El niño de los panes

Autor: Manuel Velis-Pacheco


“…Cuando Jesús alzó los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

            Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; más ¿qué es esto para tantos?... (Evangelio de San Juan: 6:5-10).  

            Espero que usted me acompañe por el mundo insondable de los misterios del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Espero que como a mí, las Buenas Nuevas de Salvación le paseen por senderos de frescura espiritual y de un entendimiento propio de lo que nos quiere enseñar.

            Como todos, yo caí en el error craso de quedarme con la lectura de las Escrituras de manera literal y despersonalizada, pero al adentrarme en ellas, he descubierto un mundo de Maestría verdaderamente fascinante; es lo que hoy, le quiero compartir.

            Un pequeño desconocido, al cual los estudiosos de la Biblia detallan como un adolescente. ¿Lo puede imaginar? Su hijo o quizás su hija, le dice: “Voy a ir a oír a ese predicador que va a estar en Stanley Park” Y al obtener su consabido permiso, pone en una bolsa unos panes y un par de filetes de salmón y se va. Ya en el parque, resulta que Aquél predicador, le requiere para que le de lo único que el/ella llevaba para comer y ¡Oh Sorpresa! Su pequeño bastimento se convirtió en la alimentación de todos aquellos que habían acudido para escuchar predicar a Aquél desconocido. ¡Maravilloso! ¿Verdad?

            Ahora le sugiero que volvamos al momento mismo que el Evangelio nos narra. No hay nombre para este pequeño personaje, no hay procedencia, no repara el Evangelista Juan en él, sino en su acción. Tuvo la precaución de llevar su propio “lunch” y esto resultó en una bendición para todos sus semejantes. Y es que, nuestros jóvenes tienen eso, son impredecibles, pero son decididos, corren riesgos que en muchas de las ocasiones proporcionan momentos de felicidad a los que los rodeamos, aunque, en otras caen fácilmente en el tedio, en el aburrimiento porque los adultos en nue