la savia dulce todavía.  Y hoy en primavera, en pleno florecimiento, ya se le nota amargo el tallo.  

El corazón vino blando, el  espíritu sensible, inconforme, y la voluntad rebelde.  Hoy son muchos a quienes les falta calor de humanidad, llevan el corazón endurecido, reseco; fatigado el espíritu, y entredormida, vencida, la voluntad.  Tanta fatiga, tanto desmembramiento, tantos malos ejemplos, les hacen ver todo esfuerzo como una meta inalcanzable, toda ilusión como un sueño desvanecido, y el ideal como una estrella muy lejana que sólo brilla para la fantasía.  

¡Qué temprano empezaron a caminar por una senda extraña, con asombro y con miedo!  Por eso les falta seguridad.  ¡Qué temprano los obligaron a tender la mano en país extraño, cuando llevaban enroscado en el brazo el país propio hirviéndoles la sangre!  ¡Qué temprano, niño mío, para fundirte con otra mentalidad, mezclarte con otras razas y combinarte con otro idioma!  

¡Qué temprano comenzó el destino a aflojarte las raíces, asimilándote a la historia de otros pueblos, la hazaña de otros hombres y la gloria de otras nacionalidades!  ¡Qué temprano comenzó el destino a  remover el edificio de tu vida… ese que para sostenerse de veras tiene que llevar cimiento de alma y materiales de piedra!  ¡Qué temprano te cambiaron el paisaje, te transformaron la personalidad y te manipularon la vida!  

¡Qué temprano, niño mío, empezaste a figurar en el destino del mundo!