Una luz de esperanza

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corola nueva


Así ha llegado el Papa a México: como una luz de esperanza.

Como un descanso, para un desasosiego.

Como un lucero, cuado se vive con miedo por la sombra.

Como una sonrisa, cuando tantas caras hacen temer.

Como una estrella, despejando el cielo de tantas turbulencias.

Como una esperanza en este mundo tan cerrado.

¡El Papa… el Papa… era el clamor general!

Con el gesto paternal del que acaricia un hijo… Con los brazos abiertos y una cruz en el pecho, bendecía… bendecía, una y otra vez.

Por la sonrisa se vaciaba de ternura. Por su postura siempre erguido, siempre de pie, demonstraba sin palabras que no se daba por vencido.

La veneración se sentía.

Las banderas flotaban.

Las campanas repicaban.

¡Y la gente abrazándose, lloraba!

Una luz de esperanza…

Buscando por dentro un nuevo modo de encarar la vida y defender el evangelio de Cristo.

Ese Papa caminante del mundo, aferrado a su dura verdad y tratando de abrirle paso contra todo.

El mundo vacío de alas… Y el Papa vestido de blanco, abriendo los brazos como alas tendidas al hombre para que pueda volar.

Flotaba Dios sobre México… Y México gritando, llorando, estremeciéndose se entregaba al Papa.

Como si de nuevo en la barca tuviéramos que decirle: ¡sálvanos, que perecemos! Y él, con su apacible sonrisa, nos devolviera la paz diciéndonos: ¿por qué dudas, hombre de poca fe?

Tanto ha bendecido el Papa, y tanto ha llorado y se ha estremecido el pueblo, que algún gran don, algún gran milagro tiene que venirnos del cielo.

Este Papa que atraviesa el espacio para que los pueblos oigan el mensaje que fecunda y construye. Este Papa que trajo la buena semilla para el buen tronco. Y el buen tronco para el buen fruto.

Los brazos no dejaron de abrirse, como un abrazo universal, com remos en marcha, entre la multitud enardecida.

Sonrisa comprensiva y jovial, com pastor que atrae a sus ovejas.

Recto de cuerpo, ancho de alma, cabeza digna de una escultura y siempre con una sonrisa a flor de labio.

Ese pueblo que reacciona unido gritando su fe, pidiendo bendiciones y escuchando la palabra de Dios… es un pueblo que está hablando con elocuencia.

Ese pueblo que se recoge, que reza, que se arrodilla, que grita, que aplaude, se está expresando claro.

Ese pueblo espontáneamente unido, hecho bloque en una fe, una creencia y un amor, está evidenciando sus apetencias y sus deseos.

Ese pueblo que hizo hacer en mi corazón este pensamiento.

¡Si los pueblos se tomaran en cuenta!

Yo, al recogerme, sólo pude decir
Señor, que el Papa mire más allá, y encuentre a Cuba.

Que la levante con una bendición hasta las manos de Dios.

En tierras de América también está la iglesia del silencio… Y en medio del silencio, funciona un paredón.

Y en ese paredón te está esperando un hijo. ¡Un hijo de la caridad!

Que no se le escape al Papa la única plegaria que quiero hacer llegar a los oidos de Dios…

¡Si algo pudiera describir todo esto!

¡Si hubiera palabras para concretar estas emociones!

¡Pero es imposible!